Contents
Guide
Un sello de Simon & Schuster, Inc.
1230 Avenida de las Américas
Nueva York, NY 10020
www.SimonandSchuster.com
Copyright © 2020 por Sweetcheex Entertainment Inc.
Copyright de la traducción © 2020 por Simon & Schuster, Inc.
Todos los derechos están reservados, incluido el derecho de reproducción total o parcial en cualquier forma. Para obtener cualquier información diríjase a: Atria Books Subsidiary Rights Department, 1230 Avenida de las Américas, Nueva York, NY 10020.
Esta publicación contiene las opiniones e ideas de sus autores. Se vende con el entendimiento de que los autores y la editorial no participan en la prestación de servicios de salud en el libro. El lector debe consultar a sus propios proveedores médicos y de salud, según corresponda, antes de adoptar cualquiera de las sugerencias de este libro o hacer inferencias.
Los autores y la editorial renuncian específicamente a toda responsabilidad por cualquier responsabilidad, pérdida o riesgo, personal o de otro tipo, que se incurra como consecuencia, directa o indirectamente, del uso y la aplicación de cualquiera de los contenidos de este libro.
Primera edición en rústica de Atria Español, abril 2020
y su colofón son sellos editoriales de Simon & Schuster, Inc.
Para obtener información respecto a descuentos especiales en ventas al por mayor, diríjase a Simon & Schuster Special Sales al 1-866-506-1949 o al siguiente correo electrónico: .
La Oficina de Oradores (Speakers Bureau) de Simon & Schuster puede presentar autores en cualquiera de sus eventos en vivo. Para obtener más información o para hacer una reservación para un evento, llame al Speakers Bureau de Simon & Schuster, 1-866-248-3049 o visite nuestra página web en www.simonspeakers.com.
Gráficos selectos por Raymond Morales
Fotografías de comida por Natalia Wrobel Katz
Fotografías de estilo de vida y ejercicios por Francis Bertrand
Diseño de la cubierta por Min Choi
Fotografía de la cubierta por Francis Bertrand
ISBN 978-1-9821-3482-2
ISBN 978-1-9821-3483-9 (ebook)
¡Atención!
Este no es tu típico libro de dieta keto.
No contaremos calorías ni macronutrientes.
No orinaremos sobre tiras reactivas.
Y no nos castigaremos si no estamos en cetosis las veinticuatro horas del día.
Esto es keto a mi manera, para todas mis chingonas a quienes no les gusta seguir las reglas, pero que quieren disfrutar de los beneficios de un estilo de vida feliz y sano.
¡Adelante!
Glosario
boss bee: una mujer hecha y derecha con grandes éxitos personales y una mente evolucionada (del inglés:
built on self-success [
boss]
babe embracing evolution [
bee]) cabrones: los idiotas en nuestras vidas que nos tenemos que quitar de encima chula: una mujer hermosa,
sexy y maravillosa lonja: el rollito de grasa alrededor de la cintura, también conocido como “llantitas” o “michelines” nalgas: tu trasero, glúteos, pompas y…
Chingona
una mujer de armas tomar que vive la vida en sus propios términos
Introducción
M e considero una chingona, y si has levantado este libro, estoy bastante segura de que tú también eres una chingona. ¿Por qué? Pues, porque como yo, desafías las reglas, creas tu propio camino para seguir tus sueños y estás lista para repartir patadas en las nalgas y lograr lo que te propones. Además, asumo que, si estás hojeando este libro, tú también has puesto a tu salud y tu cuerpo al final de tu lista de prioridades. Es fácil ubicarnos al final cuando estamos haciendo malabarismos para mantener todo a flote en nuestras vidas, pero eso termina ahora. Una parte esencial de nuestro increíble camino en este mundo debe incluir tomar el control de nuestra salud, y eso es lo que espero que podamos lograr juntas con “Chi-keto”, que es el apodo que le he dado a mi tipo de keto.
Déjame adivinar: del dicho al hecho hay mucho trecho, ¿verdad? Sí, te entiendo y estoy contigo. Sé lo que es crecer rodeada de miembros de la familia que muestran su amor a través de la comida y te amenazan con la muerte de niños hambrientos cuando no quieres terminar las enormes porciones servidas con tanto amor en tu plato. Y ni hablar de la culpa que nos atraviesa el corazón cuando nuestras abuelitas nos miran con ojos tristes porque les estamos rechazando una segunda porción de nuestro plato favorito, el que pasaron el día entero cocinando solo para nosotras. ¡Ay Dios mío! Entonces, ¿qué hacemos? Pues, comemos, eso es lo que hacemos. Comemos hasta la última miga en el plato; aprendemos a asociar la comida con el amor, el confort, el consuelo; y de pequeñas nos apodan “gordita”, lo cual aprendemos a aceptar como un sobrenombre cariñoso. Hasta que llegamos a la adolescencia; ahí es cuando nos metemos en problemas. Si estamos demasiado flacas, nuestras familias se proponen engordarnos para que nos veamos más “saludables”, y si tenemos libras de más, nos advierten que nunca encontraremos un hombre viéndonos así, pero aun nos siguen alimentando a lo grande, en total contraste a sus advertencias amenazadoras. Y así comienzan las dietas y el efecto yoyo.
Desde que tengo memoria, he luchado con mi peso. Una vez, me mudé con mi abuelita durante dos meses y subí una cantidad ridícula de peso porque no podía decirle no a su comida —jamás podría faltarle el respeto a mi abuelita de esa manera—. Eso terminó cuando, un buen día, mi mamá me agarró por la lonja más reciente y me dijo: “Creo que es hora de que vuelvas a casa”. Pero en casa tampoco fue fácil. Crecí viendo a mi mamá y a mi tía probar diferentes dietas mientras mi abuelito les decía continuamente qué comer y qué evitar. Él era de la vieja escuela y estaba en muy buena forma, y sé que pensaba que estaba dando consejos útiles cuando le decía a mi tía: “Si estás gorda, no te va a querer un hombre”. Estoy segura de que algunas, si no todas, han escuchado una versión de esa frase, ya sea en casa o en una reunión familiar. Es un clásico en la comunidad latina, pero está lejos de ser práctica, ¿no? Lo único que logra es aumentar nuestras inseguridades.
Al entrar en mi adolescencia, no solo obtuve los increíbles genes de mi mamá (con curvas eternas que con el tiempo aprendería a amar), sino que también heredé algunas de sus inseguridades. Ese fue el momento en que las dietas se volvieron parte de mi vida. Y cuando digo que he hecho muchas dietas, quiero decir que las he probado todas, desde la dieta de la sopa de repollo y la de jugos hasta las megapopulares que prohíben los carbohidratos y las grasas. Lo que se te ocurra, lo he intentado. La primera vez que hice la Dieta de la Zona, fue por consejo de mi mamá para poder entrar en mi vestido de baile de fin de año (el prom). Me lancé, la hice por un mes entero, logré bajar de peso y me sentí como una reina con mi vestido. Pero cuando terminó la fiesta, volví a mis viejos hábitos alimenticios y recuperé todo el peso con algunas libras de más. Un momento de silencio para mis jeans preferidos rasgados por mis muslos. Y claro, luego la pregunta que enseguida llegó de toda mi familia… ¿y la dieta? Y con cada dieta que le siguió a esa, le siguió también el mismo ciclo. Me iba súper con el plan, pero luego de un tiempo empezaba a hacerle ojitos a todos los manjares que se comían mis colegas en los almuerzos de negocio, o a las tortillas, los frijoles y el arroz que se servían mis parientes en las reuniones familiares, mientras que a mí no me quedaba de otra que comer pedazos aburridos de pollo sin sabor, hasta que tiraba la toalla. Esas dietas insulsas y estrictas jamás se ajustaron a mi estilo de vida. Entonces, luego de haber sacrificado un mes o dos y ver cómo el peso bajaba repentinamente, volvía a mis viejos hábitos y observaba con impotencia cómo nuevamente subía el número en la balanza más y más y más lejos de mi meta.