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Decía Groucho Marx que la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados. De este ejemplo de política, aplicado alámbito local y autonómico, saben y mucho Sandra Mir y Gabriel Cruz autores de «La Casta Autonómica»), un repaso al estupidiario del malgasto de lo público en nuestro país. ¿Sabe usted que España gasta 400 millones de euros en los 17 parlamentos autonómicos? El montante asciende a 500 millones en lo empleado en las embajadas autonómicas, tenemos más de 8.000 ayuntamientos y 3.200.000 empleados públicos.
Muestra de ese despilfarro y de la duplicidad o triplicidad de los organismos públicos lo encontramos en Madrid: tres empresas -esMadrid, Tour Madrid y Turismo Madrid- trabajan con fondos públicos para promocionar la capital. En Extremadura, la empresa Fomento de Jóvenes Emprendedores gasta 558.000 euros en personal. En la misma comunidad, Fomento de la Iniciativa Joven emplea 1.232.000 euros en idéntica función. Sociedad de la Innovación, el Centro de Nuevas Iniciativas y el Consejo de la Juventud cumplen la misma utilidad. Cinco organizaciones, mismo fin. Quintuplicidad. Y para muestra, una caja repleta de botones que no salva a ningún ayuntamiento o comunidad.
¿Sabía usted que la administración Obama tiene 412 vehículos oficiales? El incremento del 73% de la flota respecto a la administración Bush supuso un gran revuelo en los Estados Unidos. El Gobierno central español tiene 1.098 vehículos oficiales. Con solo 47 millones de españoles, tenemos 17 veces más coches que los estadounidenses. Y ello sin sumar el parque móvil de las autonomías: otros 1.200 vehículos para transportar políticos.
En La Casta Autonómica encontramos también el TOP10 de las inauguraciones entre las que encontramos un hospital de Oviedo inaugurado cuatro veces -aunque todavía no está puesto en marcha-, la inauguración de un curso de informática en Huelva o las plantas de una mediana en una carretera de Valencia.
Las muestras del despilfarro y de lo absurdo del país nos llevan de viaje hasta una localidad cuyo concejal de Medio Ambiente fue condenado por pirómano, otra en la que el aeropuerto solo sirve para que los vecinos del pueblo entren a conectarse al wifi o hasta una comunidad en la que se compra un tren con una leve salvedad: no estaban construidas las vías.
Sandra Mir
Gabriel Cruz
La casta
autonómica
La delirante España de los chiringuitos locales
© Sandra Mir Mayor, 2012
© Gabriel Cruz García, 2012
© Del prólogo: Daniel Montero, 2012
© La Esfera de los Libros, S.L., 2012
Avenida de Alfonso XIII, 1, bajos. 28002, Madrid
Primera edición en libro electrónico: marzo de 2012
Conversión libro-e: J. A. Diseño Editorial, S. L.
ISBN: 978-84-9970-388-6
AGRADECIMIENTOS
Por aquello de que las mujeres van delante, Gabriel me cede el paso y me deja que sea yo la primera en agradecer este trabajo a la persona más importante de mi vida. A Alfonso, él es mi marido, mi familia y mi mejor amigo. Gracias por hacerme sentir en cada momento la mujer más especial del mundo. Sin tus lecturas a deshoras, y sin tu eterna paciencia, ningún párrafo de este libro habría sido posible.
Quiero agradecer también a mis padres todos los esfuerzos que han hecho durante su vida. Papá gracias por tus valores, tu espíritu crítico y por criar a cinco hijos a golpe de tu pincel, sin sueldo fijo y sin venderte a nadie. Gracias mamá por ser siempre mi apoyo, mi bastón, por desvelarte por nuestros problemas, eres el ejemplo de lo que es ser una buena persona. Sin vuestra educación no habría valorado lo poco que hacen los políticos por ciudadanos trabajadores como vosotros.
A mi abuela por enseñarme que en la vida da igual la edad, lo importante son las ganas de luchar por lo que uno cree. Con más de noventa años... todavía acudía a manifestaciones.
A mis hermanos. Gracias por jugar conmigo siempre. Gracias por vuestras bromas y peleas, si no fuera por vosotros no habría desarrollado tanta ironía ni aprendido a dialogar... y a discutirlo todo.
A mis sobrinos y sobrinas, porque sin vosotros no creería en que en el futuro las cosas podrán ir mejor.
¡Ah!... Y, por último, a Bruce, porque pasear con él despejaba las dudas cuando un capítulo se atascaba.
Ahora recoge la palabra Gabriel, mi socio en esta aventura, también he de agradecerle a él su gran formación en este largo viaje. Ha sido un placer.
* * *
Bueno, el primero es para Sandra por haberme dejado participar contigo en este proyecto profesional. Después, cómo no, el reconocimiento a mi tribu. A Marta, por haberme fabricado tiempo cuando no tenía, por sus relecturas... por todo, por cada día que, siendo dos, seguimos siendo uno.
A Pastora y Gabriel, por haberme hecho aprender a las malas aquello que dijo Hemingway: «La papelera es el mejor amigo del escritor». ¿Por qué todas las veces que toqueteabais mi ordenador sin permiso apretabais, justo, la tecla de borrar? Vosotros sois el principio y el fin de todas mis cosas. A mis padres, esa clase media que ha sufrido impasible el pillaje y la incompetencia de algunos miembros de la casta política de este país. Los héroes no son los que salen en las películas o ganan un partido de fútbol, sino los que, como Francisco, se levantaban de madrugada a repartir y por la tarde se ponían a conducir un autobús. O como Pepita, que atendía una casa y al mismo tiempo trabajaba cosiendo sin parar hasta que se le saltaban las cervicales. A mi hermano, uno de los mejores aviadores de este país, por haber superado su peor vuelo. Con él a Eva y a Raquel, mis dos queridas sobrinas. A mis abuelos, que pasaron la época más dura de este país: pasos por capilla para ser fusilados, incluidos. En especial, a mi abuela Gala, que se murió pensando: «Pepa, este niño va para ministro». En unos años en los que ser ministro era... ser ministro.
* * *
Ahora los dos, Sandra y Gabriel, queremos dar las gracias a todos los amigos que nos habéis ayudado a recopilar y contrastar la información. En especial a Daniel Montero, gracias por tu apoyo incondicional. A Berni Vila, por haber sacado lo mejor de nosotros. A Ymelda Navajo y María Borràs, nuestras editoras, por confiar en nosotros y darnos esta oportunidad. No sabéis lo que habéis hecho.
Y, por último, a los políticos autonómicos. Gracias de verdad, no sabéis lo fácil que nos lo habéis puesto.
PRÓLOGO
Para mí, colar unas líneas en un libro de Sandra Mir y Gabriel Cruz es como que David se convierta en biógrafo oficial de Goliat. Me explico. Para quien no lo sepa, Sandra y Gabriel son dos de esos famosos periodistas discretos. Dos gigantes modestos que toman con humildad su profesión, anónimos tras sus crónicas, pero conocidos y respetados hasta la saciedad para cualquiera que conozca desde dentro el mundo del periodismo en España.
No contaré sus andanzas en estas líneas para no aburrirle, pero haré un resumen: si yo tuviera que confiar en alguien para tratar un caso, ellos estarían seguro entre los cinco primeros nombres que se me ocurren. Sandra es posiblemente la persona más tenaz que conozco, capaz de pasar varios meses cuidando ancianas con el cuerpo lleno de cables para dejar constancia de los abusos que sufren y arrancar la entrevista que todo el mundo busca. Gabriel es el hombre para todo. Más reflexivo. Periodista sobre todas las cosas, pero con los mimbres de la curiosidad imperiosa. Igual detective que archivero. El hombre atento. Y los dos forman el tándem perfecto.
Las páginas que está a punto de leer son la mejor muestra de ello, una denuncia colmada de ironía que impacta donde más duele: en este estado absurdo que es España. La España de las autonomías. Del despilfarro. Del bolsillo roto. La España de los cargos repartidos a dedo, del compadreo y del «vuelva usted mañana». Esa que pagamos todos y que se estructura sobre una mentira. ¿Se imagina que en España se trate de distinta manera a las personas por el color de su piel? ¿Por razones de sexo? ¿Por ser hombre o mujer? Sería algo anacrónico, primitivo, además de una aberración legal. Entonces, ¿por qué permitimos que existan tantas diferencias en virtud del lugar de nacimiento?