La Felicidad del Reino
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Por
Fernando Davalos
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Introducción
Capítulo 1: Definiendo la Felicidad
Capítulo 2: ¿Por Qué la Felicidad es tan Difícil de Alcanzar en Esta Tierra?
Capítulo 3: La Felicidad y Nuestra Vida Espiritual. ¿Hay una Relación?
Capítulo 4 : ¿Hay Alguna Manera de Alcanzar la Felicidad en Nuestras Vidas?
La alegría perfecta, según san Francisco de Asís
“S an Francisco y el hermano León iban camino a Santa Maria Degli Angeli, desde Perugia, era invierno, y estaban atormentados por el fuerte viento cuando el hermano León le preguntó: Padre, te ruego de Dios que me digas dónde está la perfecta alegría. Y San Francisco le respondió así: Cuando lleguemos a Santa Maria Degli Angeli, completamente mojados por la lluvia y muertos de frío, llenos de barro y afligidos por el hambre, y llamemos a la puerta del convento, y el portero, irritado, nos diga ¿y ustedes quiénes son? Y le digamos: Somos dos de tus hermanos, y nos diga: No es verdad: son dos vagabundos que buscan engañar al mundo y robar limosna a los pobres; fuera de aquí. Y no nos abra y nos deje a la intemperie bajo la nieve y la lluvia, con frío y hambre hasta la noche: entonces, si aguantamos tanto insulto y crueldad, tantos malos tratos, con paciencia, sin molestarnos y sin hablar mal de él, escribe que no hay alegría perfecta en ello. Y si todavía, confundidos por el hambre y el frío y la noche volvemos a llamar y le pedimos al amor de Dios, con lágrimas en los ojos, que abra la puerta y nos deje entrar, y él más escandalizado diga: Vagabundos inoportunos, yo les pagaré como se merecen. Y salga de allí con un palo y nos agarre la capota y nos tire abajo y nos arrastre por la nieve y nos pegue con el palo: Si con paciencia y con alegría llevamos todas estas cosas, oh, hermano León, escribe allí que en eso está el gozo perfecto. Si Dios puede obrar a través de mí, puede obrar a través de cualquiera, y nos enseña a vivir la virtud de la humildad; sabiendo encontrar alegría en la pobreza, ya que nada es necesario para amar a Dios. De nada sirve andar por todas partes predicando a menos que nuestro andar sea nuestra predicación”.
(es.aleteia.org/2015/12/25/)
¿H as oído reír a un niño? Allí hay felicidad. Eso es felicidad. Ya no sigas buscándola.
Pero... ¿la felicidad es una condición externa que hay que buscar en nuestro mundo material o es un estado del ser que hay que desvelar desde dentro hacia fuera de nuestra propia oscuridad humana?
La felicidad no aparece en el aire de ningún lado para que todos la vean. Es un proceso interior en todo ser humano que se deriva ciertamente del sufrimiento; del sufrimiento que implica la limpieza de nuestros actos de humanos encarnados durante tanto tiempo en una naturaleza pecaminosa. Es un doloroso cambio de vestiduras, de la vestidura sucia de piel de animal que Dios le dio a Adán después de su desobediencia, y que todos usamos actualmente, a una vestidura de luz en un cuerpo santificado, donde sólo mora el Espíritu Santo. Cuanto más hagamos lugar para el Espíritu Santo en nuestros cuerpos, más estaremos manifestando su gloria. Este es el significado de abrazar nuestra cruz, como nos advierte Jesús de Nazaret a través de Mateo 16:24: “ Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame ” (RVR, 1960).
Parece que la presencia de lo divino que emana de los seres espirituales superiores en todo momento produce en nuestro propio ser una sensación de plenitud y bienestar, de contento y felicidad. Tuve esa experiencia mientras estuve en compañía de un hombre-medicina nativo americano cuya aura era tan gratificante que nadie quería alejarse de su presencia, incluyéndome a mí.
En la transfiguración de Jesús, los apóstoles que estaban con El, Pedro, Santiago y Juan quedaron tan impactados por la alta frecuencia espiritual en la que estaban inmersos en esos momentos, que incluso le propusieron a Jesús construir unas pequeñas chozas, y quedarse allí para siempre. En Mateo 17-4, leemos que, “ Entonces respondió Pedro, y dijo a Jesús: Señor, bueno es que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres tabernáculos; uno para ti, otro para Moisés y otro para Elías ” (RVR, 1960).
Hoy, en el epítome de la irracionalidad, la ‘racionalidad’ de algunos científicos académicos ha labrado un título absurdo para la felicidad en sus estudios: la llaman ‘bienestar subjetivo’ como si quisieran relegar una experiencia humana real al campo de una ‘ilusión positiva’ que puede ser sentida y creída o no por quienes la afirman.
Es cierto que la felicidad es una experiencia subjetiva, como lo dejó claro Jesús en Juan 8:19 al dirigirse a los fariseos: “ Entonces le dijeron: ¿Dónde está tu Padre? Jesús respondió: Vosotros no me conocéis a mí ni a mi Padre; si me hubierais conocido, también habríais conocido a mi Padre ” (RVR, 1960). Este hecho no hace que la experiencia de Jesús sea irreal, la hace subjetiva porque él había alcanzado la intimidad con su Padre Celestial a través de su propia auto purificación y obediencia voluntaria a Dios, y este ciertamente no fue el caso de ninguno de esos fariseos que podían ver solo sus propios deseos egoístas de poder y orgullo espiritual, y no sabían ni habían experimentado nada relacionado con la intimidad y la interacción real con la presencia de nuestro Padre Celestial.
Sin embargo, aunque subjetiva, la felicidad que proviene de seres espiritualmente evolucionados como Jesús, debido a su contacto permanente con Dios, también se irradia hacia los demás como una realidad muy fáctica y objetiva que puede ser sentida por cualquier individuo bajo su aura inmediata, siempre que por supuesto que esos individuos estén siendo honestos en sus corazones en su búsqueda de lo divino. Si no lo son, esta bendición espiritual pasará de sus vidas -como pasó de la vida de aquellos fariseos que preguntaban a Jesús por su Padre- porque tal es la ley, y tal es la libertad que Dios ha concedido a nuestra voluntad..
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