Verónica Porteros de Luz
No me dejan entrar
31 días esperando para volver
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Verónica Porteros de Luz
Esta obra ha sido publicada por su autor a través del servicio de autopublicación de EDITORIAL PLANETA, S.A.U. para su distribución y puesta a disposición del público bajo la marca editorial Universo de Letras por lo que el autor asume toda la responsabilidad por los contenidos incluidos en la misma.
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© Verónica Porteros de Luz, 2018
Diseño de la cubierta: Equipo de diseño de Universo de Letras
Imagen de cubierta: ©Shutterstock.com
universodeletras.com
Primera edición: abril, 2018
ISBN: 9788417436193
ISBN eBook: 9788417436599
Dedicado a todas las personas que ha sufrido en sus vidas el peso de normas estúpidas que han arrancado sus raíces y han logrado desenterrar sus cimientos.
Dedicado a todas las personas que han sufrido en sus vidas el peso de esas mismas normas y han decido no callarse, aunque no hacerlo le haya pasado factura.
Dedicado a todas las personas que aparecen en este libro y que han tratado de ayudarme durante toda esta espera. Sin su ayuda todo habría resultado mucho más complicado.
Dedicado especialmente a mi marido Kelly Maclachlan y a toda mi familia en España. oria
Capítulo 1
Verónica
Me llamo Verónica Porteros de Luz y soy española, pero llevo viviendo en Canadá los últimos 10 años. Me casé con un canadiense en Barcelona y cinco años después nos fuimos a vivir a su país donde en la actualidad soy una empresaria de éxito que da trabajo a muchos canadienses, y en donde las cosas, me han ido bien. Tengo dos gimnasios de éxito de la cadena Gold`s Gym, pero además me dedico a inventar y a patentar objetos que nos hacen la vida más cómoda y mejor.
Canadá me ha tratado bien, y he llevado una vida feliz. Aquí he llevado una vida agradable y he conseguido construir mi familia. Tengo un marido adorable y buenos amigos.
Sin embargo, espero que al leer mi historia, mi vida, los hechos que me han pasado en los últimos treinta y un días, puedas ver conmigo que las cosas no siempre ocurren de la forma en la que esperamos y que un mal sistema o una mala administración pueden llevarse por delante muchas ilusiones y a mucha gente. Conmigo estuvieron a punto, pero no logró vencerme y por eso sigo en pie y dispuesta a contar con todo detalle como han sido estos 31 días…
Soy de ese tipo de personas que me gusta entrar en detalles, sobre todo cuando considero que se comente una injusticia contra los demás, sobre todo cuando considero que se trata mal a la gente. Cuando esa gente hace todo lo que está en su mano por hacer las cosas bien, como ha sido mi caso.
No me gusta ser ni complaciente ni dejar las cosas a media, por lo que estoy dispuesta a contar las cosas tal y como han ocurrido, aunque por eso mismo levanten ampollas.
Sobre todo, porque sé que debajo de las ampollas, cuando se cicatricen y curen habrá valido la pena. Se que incluso muchos canadienses pensarán como yo, no siendo un texto fácil de leer ya que lo que me ha ocurrido no ha sido fácil de soportar.
Cuando pienso en Canadá me vienen a la cabeza palabras como éxito, victoria, triunfo, oportunidad, ventaja, ocasión. Aunque también en otros momentos, como durante esos 31 días me vienen otras muchas más duras y que nada tienen que ver con todas estas.
Pero mi vida, mi historia comenzó mucho antes de llegar a Canadá. Comenzó años atrás en Barcelona, mi ciudad de nacimiento, mi tierra, el lugar donde tuve una infancia feliz y una buena vida. Una tierra que adoro y en donde vive mi familia.
En el año 2000, el 3 de julio, fecha de mi cumpleaños, mi amiga María Ángeles Raya y yo estábamos juntas, cuando mi amiga Luisina Isabel me llamo porque quería presentarme a un amigo canadiense y otro portugués, por lo que quedamos todas juntos para cenar. Uno de ellos se convirtió en el amor de mi vida. En el hombre que hoy me acompaña y con el que me casaría poco tiempo después de aquel día tan especial en el que nos conocimos.
Me casé con mi marido -canadiense- en Barcelona el 11 de agosto del 2001 y vivimos en Barcelona hasta el 2006. Cuando lo conocí el vivía allí y nos enamoramos rápidamente. Al cabo de muy poco tiempo me pidió matrimonio en un viaje que hicimos a Cancún.
Desde ese momento han pasado más de 17 años y me ha dado tiempo de convertirme en una empresaria con dos gimnasios fantásticos en Canadá y formar una familia a la que adoro.
Me casé en el Tibidabo - que es, con 512 metros sobre el nivel del mar, el pico más alto de la sierra de Collserola, en el municipio de Barcelona, una zona muy popular por sus vistas sobre la ciudad y por sus espacios naturales- y fue toda una sorpresa ya que es un sitio al que guardo un gran cariño. Mi padre -Basilio Portero García- había trabajado allí toda la vida y fue una sorpresa agradable.
Durante los años siguientes vivimos en Casteldefels y trabajamos juntos. Entre el año 2001 y 2005 trabajamos desde Barcelona, aunque viajábamos bastante. Trabajamos en temas de marketing. Y así estuvimos hasta que en el año 2005 en que decidimos hacer un cambio en nuestras vidas e ir a trabajar a Canadá, la tierra de mi marido.
Siempre hemos sido muy deportistas y por eso teníamos claro que un negocio que tuviera que ver con el deporte sería el mejor para nosotros. Nuestra primera intención fue montar un gimnasio en Vancouver, pero la oportunidad estaba en Calgary y por eso decidimos irnos hasta allí. Primero fue mi marido y yo iba y venía todas las veces que podía como turista, por lo que ir y volver no tenía muchos problemas en un principio.
Calgary es una ciudad muy cosmopolita de Alberta, Canadá. Es una ciudad preciosa con muchos rascacielos. Una ciudad que debe su rápido crecimiento a su condición de motor de la industria petrolera.
Sin embargo, aún está impregnada de muchos rasgos de la cultura occidental, lo que le valió el apodo de «cowtown» y se le recuerda constantemente por la Estampida de Calgary, su masivo rodeo y su famoso festival de Julio, que surgió tras las exhibiciones agrícolas.
Y como no, también es muy conocida por el rio Bow, que comienza en las Montañas Rocosas y que serpentea hacia las praderas.
Como las comunicaciones son complicadas en Calgary decidimos cogernos una casa en la zona centro de la ciudad, con la intención de que, al menos, pudiera moverme de la mejor forma posible, ya que sin coche y sin la posibilidad de conducir al comienzo, cuantas más facilidades mejor. Además, las bajas temperaturas de Canadá nos hicieron decidirnos por vivir cuanto más en el centro mejor. Así fue como viví mi primer año allí en la zona de Eau Claire, al norte del centro de la ciudad y al sur del rio Bow. Una zona muy bien comunicada y con muchas cosas que hacer en sus alrededores.
Capítulo 2
Canadá
La primera vez que llegué a Canadá ya no como turista, sino a vivir con mi marido las cosas ya fueron diferentes. Las sonrisas en la aduana y las buenas formas con la que son recibidos los turistas dieron paso a otra forma de saludar.