AnarchiColf AnoniMa
Ocupada de otra manera
Título original: Diversamente occupata
Traducido por: Georgina Jimenez
“© 2020 AnarchiColf AnoniMa”
Dedicado a todas las personas alérgicas al polvo.
ÍNDICE DE CONTENIDO
PARTE PRIMERA
QUE HISTORIAS!
Cada referencia a hechos y personas, es increíblemente no casual.
PRIMER DIA
Es martes.
Finalmente recibí una respuesta a mi anuncio de trabajo, publicado gratuitamente en el escaparate del Lidl. Mientras me dirijo a la casa de mi primera empleadora, con mi carruaje tirado por un par de caballos lipizzanos (Fiat de 1995), ululando en voz alta “We are the champions”, intento imaginarme cómo será mi primer día de trabajo.
Pienso cómo podría sorprender a mi empleadora positivamente. En cómo me saldrán ampollas en las manos haciendo brillar esa casa como un Swarovski. En cómo la voy a perfumar como el bouquet de flores de naranja de la novia de mayo de la revista Marie Claire. En cómo voy a esterilizar como un quirófano suizo. Seguramente la empleadora dará vueltas por la casa, contemplando el brillo reluciente de los muebles preguntándose cómo yo pueda costar tan poco. Sintiéndose avergonzada en medio de esa espléndida casa inmaculada, claramente decidirá emplearme toda la semana duplicando mi salario, por miedo a que algún otro me lleve.
Después de cuarenta kilómetros y quince euros de nafta Keropetrol, llego a mi destino. Subo los escalones de dos en dos y doy mi mejor sonrisa, blanqueada con bicarbonato, a mi primera empleadora, la señora De Pizzis.
Creía que intercambiaría dos palabras como cualquier ser humano dotado de capacidad lingüística al menos básicas. Nada de eso. La señora, dedicándome 3,2 segundos, me indica dónde encontrar los detergentes sin siquiera mirarme a la cara, me hace la lista de todas la limpieza que habría tenido que hacer en dos horas, remarcando hasta el cansancio, de limpiar bien bajo la alfombra porque ella es “ALERGICA AL POLVO”.
Se va, saludándome respetuosamente con un “Adiós”, murmurado desde el hueco de la escalera.
El buen día se ve desde la mañana.
Y luego continúa.
Me pongo a trabajar. Me dirijo rápidamente a limpiar debajo de su apreciada alfombra. Supermierda! Se levanta una cantidad de polvo grande como el moquillo en las tardes de julio. Ahora, con curiosidad, empiezo a ver también los otros ambientes: piso de parquet cubierto de polvo blanco tipo playa de Bora Bora, aparador blanqueado con pelusas de lana merino y lámparas que crean juegos de luces con efectos románticamente impregnados por los kilos de polvo acumulados, en los siglos de los siglos, amén. En la cara de la alergia! Si fuera cierto, ya estaría muerta!
Y, como se sabe, las sorpresas no terminan nunca. Siempre más aterrorizada, lentamente abro la puerta del primer baño. De inmediato noto una mega- ducha con cabezales de hidromasaje, de donde cuelgan hongos verdes. Estanterías con colecciones completas de perfumes, perfumitos y perfumones pegados a los estantes. Y, por último pero no menos importante, la tabla del inodoro pegada como la cacerola de mi abuela cuando se le quemaba la polenta.
Todo esto, teóricamente se podía limpiar en dos horas, según la empleadora. Según cualquier otro ser vivo, de la rana para arriba, por el contrario, se necesitarían al menos diez horas.
Mi sueño de sorprenderla con brillos se evaporó de inmediato.
Naturalmente después de esta primera empleadora, llegaron muchas otras y, en el 87% de los casos (estadística gubernamental, se presentaron como “alérgicas al polvo”, incluso si tenían un criadero de ácaros genéticamente modificados en la casa. Desde ese momento, con la experiencia, he aprendido que cuando una clienta me dice que es alérgica al polvo, me tengo que presentar con un inhalador para el asma en el bolsillo.
LOS ALBORES
Desde niñas éramos particularmente ordenadas, meticulosas y precisas. Mientras crecíamos hemos estudiado mucho y, luego hemos comenzado a trabajar y como somos personas que no se conforman, también hemos desarrollado una amplia y fructífera experiencia de trabajo en el exterior, que nos permitió, entre otras cosas, aprender perfectamente dos idiomas extranjeros: inglés y portugués.
Ahora somos dos “muchachas cuarentonas”, “juveniles”, amantes del jabón, educadas, sabemos usar correctamente los cubiertos y los verbos y, tampoco estamos tan mal con respecto a la arquitectura. Trabajadoras serias y voluntariosas, con reclamos normales (no osamos pretender la Luna, pero al menos la Tierra…). Parecemos dos personas de bien, eh? De hecho, lo somos, y hemos incluso engendrado dos espléndidas niñas (una cada una, por favor!).
Después de los varios peregrinajes a la agencias de empleo, oficinas de trabajo y agencias de prácticas o interinatos donde nos hacían el favor de ofrecernos sólo trabajos con visión de futuro de dos días al mes o 1,45 horas al día, entendimos que éramos demasiado viejas para ciertos trabajos, demasiado jóvenes para jubilarnos, con demasiada experiencia de trabajo o demasiado inexpertas, demasiado mamás, demasiado morochas, demasiado delgadas, demasiado gordas, demasiado altas, demasiado bajas, demasiado planas, demasiado curvilíneas, demasiado bellas, demasiado feas, demasiado simpáticas, demasiado antipáticas…
Y, cuando es mucho, es mucho!
Habiendo llegado a este punto, la única posibilidad que nos quedaba era ser domésticas. Y aquí estamos!
De todas formas, la idea de este libro, no nació como un acto de denuncia contra la sociedad, sino sólo como un muy miserable beneficio económico.
LAS NUEVISIMAS AVENTURAS DE LASSIE
Uno de los episodios más divertidos que me sucedieron en mi carrera como doméstica, fue emitido un martes por la tarde, día en que me dirijo de los señores Poretti.
Abro la puerta de su villa (los Poretti me han regalado un manojo de llaves, porque no creen que vaya a robarles los azulejos de porcelana azules) y de repente siento un olor profundo, muuuuuuuuuuy profundo, me cubre completamente. No es olor a gas, no es olor a quemado, ni a ajo… Y si, es justamente olor de esa cosa allí… caca.
Sobre la mesa de la cocina encuentro un post-it que dice: “Cricri hizo sus necesidades abajo, en el sótano. No te molestaría recogerlas, desinfectar bien el piso y luego lavar también al perro que se ha ensuciado?”
Bajo al sótano a inspeccionar el sitio, con el mismo ánimo despreocupado y alegre de una cobra, un segundo antes de clavarte los colmillos. El espectáculo es horripilante y pienso: “Noooooooooooo eso no me molestaría, me tocaron los dados, pero no esos normales de seis caras, esos mágicos de ocho.”
Qué hacer en ese punto?
- Dejo yo también un post-it para explicarle a sus maestranzas de hace decenios y, que tienen una compensación adecuada, existen los lugares específicos donde los perros, mierdosos y no, se llevan a lavar?
- O pido ayuda a Amnesty International?
- O mejor, fundo yo misma una asociación en defensa de las domésticas, tipo… no lo sé… el teléfono marrón (cada referencia al color es impuramente casual) donde, con un par de abogados fracasados, pero mal fracasados, ayudo a las domésticas a defenderse de los empleadores que se extienden un poquito demasiado con los pedidos de limpieza?
Sobre las primeras, no consigo evitar que la bilis se me suba como la crema en la Saint-Honoré. Luego, lentamente, me siento y ese mierdoso perro comienza a mirarme, baja las orejas y me mira fijo con sus ojazos grandes grandes, negros negros, dulces dulces… y así me ha jodido me ha jodido. Me pongo dos pares de guantes y comienzo a limpiar el piso. Claro que la hizo bien! Pero muy bien! Enorme! Por el resto, el perrito es un hermoso pastor maremmano macho de sesenta y tres kilos, prácticamente la versión 4D de Lassie. Incluso sus necesidades están a la altura de las circunstancias.
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