Josh Axe es el fundador del sitio web de salud natural Dr. Axe / Food is medicine y cofundador de la empresa de suplementos Ancient Nutrition, además de autor de Todo está en tu digestión. El Dr. Axe ha colaborado con varias revistas y medios digitales como The Huffington Post, Men’s Health, Forbes, Business Insider, Muscle & Fitness Hers, Well+Good, Shape y PopSugar.
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Este libro busca complementar, no reemplazar, las recomendaciones de un profesional de la salud. Si usted sabe o sospecha que tiene un problema de salud, consulte a un profesional. El autor y la editorial no se hacen responsables de las consecuencias directas o indirectas del uso y aplicación del contenido de este volumen.
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LA DIETA KETO
Tu plan de 30 días para perder peso, equilibrar tus hormonas y revertir padecimientos crónicos
Título original: KETO DIET. Your 30-Day Plan to Lose Weight, Balance Hormones, Boost Brain Health, and Reverse Diseasee
© 2019, Dr. Josh Axe
Publicado según acuerdo con Little, Brown and Company, New York, New York, USA.
Todos los derechos reservados.
Traducción: Enrique Mercado
Diseño de portada: Allison Eddy
Fotografía de portada (aguacate): Shutterstock
Fotografía del autor: David Molinar
D. R. © 2019, Editorial Océano de México, S.A. de C.V.
Homero 1500 - 402, Col. Polanco
Miguel Hidalgo, 11560, Ciudad de México
www.oceano.mx
Primera edición en libro electrónico: agosto, 2019
ISBN: 978-607-527-977-0
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o trasmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo y por escrito del editor.
Libro convertido a ePub por Capture, S. A. de C. V.
Este libro está dedicado a mi mejor amiga, mi esposa y el amor de mi vida, Chelsea Axe, y a mi padre Dios por haberme dado la plataforma y el privilegio de escribirlo.
Introducción
La búsqueda de un método mejor
El médico que menosprecia el conocimiento adquirido por los antiguos es un necio.
H IPÓCRATES
Debe haber un método mejor. La primera vez que pensé esto tenía trece años de edad, vivía en Troy, Ohio, y con frecuencia encontraba en el piso del baño mechones del cabello rubio rojizo de mi mamá, efecto secundario de la quimioterapia que dañaba su cuerpo para tratar las células cancerosas acumuladas en su seno y ganglios linfáticos izquierdos. Esa inquietante idea reapareció cuando mi vigorosa y atlética madre (profesora de natación y maestra de gimnasia en mi escuela) salió, aparentemente curada, de un tratamiento de cáncer, pero despojada de su chispa, energía y salud.
Debe haber un método mejor.
Aunque a esa edad yo no sabía absolutamente nada de nutrición, el mensaje de una campaña nacional se abrió camino hasta mi cerebro adolescente: los refrescos no son saludables. Así pues, decidí dejar de tomarlos. Nunca antes se me había ocurrido que la alimentación y la dieta formaran parte de un “método mejor”. Si el refresco hacía daño, ¿también podían hacerlo otros alimentos? ¿Y algunos más harían bien?
En la década siguiente, mi madre lidió con una amplia variedad de problemas de salud que la hacían sentirse enferma y cansada todo el tiempo: depresión, hipotiroidismo, estreñimiento, síndrome de fatiga crónica. Todo esto en una mujer que antes de su tratamiento podía desempeñar con facilidad un empleo de tiempo completo, cuidar a su familia y salir a correr después, o ir a una sesión de ejercicio, y sentirse aún con energía. Mientras yo veía que su salud se deterioraba, una idea empezó a cobrar forma en mí y siguió creciendo al paso de los años: sería médico. Aprendería por qué mi madre debía sacrificar su salud para tratar su enfermedad. E intentaría encontrar un método mejor.
Cuando tenía ya más de veinte años, ese sueño comenzó a hacerse realidad. Asistía a una escuela quiropráctica en Florida, donde aprendí los fundamentos de la nutrición. Me especializaba también en medicina funcional, y aprendía acerca de remedios antiguos. La sabiduría de la medicina tradicional china y la medicina ayurvédica tenía sentido para mí. Estas milenarias prácticas trabajaban con el cuerpo, no contra él. En lugar de examinar una enfermedad por separado, esos tratamientos tomaban en consideración a la persona íntegra y atacaban la causa de fondo de su dolencia. Veían el bosque y los árboles, así que restauraban la salud al mismo tiempo que erradicaban un padecimiento. Y usaban la alimentación como medicina para reforzar el cuerpo y crear condiciones óptimas para sanar.
La nutrición era la pieza clave del rompecabezas de “un método mejor” que poco a poco se armaba en mi mente. Mientras leía todo lo que podía sobre alimentación y curación, tropecé con la dieta cetogénica o Keto. Las investigaciones al respecto me impresionaron. Ésta es una dieta que transforma el modo en que el cuerpo utiliza los macronutrientes, ya que provoca que la principal fuente de combustible sean las grasas, no los carbohidratos. Ningún otro procedimiento, salvo el ayuno, puede conseguir esto. En consecuencia, esta dieta puede ser un método revolucionario para quienes durante años se han esforzado en bajar de peso sin lograrlo, porque convierte literalmente al cuerpo humano en una máquina quemadora de grasas. Al mismo tiempo, las implicaciones generales de salud son profundas. La dieta cetogénica puede reducir la inflamación, equilibrar hormonas vitales como la insulina y promover la salud de tu cerebro. Durante mis investigaciones descubrí que esta dieta ya se había usado durante décadas para tratar la epilepsia y la diabetes, y que también se exploraba ya para otras enfermedades, como el cáncer.
En esta atmósfera de investigación y descubrimiento, mi madre me llamó un día, llorando. “El oncólogo acaba de decirme que tengo un tumor en los pulmones”, me informó con voz trémula, y me quise morir. No, pensé, otra vez no. Mi madre era mi inspiración y ya había sufrido demasiado. Le dije que la quería mucho y que pronto estaría con ella. Al día siguiente abordé un avión rumbo a Ohio.
En su casa me explicó que los médicos le habían recomendado cirugía y radiación. Yo le dije que creía que había un método mejor, el cual fortalecería los innatos mecanismos curativos de su cuerpo, apuntalaría su salud y le ofrecería un procedimiento sano, sostenible y científicamente sólido para alcanzar bienestar de por vida.
Intensifiqué entonces mis investigaciones. Dediqué cientos de horas a leer sobre cáncer, nutrición, hierbas medicinales y antioxidantes y me comuniqué con algunos de los mejores practicantes de la medicina integral en el mundo entero, para pedirles consejo sobre cambios en la nutrición y el estilo de vida que afianzaran la inmunidad y la curación. Con base en todo lo que aprendí, modifiqué por entero la dieta de mi madre.
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