NOTA DEL AUTOR
Amigo lector: quiero hacer algunas puntualizaciones, antes de que empieces con el libro:
— El psiquiatra es un médico que estudia la mente y la conducta y tiene la facultad de dar psicofármacos.
— El psicólogo es un especialista en el comportamiento, que estudia sus leyes y da pautas para mejorarlo.
— Las depresiones endógenas se curan con medicamentos y es necesario seguir las indicaciones y pautas del médico.
— Las depresiones exógenas (o reacciones depresivas) se curan con psicoterapia y con algo de medicación.
— La figura del psicólogo es importante y seguir las normas de comportamiento que éste propone puede ser muy beneficioso para el paciente depresivo, para ir alcanzando un mejor equilibrio.
— Los antidepresivos deben ser prescritos por el psiquiatra o un médico que conozca su mecanismo de acción y los efectos clínicos.
— La automedicación consiste en tomar antidepresivos, ansiolíticos, fármacos para combatir el insomnio u otro tipo de farmacoterapia, sin seguir las indicaciones del médico, con grave riesgo para el cerebro y el organismo.
— Tomar medicamentos antidepresivos siguiendo el gusto personal es peligroso y puede acarrear daños mentales y efectos muy nocivos.
— En las depresiones bipolares es necesario hacer un control periódico en sangre de algunos medicamentos, para ver su nivel en el torrente circulatorio.
— Está contraindicado el alcohol mientras se toman antidepresivos y ansiolíticos, porque disminuyen y bloquean su acción, además de producir efectos nocivos y embotamiento mental.
— Durante el embarazo, la toma de antidepresivos y ansiolíticos debe ser pautada por el psiquiatra, el médico de cabecera o el ginecólogo, con prudencia y conocimiento, ya que puede afectar al feto.
— Hoy sabemos que muchas depresiones transcurren sin ser diagnosticadas y, en consecuencia, sin que esa persona tome tratamiento. Reconocer que uno está con depresión y buscar la ayuda del especialista es sensato y conveniente.
— Hay gente que no cree que la depresión sea una enfermedad, sino otra cosa. El desconocimiento de ello o la falta de información es una ignorancia impropia de los tiempos que corren.
INTRODUCCIÓN
La depresión, enfermedad de la tristeza
La depresión es la enfermedad de la tristeza. Cabalgan en su interior un abanico de sentimientos negativos que nos agobian, como la pena, la melancolía, el desencanto, la desilusión, el abatimiento, la falta de ganas y energías y todo eso acompañado de un lenguaje propio, de un estilo diverso y único a la vez, heterogéneo y homogéneo, amplio y concreto, que ofrece un muestrario de síntomas de una enorme riqueza, adentrándose en otros campos de la medicina. La definición académica sitúa esta enfermedad como el síndrome caracterizado por una tristeza profunda y la inhibición de casi todas las funciones psíquicas, que da lugar a cinco series de síntomas: físicos, psicológicos, de conducta, cognitivos (intelectuales), asertivos y sociales. Esta enfermedad deja sin energía, sin ganas de hacer nada. Su sintomatología es variadísima y se sale del campo de la psiquiatría para entrar, con mucha frecuencia, en otros terrenos médicos. Sin embargo, la depresión es algo más: es una enfermedad del espíritu.
En realidad es difícil dar una definición exacta y la anterior nos sitúa momentáneamente frente al tema. Al hablar de depresión no nos referimos a una enfermedad de bordes definidos, sino a un trastorno que puede manifestarse de muchas formas, pues afecta a lo más profundo del ser humano y cada uno guarda en su seno un estilo propio e irrepetible cuyas características se manifiestan tanto en su personalidad como en los trastornos que sufre. Por esta razón, a lo largo de las páginas que siguen he preferido hablar de depresiones en plural, incluyendo en el término tanto las alteraciones puramente psicológicas como las que tienen su origen en un problema de tipo bioquímico. No olvidemos que la depresión puede abordarse desde innumerables ángulos: anatómico, genético, metabólico, bioquímico, epidemiológico, por medio de marcadores biológicos y un largo etcétera.
La depresión constituye la gran epidemia de las sociedades modernas y desde el punto de vista de la psiquiatría supone una materia de trabajo apasionante y de enorme extensión. Y aunque hablo de actualidad, las depresiones suponen un problema que ha llamado la atención de los estudiosos desde tiempos muy antiguos. Ya los primeros médicos de la historia, como Galeno o Hipócrates, especularon sobre el tema y en esta labor les siguieron otros grandes nombres como Burton o Kraepelin. En cierto modo, el estudio histórico de las depresiones resume la propia evolución de la ciencia médica, en particular la psiquiatría.
Debemos tener en cuenta que las depresiones han existido siempre, pero hoy conocemos mejor sus mecanismos de funcionamiento y también la manera de tratarlas. Como hemos mejorado los procedimientos médicos y disponemos de mayor información al respecto, también se diagnostica este trastorno con mayor frecuencia, pero esto no quiere decir que las depresiones sean un mal exclusivo de nuestra moderna forma de vivir.
Un dato curioso se encuentra en el hecho de que las depresiones evolucionan. Al menos así parece desprenderse de los estudios realizados a lo largo de las últimas décadas: aunque a grandes rasgos el trastorno es el mismo, también podemos observar diferencias notables entre las que se veían hace veinte o treinta años y las que tratamos hoy en día. Lo fundamental de las depresiones de hoy se consideraba secundario en las antiguas. Este cambio constatado por el análisis clínico ha desplazado el acento hasta tal punto que el psiquiatra y el psicólogo actuales deben sumergirse en la frondosidad del problema si quieren establecer un diagnóstico correcto.
Es labor del médico tener en cuenta estos matices para poder aplicar un tratamiento cada vez más eficaz y gracias a esta tarea, que incluye la aparición de los diagnósticos dobles y triples, se han conseguido notables avances, incluidos los cada vez más eficaces psicofármacos. Por este motivo mi atención se ha centrado en gran medida en el aspecto de la evolución y en el intento de captar sus cambios, modificaciones, lenguajes y formas de expresión. En este libro tendremos ocasión de contemplar gran variedad de casos clínicos, cada uno de ellos reflejo de una trayectoria vital concreta y única.
El seguimiento de los cambios habidos en las enfermedades psíquicas resulta muy provechoso e incluso podemos observar cómo se produce una especie de sinfonía psicopatológica en la que no siempre es posible descubrir un sentido. Esto influye en la tarea de diagnóstico y hace muy interesante la labor de análisis médico, pues uno de los avances más importantes en el campo de las depresiones y de la psiquiatría en general radica en descubrir si existe en realidad una línea sistemática en las modificaciones psicopatológicas. No es tarea fácil, pero supondría un gran logro establecer una teoría al respecto.
Dado que se trata de un campo de estudio tan amplio, en este libro sólo pretendo ofrecer una visión particular del tema, centrándolo en las cuestiones que me parecen de más interés desde mi punto de vista. Para realizarlo me he basado sobre todo en mi experiencia clínica y en las preguntas que me he planteado a diario en mi labor como médico. Puesto que la psiquiatría actual estudia la depresión desde muy variadas vertientes, hasta tal punto que la mera catalogación de los tipos de trastorno supone ya una tarea prolija, he optado por concentrarme en ciertos aspectos concretos como las depresiones obsesivas, las depresiones crónicas, las distimias depresivas, la alexitimia (es decir, la dificultad para expresar ante los demás nuestros sentimientos) y los factores asociados, como son la sintomatología sustantiva (principal) o adjetiva (la que está en un segundo plano) o los denominados residuos depresivos: éste es un tema de especial interés, ya que se ha podido observar que en las depresiones recurrentes, las que se manifiestan con recaídas, aparece una especie de «rescoldo». Esto nos llevará al tema de la personalidad depresiva, una forma de ser característica con propensión a sufrir tristeza. Hablaré también de