Agradecimientos
E l origen de este libro queda muy lejano en el tiempo. Desde mis años de estudiante universitario me han intrigado las implicaciones normativas de la economía. Y desde que, poco después de que en 1980 empezara a enseñar en Harvard, he explorado este tema mientras impartía cursos para estudiantes y licenciados sobre la relación entre los mercados y la moral. Durante muchos años he enseñado ética, economía y derecho; he dirigido un seminario en la Facultad de Derecho de Harvard para estudiantes de derecho y doctorados en teoría política, filosofía, economía e historia. Este seminario cubre la mayoría de los temas tratados en este libro, y he aprendido no pocas cosas de muchos estudiantes sobresalientes que han asistido a él.
También he tenido la ventaja de poder impartir cursos junto con colegas de Harvard sobre temas relacionados con este libro. En la primavera de 2005 impartí con Lawrence Summers un curso para estudiantes universitarios sobre la globalización y sus críticos. El curso dio ocasión a una serie de intensos debates sobre los beneficios morales, políticos y económicos de la doctrina del libre mercado aplicada a la globalización. Mi amigo Thomas Friedman, que en sus argumentaciones estuvo con bastante frecuencia de parte de Larry, nos reunió en varias sesiones. Estoy muy agradecido a los dos y también a David Grewal, a la sazón licenciado en teoría política y hoy una promesa del cuerpo docente de la Facultad de Derecho de Yale, donde me educó en historia del pensamiento económico y me ayudó a prepararme para el combate intelectual con Larry y Tom. En la primavera de 2008 impartí un curso para licenciados sobre ética, economía y mercado junto con Amartya Sen y Philippe van Parijs, un filósofo de la Universidad Católica de Lovaina que entonces visitaba Harvard. A pesar de que nuestras opiniones sobre temas políticos eran muy similares, nuestros puntos de vista sobre los mercados divergían considerablemente, y nuestras discusiones fueron muy provechosas para mí. Aunque no impartimos ningún curso juntos, Richard Tuck y yo mantuvimos durante años muchas discusiones sobre economía y teoría política, las cuales siempre me han enriquecido e iluminado.
El curso sobre justicia que impartí a estudiantes también me ha ofrecido oportunidades para explorar los temas de este libro. En diversas ocasiones invité a N. Gregory Mankiw, que imparte en Harvard el curso de introducción a la economía, a sumarse a nuestras discusiones sobre el razonamiento mercantil y el razonamiento moral. Estoy muy agradecido a Greg, cuya presencia nos ilustró, a los estudiantes y a mí, sobre las distintas maneras que los economistas y los filósofos de la política tienen de pensar acerca de cuestiones sociales, económicas y políticas. En un par de ocasiones, mi amigo Richard Posner, pionero en la aplicación del razonamiento económico al derecho, se ha unido a mí en el curso sobre justicia para participar en los debates sobre los límites morales del mercado. Hace unos años, Dick me invitó a reunirme con él y con Gary Becker en una sesión del seminario sobre elección racional que lleva largo tiempo dirigiendo en la Universidad de Chicago, lugar de origen del enfoque económico de todas las cosas. Esta invitación fue para mí una oportunidad única para poner a prueba mis argumentos ante una audiencia cuya fe en el pensamiento mercantil como clave del comportamiento humano era mayor que la mía.
Mi primera formulación del argumento que se convertiría en el presente libro la presenté en las Tanner Lectures sobre valores humanos pronunciadas en 1998 en el Brasenose College de la Universidad de Oxford. Una beca de investigación concedida para el período 2000-2002 por el Carnegie Scholars Program de la Carnegie Corporation de Nueva York me proporcionó un soporte indispensable en las primeras etapas de este proyecto. Estoy sumamente agradecido a Vartan Gregorian, Patricia Rosenfield y Heather McKay por su paciencia, su amabilidad y su firme apoyo. También estoy en deuda con el taller de verano de la Facultad de Derecho de Harvard, donde tuve ocasión de someter partes de este proyecto al criterio de un estimulante grupo de colegas de dicha facultad. En 2009, una invitación de BBC Radio 4 para encargarme de las Reith Lectures me desafió a intentar traducir mis argumentos sobre los límites morales del mercado a un lenguaje accesible a una audiencia no académica. El tema general de las conferencias era «Una nueva ciudadanía», pero dos de las cuatro trataron de los mercados y la moralidad. Debo expresar mi gratitud a Mark Thompson, Mark Damazer, Mohit Bakaya, Gwyneth Williams, Sue Lawley, Sue Ellis y Jim Frank, quienes hicieron que aquella experiencia me resultase sumamente agradable.
En este mi segundo libro con la editorial Farrar, Straus, and Giroux, estoy también en deuda con Jonathan Galassi y su magnífico equipo integrado por Eric Chinski, Jeff Seroy, Katie Freeman, Ryan Chapman, Debra Helfand, Karen Maine, Cynthia Merman y, sobre todo, mi espléndido editor, Paul Elie. En una época en que las presiones de los mercados arrojan largas sombras sobre las empresas dedicadas a la edición, las personas de esta editorial ven en la edición de libros una vocación, y no una simple mercancía. Con ellas coincide mi agente literaria Esther Newberg. Estoy muy agradecido a todas ellas.
Mi mayor deuda la tengo con mi familia. Sentado a la mesa con ella y en los viajes familiares, mis hijos Adam y Aaron estuvieron siempre dispuestos a dar respuestas sagaces y moralmente enfocadas a cualquiera de los nuevos dilemas éticos sobre los mercados que yo exponía. Y siempre mirando, ellos y yo, a Kiku para que nos dijera quién tenía razón. A ella he dedicado este libro con amor.
Introducción: mercados y moralidad
H ay algunas cosas que el dinero no puede comprar, pero en nuestros días no son muchas. Hoy casi todo se pone en venta. He aquí unos pocos ejemplos:
- Una celda más cómoda dentro de una prisión: 82 dólares por noche. En Santa Ana, California, y en otras ciudades, los delincuentes no violentos pueden pagar por un espacio mejor: una celda limpia, tranquila y alejada de las de los presos que no pueden pagarla.
- Acceso al carril especial si se conduce solo: 8 dólares en hora punta. Mineápolis y otras ciudades intentan poner solución a las retenciones de tráfico ofreciendo a los conductores que viajan solos pagar por conducir por estos carriles despejados con tarifas que varían según la densidad del tráfico.
- Vientres de alquiler de mujeres indias: 6250 dólares. Cada vez más parejas occidentales recurren a madres de alquiler que se ofrecen en la India, donde esta práctica es legal y el precio menor de un tercio del que se paga en Estados Unidos.
- Derecho a emigrar a Estados Unidos: 500 000 dólares. Los extranjeros que inviertan 500 000 dólares y creen como mínimo diez puestos de trabajo en una zona de elevado desempleo reciben una tarjeta verde que los hace titulares de un permiso de residencia permanente.
- Derecho a cazar un rinoceronte negro en peligro de extinción: 150 000 dólares. Sudáfrica ha empezado a conceder a algunos hacendados permisos para vender a cazadores el derecho a matar un número limitado de rinocerontes con el fin de que los hacendados tengan un incentivo para mantener y proteger la especie amenazada.
- El número de teléfono móvil de su médico: 1500 o más dólares al año. Un número creciente de médicos personales ofrecen su número de teléfono móvil y citas en el mismo día a pacientes dispuestos a pagar sumas anuales que van de 1500 a 25 000 dólares.
- Derecho a emitir a la atmósfera una tonelada de dióxido de carbono: 13 euros. En la Unión Europea funciona un mercado de emisiones de carbono que permite a las compañías comprar y vender el derecho a contaminar el aire.
- Admisión de su hijo en una universidad prestigiosa