Índice Introducción. Sobre la necesidad de ser infeliz
con la idea de felicidad imperante Capítulo 8. Trátate siempre mal. Nunca te apoyes ni te trates con cariño O, dale una oportunidad a la
amabilidad en tu vida No pretendo ser un aguafiestas. No pretendo entrar en tu vida, en la que no te falta de nada y eres constantemente feliz, y arruinarte el día. Así que no te preocupes por eso, si eres feliz te voy a dejar como estabas; es más, este libro te lo puedes ahorrar y acudir al bar más cercano, o qué sé yo, a bailar.
Pero si, por casualidad, no eres constantemente feliz y hay días que de verdad no puedes más y parece que andas corriendo a todas partes con los dientes apretados, quizás puedas dedicarle un tiempo a estas páginas. Tampoco pretendo en este libro que te dé igual lo que pasa a tu alrededor y que entres como en una especie de burbuja de felicidad donde nada te toque y tú andes por ahí sonriendo mientras la ciudad o la naturaleza se derrumba. El trabajo personal solo funciona si se convierte en social. No te salvarás si te salvas tú solo. Te lo prometo. Tan solo tendrás más posibilidades de hacerlo si ayudas en lo posible a tu entorno, a los que te rodean y a tantos otros asuntos que nos conciernen y que son de gran importancia.
Este no es, pues, un libro de crecimiento personal, sino de crecimiento social. En estos tiempos vivimos en la sociedad de la escasez. Siempre parece faltarnos algo: tiempo, dinero, libertad, una casa, sentido vital, amor, espacio, sosiego, esperanza, confianza, cariño... La lista es interminable por el mero hecho de que este sentimiento de escasez lo impregna todo, y así todo nos parece escaso, empezando por nosotros mismos. Somos los seres escasos. ¿Te suena algo de lo que estoy hablando? Una de las ideas de este libro, pues, es la de mejorar nuestro nivel de conciencia para que nos demos cuenta de que vivimos en un sistema que nos quiere escasos para poder vendernos cosas para tratar de llenar esa escasez, a sabiendas de que jamás podremos llenar con cosas ni con personas cosificadas ningún vacío vital.
Las cosas no son vida, por lo que no pueden llenar nuestra VIDA. No es que sea esto un signo exclusivo de nuestro tiempo, pero sí que ahora resulta más imperioso que nunca reconducir la manera de vivir en pro de una forma más hermosa y respetuosa de existir con el planeta, que es quien nos acoge. No pretendo con estas páginas derribar ningún sistema, pero sí —al elevar el nivel de conciencia de quien las lea— dejar que el sistema se vaya quedando sin ruedas en sus engranajes, y hoy en día, que se nos llama tanto usuarios, el sistema de la escasez acabe cayendo por falta de usuarios que lo usen. Para eso he tomado veinte puntos de conciencia y hablo sobre ellos de una manera humorística sin querer tomármelos a la ligera. No hablando como en libros de crítica social sobre lo mal que lo hacen los demás o sistemas enteros, sino de cómo podemos mejorar a nivel individual para poder ir desenganchándonos de todo lo que nos impide crecer, primero a nivel personal y luego social. No podemos sanar la sociedad si nosotros estamos enfermos.
Quizás este libro te parezca incómodo en algunos momentos, pero no lo escribí con la idea de caer bien o dar masajes en los pies a nadie, sino con la idea de que con tu trabajo personal vayamos sumando entre todos para cuidar mejor nuestro mundo. Bob Dylan cantaba que los tiempos estaban cambiando, pero quizás sea el momento de cambiar nosotros ahora. SOBRE LA NECESIDAD DE SER INFELIZ
CON LA IDEA DE FELICIDAD IMPERANTE Si ya eres completamente infeliz, este libro obviamente no es para ti. Quizás hayas escuchado hasta la saciedad la importancia de ser feliz y quizás hasta lo hayas creído o te hayas dicho a ti mismo: —Vamos, X, anímate, tienes que ser feliz, la vida es corta y tal y cual. Pero al cabo de unos días de intentarlo hayas descubierto que la necesidad de ser feliz te estresaba, te causaba todavía un agobio mayor y, en suma, te alejaba más de la felicidad. Las redes sociales todavía nos fastidian más con la idea de la felicidad: por todas partes hay gente en las playas con dientes blanquísimos, en biquini o en traje de baño, echándonos en cara que ellos son felices y nosotros no.
Parecen querer decirnos: «¡Supéralo! Nosotros somos felices y tú, que estás al otro lado de la pantalla, no eres ni la mitad de cool que nosotros». El asunto es que nos comparamos con los demás constantemente, queremos ser tan estupendos como ellos, en suma, apenas nos aguantamos lo justo como para ir avanzando. No es poco habitual escuchar, cuando le preguntas a alguien cómo está, la siguiente frase: — Un día detrás de otro. Un día más. Como si vivir fuera una cosa de la que nos hemos olvidado hace tiempo. Como si fuera una rueda de la fortuna en la que todos los demás están arriba disfrutando, mientras nuestras vidas fueran una especie de versión low cost de las suyas.
Tratamos de alcanzar esos modelos, pero ellos siempre parecen estar en otra playa aún más bonita y lejana, y con una ropa de yoga aún más ajustada y fashion . Y, para colmo del absurdo, si nosotros seguimos a esa gente que aparece al otro lado de las pantallas, nuestra propia felicidad andará detrás de nosotros esperando a que nos detengamos para podernos alcanzar. El asunto de la felicidad, por tanto, tal y como está planteado hoy en día, es una locura y no tiene ningún sentido. Quizás porque, en realidad, este marco de felicidad está diseñado de tal manera que nos deje insatisfechos para que, qué casualidad, la sociedad de consumo nos ofrezca la solución mágica a todos nuestros males: consumir. Pero ¿consumir qué? La respuesta es: TODO. Incluso nosotros mismos hemos dejado de ser personas para pasar a ser CONSUMIDORES o USUARIOS.
Y, claro, ¿qué otra cosa puede hacer un consumidor que consumir o un usuario que usar? Consumir productos, claro, sobre todo, que no necesitamos. Comida de la que no tenemos hambre. Experiencias que nos embrutecen y, por ende, de manera más estrepitosa, consumir a otras personas y, finalmente, o principalmente, a nosotros mismos. Consumirnos a nosotros mismos, explotarnos, convertirnos en una especie de esclavistas de nuestro propio cuerpo y de nuestra propia alma parece ser el signo de los tiempos. Hemos integrado a la perfección la ideología del sistema y ya nadie nos tiene que fastidiar con que trabajemos más, sino que somos nosotros mismos los que nos metemos cada vez más profundamente en los engranajes de la gran maquinaria que nos tritura sin pestañear, porque sabe que cuando nosotros nos hayamos deshecho, podrá encontrar diez mil candidatos más a ser piezas para el sistema. Como en una vuelta más de tuerca de la infame cita «El trabajo los hará libres», ahora vamos tarareando por ahí en nuestro interior: «El propio consumo de nuestras vidas nos liberará de nuestras cadenas, nos hará felices».
Sin embargo, no estamos tan aturdidos, todavía, para no darnos cuenta de que con este reclamo no estamos siendo ni más felices ni más plenos. Por eso en este libro te propongo que pruebes a cambiar algunos parámetros, como si probaras cambiar las coordenadas en las que te estás moviendo hasta ahora, para que veas si las cosas se mueven en una dirección más libre y verdadera. Pero como tanto tú como yo estamos hartos de ver a gente feliz y tal y cual, vamos a plantear las cosas desde el otro lado. Quizás estos pasos que vamos a ver para ser infeliz se conviertan en una ayuda para no andar buscando la felicidad porque sí y, tan solo, dejarla llegar. No se trata de derrumbar un sistema que nos esclaviza, sino de que el sistema se quede sin personas que someter. Let´s go. Let´s go.
Piénsalo, ¿por qué tienes que dar las gracias por algo ? ¿Acaso no te lo has ganado tú, todo ? El cielo, tu mirada, tus manos, el agua.