«Oh, baby, baby, it’s a wild world… It’s hard to get by just upon a smile. Oh, baby, baby, it’s a wild world and I’ll always remember you like a chi ld, girl». C at Stevens Prólogo por una misma Sí, lo sé, ¿qué hace esta tipa escribiendo sobre sí misma y sobre su libro? Bueno, lo cierto es que todo libro debe tener un prólogo. Todos mis amigos y mi familia se emocionaron mucho cuando supieron que, por fin, había dado el paso de autoeditar el libro, pero no se alegraron tanto cuando les pedí que escribiesen un prólogo para mí. Nadie se atrevió (esta os la guardo). Así que aquí estoy yo, primero para presentarme y luego para desvariar.
Me llamo Rebeca, a secas, la primera vez que descubrí que me gustaba escribir fue en primaria. Escribía cuentos que al día de hoy me son complicados de descifrar por eso de la caligrafía y tal. Cuando entré en la adolescencia (bendita maldita etapa), encontré en la escritura una forma de desahogo, no sabía el porqué, pero escribir cómo me sentía me liberaba de cierto modo. De eso han pasado unas cuantas tormentas, veranos invernales, rasponazos laterales y algún que otro clavo enquistado. Sigo escribiendo para desahogarme, escribo para mí y para aquellos que en mis palabras puedan reconocerse. Todos hemos pasado por una mala racha, un amigo nos ha traicionado, nos han dado alas para luego cortárnoslas, no hemos sabido qué decisión tomar, hemos tomado una decisión y era la incorrecta… En definitiva, todos hemos caído alguna vez para volver a levantarnos.
Y eso es lo que importa, volver a levantarse. En mi opinión, esta vida gira en torno a la búsqueda de la felicidad y, para completar esa felicidad, recurrimos, a veces en exceso, a la búsqueda del amor. El amor no es solo tener un novio que te agarre de la mano y con quien vas a dar un paseo por el parque. NO. El amor es el abrazo que te da tu madre cuando, sin decir nada, te mira a los ojos y sabe que algo no va bien. Tu padre por detrás preguntándole a escondidas a ver qué le pasa a la nena.
La bronca de tu hermana mientras te dice que no te fíes de nadie porque ya te ha visto atrapada demasiadas veces en la misma red. El amor es un amigo en bicicleta a las ocho de la tarde, cuando hace un frío que pela, viniendo hasta tu casa desde la otra punta de la ciudad para sacarte de la cama. La amiga que está las veinticuatro horas del día pegada al móvil (y qué agobiante a veces), pero que en cuanto le escribes para una urgencia se planta en tu portal y no hay quien la mueva hasta que no te saque una sonrisa y te dé un abrazo. Tu «hermano», casi mellizo, de otra sangre, otros padres, que aunque el mundo esté contra ti se pone a tu lado para hacerle frente contigo aun estando en la otra punta del mundo. Los amigos que saben que no estás como tienes que estar y te escriben diciendo que tienen algo que contarte, y tú, tonta de ti, te lo crees, cuando solo es un pretexto para sacarte de casa. Es la amiga que te dice cuatro verdades que escuecen a la cara pero, joder, qué bien va a curar la herida.
Cafés sin decir nada, silencios cómodos. Quedar para hablar sobre recuerdos de infancia. Es esa persona que está ahí, ahora, mañana y quién sabe hasta cuándo, pero quiere estar y no le faltan las ganas. Pero sobre todo, y una sabe bien de esto aunque no lo ponga en práctica, el amor es quererte a ti mismo. Saber decir «basta, no merezco esto», dejar de mendigar migajas de cariño interesado. Saber que primero estás tú, luego tú y después tú.
Esta es una vida de continuos altibajos, una montaña rusa emocional, con suicidios sentimentales, corazas antisociales y miedos a traiciones. Este libro está escrito porque yo también he vivido eso mismo que tú acabas de reconocer ahí arriba. Está escrito para que te puedas ver reflejado en mis palabras, para que te sientas comprendido y saber que no estás solo, que somos muchos los que sufrimos de astenia por obsesionarnos con encontrar aquello que nos haga feliz. Y, si no te sientes reflejado, al menos espero que sirva para que comprendas a personas que estén pasando por esa situación o, al menos, te entretenga leerlo. No quiero extenderme mucho más. Solo os digo que si alguna vez os llamaron locos, bipolares u os sentisteis incomprendidos, no lo tengáis demasiado en cuenta, cuesta entender aquello que alguien no ha llegado a experimentar.
Pero también os digo que si os intentáis explicar y os siguen tachando de «llorones», no perdáis más el tiempo y no gastéis más saliva. Hay personas que prefieren no entender. Ahora sí, doy paso a lo que de verdad importa, no sin antes agradecer a ciertas personas que esto se haya hecho realidad. Primero de todo a mi madre, que siempre, desde que soy una enana, me ha apoyado con la escritura y ha disfrutado leyendo cada uno de mis escritos. A mi padre que, aunque no muy hablador, ha estado ahí, sin enterarse mucho de lo que estaba tramando su hija, pero se ha alegrado enormemente. A Andrea, mi hermana, ella ya sabe por qué, no son necesarias las palabras.
Al resto de mi familia porque sé que dieron saltos de alegría cuando se enteraron de esta aventura. A mis amigos (no les nombraré porque ellos saben quiénes son) que me han empujado a tomar la decisión y me han leído y me han animado. Y, aunque no sea la persona que más tiempo lleve en mi vida, a mi pareja. Que está ahí siempre, en lo bueno, en lo malo y en lo peor. Que nunca imaginé encontrar a alguien con un corazón tan grande y sincero. Que su sonrisa y su mirada me dan la vida.
Espero que hayas llegado a mi vida para quedarte para siempre. Cazamariposas Ha vuelto el frío que me congela el estómago. Las ganas de vomitar mariposas mientras tras mi espalda escondo aquello que las atrape. Para alcanzarlas y colocarlas en una vitrina, mirándolas con desprecio. Una a una, reflejo de cada cicatriz. Voy a cerrar la boca para no besar más sapos con apariencia de príncipe.
A mi pequeña unicornio Me da igual cuantas piedras se interpongan en mi camino si tengo a gente como ella en mi vida. La que te abre los ojos para hacerte ver que te está tendiendo la mano para hablar sobre cómo se rompe hasta la más grande de las rocas. De ensueño Se empeña en seguir robándome sueños, haciéndose protagonista de cada uno de ellos. Me incita a ensoñaciones mientras me encuentro consciente. Quimeras cada vez más tangibles. La vida sigue Aunque te conviertas en millones de gotas de lluvia que te calen hasta los huesos.
Aunque sientas que a tu alrededor todo está oscuro y no sepas hacia dónde caminar. Aunque te rompan en pedazos de cristal que se atrevan a cortar tu piel. La vida sigue, el reloj no se detiene. Tu vida sigue. Farfalla A menudo solía imaginarte en Bilbao. De hecho, cada vez que pisaba aquel suelo, me encontraba buscando tu cara entre la multitud.
Pensé que igual habías decidido irte a Barcelona. Tal vez a Irlanda, sé que te encantaba Irlanda… Había temporadas en las que simplemente estabas ahí, caminando sobre una cuerda que dejaba bajo tus pies un abismo tan oscuro como la primera noche que pasé sin ti. Pero… el destino. Contigo siempre es así. Son ya varias las veces que me han planteado si me he enamorado alguna vez en la vida. Enamorarse para mí son tus ojos claros, nuestras charlas interminables, las mariposas, tu forma de ver la vida, tu voz a través de mi móvil, la cerveza en la playa que aún nos debemos… Hoy te pongo distancia.
Y soy feliz. Feliz porque sé que fuiste, porque sé que estuviste, porque sé que estás. Donde sea, estás. Vuelve, quiero volver a enamorarnos. Mi «hermano» Las películas alternativas de los cines Florida. Tomar un café, o dos, en el Aldapa.
Arreglar el mundo sentados en La Cuesta mientras nos da el sol de verano. Tomar té en el Man in the Moon mientras fuera está diluviando. Hablar sobre libros, cine, música, penas, alegrías… estupideces en general. Que me des un tortazo verbal que me ponga los pies en la tierra. Ir de compras, separarnos y al encontrarnos haber coincidido en la misma prenda. Enfadarme contigo sabiendo que en el fondo es imposible.