Comunícate, cautiva y convence
A Pablo, mi esposo, cuya fortaleza y capacidad de amar me asombran y enamoran siempre
A mi mamá, por su infinita paciencia, amor y dedicación a todos nosotros, su familia
AGRADECIMIENTOS
Quiero agradecer a Pablo, mi esposo, por escuchar siempre con paciencia los textos que conforman este libro al final del día, cuando está más cansado.
A mis hijos, Paola, Carla, Pablo, Diego y Toño, por su crítica, siempre cruel y refrescante.
A mi amiga y maestra Socorro Hinojosa, por su inteligencia y sensibilidad para hacer más transitable mi forma de escribir.
A mi querida amiga Adriana Arvide, por su talento y gracia al realizar las ilustraciones.
A Martha Reta, mi asistente, por pasar eficientemente un sinnúmero de veces en limpio el material.
A Armando Collazos y Vicente Herrasti, mis editores, por el entusiasmo y compromiso que han puesto en este libro.
A José Luis Caballero, por darle fortaleza a mi autoría.
A todos, en verdad, ¡mil gracias!
INTRODUCCIÓN
Llegas a una reunión, ya sea social o de negocios, en la que no conoces a nadie. Te presentan a una persona y, al hablar con ella, de inmediato te sientes a gusto. Notas que se identifican y tienen intereses comunes. ¡Ríen de las mismas cosas! Sientes que comprende con exactitud lo que estás diciendo y tienes la impresión de conocerla toda la vida. ¿Te ha pasado?
¿Te ha sucedido lo contrario? En ese caso, simplemente, no hay química. Te das cuenta de que, por más que lo desees, no logras conectarte. Tú y la otra persona ven el mundo de manera diferente y, sin saber por qué, estás a la defensiva, te sientes incómodo y hostil de forma inexplicable.
¿Por qué sucede? ¿Por qué podemos comunicarnos mejor con algunas personas que con otras? ¿Y, si pudieras comunicarte bien siempre? ¿Crees que tu productividad, tus ventas y tus relaciones mejorarían?
Si bien es cierto que polos opuestos se atraen, cuando se trata de construir relaciones entre personas opuestas el asunto no es tan sencillo.
Sin embargo, cuando al comunicarnos comprendemos por qué el otro es como es, podemos crear puentes entre ambos. En la vida siempre vamos a encontrar gente que ve el mundo de manera distinta a la nuestra. Precisamente, son ellos los que nos enriquecen y nos permiten ampliar nuestros horizontes.
Esto ocurre en una reunión social o de trabajo pero, también nos puede suceder dentro de nuestra propia familia. A veces nos cuesta trabajo comunicarnos y entendernos porque convivir bajo el mismo techo, no garantiza una cercanía emocional. Con frecuencia nos comunicamos menos con quienes solemos estar más cerca. Sucede entre conyugues, amigos, hijos y hermanos, y sucede con el jefe, con el compañero o con el socio.
¿Por qué dedicar un libro al tema de la comunicación? Es muy sencillo: porque somos tan felices como lo pueden ser nuestras relaciones. De momento, esto puede sonar exagerado, sin embargo, bien visto, en lo cotidiano no lo es. Piensa… ¿Eres feliz cuando estás alejado, enojado, sentido o molesto con algún ser querido? Como dice John Walsh L.C: “La comunicación hace del adversario un amigo.”
Está comprobado que nueve de cada diez problemas humanos son resultado de una mala comunicación. Y lo cierto es que no podemos vivir solos. Una persona solitaria es como una planta que trata de sobrevivir sin luz o sin agua. Simplemente, se muere. El hecho de ser implica estar con los demás.
En el trabajo, de acuerdo con las investigaciones, 80 por ciento de las personas que fallan lo hacen porque no saben relacionarse con sus compañeros. Y es difícil pensar en un trabajo en donde no tengamos que relacionarnos con otros.
Un día, platicando con un ingeniero, me dijo que al graduarse pensó que el título profesional era todo lo que se necesitaba para trabajar. “Ahora me doy cuenta de que me paso el día lidiando con los problemas de la gente” y, ¿quién te enseña a manejar eso?
A veces, muchos de nosotros pensamos que como ya aprendimos a hablar y a escuchar, automáticamente, aprendimos a comunicarnos. Esto es tan absurdo como decir que, como puedo tocar las teclas del piano, estoy preparado para tocar una música maravillosa. Necesitamos aplicarnos y aprender.
Conozco personas que piensan que su manera de hablar o de escuchar son un regalo de la naturaleza, como el color de los ojos o la estatura. Hay quien cree que saberse comunicar es un don que se tiene o no se tiene y adoptan la actitud de: “Así soy y no puedo cambiar.” Lo cual no deja de ser una forma muy cómoda de malpasar la vida. ¡Claro que podemos aprender a comunicarnos mejor!
Sabemos que las personas somos seres multisensoriales por lo que no sólo nos comunicamos con la palabra. Y es precisamente aquello que expresamos de manera no verbal lo que ejerce mayor influencia en los mensajes que emitimos.
Por eso, he dividido el libro en tres grandes partes: En la primera me refiero a la comunicación no verbal, un tema que me ha apasionado y que he estudiado por 25 años. En ella veremos cómo, en nuestra interacción, lo expresado verbalmente representa sólo una cuarta parte de los mensajes que emitimos. De ahí la importancia de lo que decimos sin hablar y que, muchas veces, subestimamos porque no estamos conscientes de su enorme influencia y poder.
En la segunda parte del libro me refiero a la importancia y efecto que tiene todo lo que expresamos verbalmente, ¡qué decimos y cómo lo decimos! Aunque las palabras son herramientas que la mayoría usamos desde niños, con frecuencia hablamos sin pensar en el impacto que lo dicho puede tener en nosotros y en nuestras relaciones. La Madre Teresa decía: “Las palabras amables pueden ser cortas y fáciles para decir pero su eco es verdaderamente infinito.” Y es muy cierto.
En la tercera parte del libro me refiero a la comunicación con nosotros mismos. Cuando hablas contigo, ¿qué te dices? Recuerda que sólo podemos dar aquello que tenemos y sólo podremos comunicarnos bien con los demás en la medida en que estemos bien comunicados y tengamos una buena imagen de nosotros mismos.
Dos aclaraciones:
Como verás, te estoy tuteando y lo hago porque siento que así nos acercamos y nuestra comunicación es más cálida y personal. Espero que no te moleste.
A veces sabemos cosas y con frecuencia las olvidamos; también se da el caso de que ni siquiera sabemos que las sabemos. Es probable que, al leer este libro, te des cuenta de que mucho de lo que esta aquí ya lo sabes. Sólo me voy a permitir recordarte que lo que te digas a ti mismo como lo que digas a los demás, con tu cuerpo y con tus palabras, y el cómo lo digas, es importante, incluso puede cambiar tu vida.
El mundo no necesita tanto que le informen
como que le recuerden.
HANNAH MORE
CAPÍTULO I
COMUNICACIÓN
NO VERBAL
EL ARTE DE LEER A LAS PERSONAS
Al iniciar la subida, conocemos a don Mateo, un viejo lugareño de piel arrugada, sombrero añoso y mirada serena. Lleva al hombro, como todos los días desde hace 25 años, una caja de refrescos que vende a quienes logran llegar a la pirámide del cerro del Tepozteco.
“¿Quiere ver la vista más bonita de por aquí?”, me pregunta don Mateo. “Tápese los ojos con ese paliacate, yo la voy a llevar.” Obedezco y me dejo guiar. “Quédese ahí tantito”, me dice al dejarme esperando sentada en una piedra. Escucho los sonidos de los pájaros y de los grillos, siento la calidez, la brisa y la humedad del lugar. “Ahora, destápese los ojos.”
Una vista, verdaderamente mágica, de los cerros de Tepoztlán. Distintas tonalidades de verde, rojo y cobre que brotan desde los cortes brutales de los acantilados. “¿Ve aquel rebaño de cabras?”, señala a lo lejos. “¿Dónde, don Mateo?…” “Allá, señorita… hay que saber mirar.” Su frase queda flotando en mi mente.