Índice
Introducción
Parte Uno
¿Te esfuerzas por ser perfecto?
¿Qué es el perfeccionismo?
¿Eres un perfeccionista?
El precio y las ganancias del perfeccionismo
Observa el panorama general
Temor vs. pasión
Parte Dos
7 estrategias para aplastar a tu crítico interno
P: Procede a hacer una autopsia de tu pasado
E: Evalúa tus expectativas
R: Refuerza los caminos nuevos
F: Fracasa de modo que te beneficie
E: Elimina los extremos
C: Crea, no compares
T: Trasciende
Mejor que perfecto
Acerca del autor
Créditos
Para Jeffrey, por tu amor y tu apoyo
incondicionales. Gracias por ayudarme
a ver lo asombroso que puede ser lo
Mejor Que Perfecto.
Y para todas las personas cansadas
de no sentirse como si fueran lo
suficientemente buenas. Ustedes sí son
Mejor Que Perfectas.
H e sido perfeccionista la mayoría de mi vida.
Con toda sinceridad, he sido recompensada bastante bien debido a ello.
Al mismo tiempo, sin embargo, ha causado muchas lágrimas, tensión y problemas para mí y para la gente que me rodea.
Eran las 7:27 de la mañana. Me había levantado desde hacía unas cuantas horas para intentar hacerle frente a mi larga lista de pendientes antes de volar hacia Nueva York alrededor del mediodía. Todavía tenía que empacar y me preguntaba qué zapatos debería llevar; tenía que responderle a un periodista acerca de cómo destacar en el lugar de trabajo durante tiempos de cambio; vaciar la lavadora de platos; preparar el desayuno de mis hijas y hacerle una prueba a mi niña de ocho años de ortografía.
Mi nivel de estrés definitivamente estaba elevado, pero trataba de mantenerme bajo control.
“Desagradable”, dije, al leer una palabra de la lista de ortografía.
Al echar un vistazo por encima del hombro de mi hija sobre la hoja en la que estaba escribiendo leí: “ DEZAGRADABLE ” . Una Z en vez de una S . Uy.
Cuando escribió desagradable incorrectamente me empecé a portar desagradablemente. En parte porque yo siempre había tenido dificultades con la ortografía. (¡Me encanta la función de la computadora que revisa la ortografía!) Pero el problema más grande es que yo era perfeccionista, y ser perfeccionista en ese momento podría haber hecho que tanto mi hija como yo nos sintiéramos muy infelices.
“Tu examen es hoy, cariño”, le dije, con lo que esperé que fuera un tono que la motivara. En realidad yo estaba muy inquieta pues pensaba que se equivocaría en esa palabra en la prueba.
Ahora que relato este incidente me apena que el hecho de que mi hija escribiera mal una letra me molestara tanto. Desafortunadamente así fue.
Siempre he tratado de esconderles a mis hijas mis tendencias perfeccionistas, pues espero no heredárselas. Pero, ¿a quién estaba engañando? La tensión en nuestra cocina era palpable.
Luego mi hija nos salvó. “Mami, creo todas necesitamos respirar profundamente”, dijo.
Esto fue la conocida sabiduría que proviene de la boca de los niños. Pero para mí fue mucho más que eso: fue una llamada de atención importante.
En cierta forma, el perfeccionismo es recompensado dentro de nuestra sociedad. Quizá seamos la persona que constantemente se queda en el trabajo hasta la medianoche, ya sea para terminar un proyecto en particular o para destacar en nuestro trabajo en general. Quizá nos estemos esforzando por tener el cuerpo de una supermodelo o un superhéroe. O podemos rebasar las expectativas “normales” para asegurarnos de que nuestros hijos entren a Harvard. Como podrás adivinar, muchos atletas campeones, científicos sobresalientes y celebridades presentan rasgos perfeccionistas. Serena Williams, una jugadora de tenis clasificada como la número uno y la única jugadora mujer que ha ganado más de 50 millones de dólares como premio, se describe de la siguiente manera: “Soy una perfeccionista. Prácticamente soy insaciable”.
Por supuesto, no todos somos perfeccionistas extremos como Serena Williams. Y, sin embargo, muchos de nosotros tenemos uno o más patrones de pensamiento o comportamientos perfeccionistas que tienen un impacto negativo a diario sobre nuestras vidas, desde nuestras relaciones hasta nuestro trabajo.
¿Algunas de estas tendencias te suenan familiares?
Ves tu vida en términos de blanco o negro. “No me dieron el ascenso; soy un fracaso”. O: “Me comí una galleta y arruiné mi dieta; de una vez me comeré la bolsa completa”.
A veces actúas por temor más que por pasión. El temor diría: “Este proyecto es tan estresante. Me podrían correr si lo hiciera mal”. Mientras que la pasión diría: “Disfruto usar mis fortalezas y colaborar con otros para hacer que este proyecto quede increíble”.
Has creado montones de reglas para ti mismo (y los demás) que ni siquiera sabes que estás siguiendo. “Debería ser más exitoso”. “Debería estar en mejor forma”. “Ella me debería llamar más seguido”. “Él debería lavar los platos puesto que yo hice la cena”.
Te rindes antes de siquiera haber intentado hacer algo, como competir por un ascenso o aceptar una tarea difícil. Piensas: “He fallado en el pasado, así que, ¿para qué arriesgarme a intentar de nuevo?” O: “Si nunca va a ocurrir en realidad, ¿entonces para qué me tomo la molestia?”.
Frecuentemente aplicas un pensamiento distorsionado al tomar decisiones. Crees que puedes leer la mente de aquellos que te rodean. “Ella piensa que soy flojo”. “Él no me ama”. O predices que el futuro va a ser intolerable y básicamente haces una tormenta en un vaso de agua. “¡Mi carrera se arruinará si me va mal con este discurso!”.
¡Suena bastante desagradable, comoquiera que lo escribas! Pero hay más…
Es probable que experimentes niveles altos de estrés, que rara vez te sientas satisfecho y que vivas con un bombardeo de autoconversación negativa que gire alrededor de tu cabeza. De manera constante piensas: “Si tan solo logro X , entonces seré feliz”. La felicidad es vista como el desenlace, el resultado de alcanzar una meta. Tu autoestima está condicionada, ya que se basa en qué tan “exitoso” te percibas a ti mismo en ese momento, o en cómo reaccionen los demás ante ti.
Quizá tu salud no sea como quisieras que fuera. Quizá tengas sobrepeso y estés batallando para seguir un programa de pérdida de peso, o quizás estés por debajo de tu peso y pasando hambre, o quizás incluso tengas un peso promedio pero te obsesione la comida. O sufras de insomnio debido al parloteo interminable en tu cabeza, cuyo volumen se incrementa al instante en que esta cae sobre la almohada. O experimentes molestias o dolores sin explicación médica que provoquen que tu energía y tu disfrute de la vida se marchiten.
Tus relaciones quizá no sean tan felices o tan satisfactorias como quisieras. Quizá des prioridad a otras personas y tareas por encima de tu propia diversión, tus propias necesidades de relajación o de recobrar energía, y a veces incluso por encima de las necesidades de tu familia. Y no te engañes. Ellos lo notan y lo resienten.