INTRODUCCIÓN
¡Cuidado!
¡Las apariencias engañan!
Incluso a nosotras mismas
El vestido azul marino acentuaba su figura. Ella sabía que una mujer profesional siempre debe lucir radiante. Completaban el conjunto una chaqueta roja que combinaba con el púrpura de sus zapatos, uno de sus colores favoritos porque la hacía sentir llena de energía. Parecía que ni un cabello estaba fuera de lugar. Su peinado y maquillaje le daban un aire de celebridad. Irradiaba seguridad y atraía miradas, aunque en esa conferencia no tenía ninguna responsabilidad más que sentarse a escuchar, observar y aprender. ¡Estaba más que lista para recibir todo lo que las conferencistas le brindaran!
Había esperado esa ocasión durante semanas. Un día entero para disfrutar tomando notas sobre temas que le interesaban. En cada charla, buscaba captar perlas de sabiduría para su vida personal y profesional. No podía estar más feliz que en esa conferencia en un hotel en Beverly Hills, invirtiendo valioso tiempo de aprendizaje al escuchar sobre los logros y experiencias de mujeres profesionales de entre veintidós y setenta y cinco años.
Un tema que llamó su atención, fue el énfasis de las panelistas en motivar a las asistentes a soñar y esforzarse por alcanzar sus metas, siempre dando lo mejor de sí mismas. Hablaron sobre ser realistas y recomendaron invertir tiempo, aprender a cuidar de nuestro bienestar porque no hacerlo podía costar caro.
Expusieron que las mujeres tendemos a olvidar que debemos respetar el proceso de cada una de nuestras etapas. Por ejemplo, cuando somos madres de hijos pequeños, cuando debemos cuidar de nuestros hijos con necesidades especiales, cuando debemos luchar para salvar nuestro matrimonio, y cuando nos toca cuidar de nuestros padres ancianos. Afortunadamente, en ese sentido, ella se sentía tranquila. No necesitaba gritarlo a los cuatro vientos, pero sabía que en cada paso que diera como mujer, como madre y como profesional, ella pondría toda su alma en dar lo mejor de sí. Sentía en su corazón que ese compromiso era aplicable para ella como esposa, madre, profesional, empresaria y mentora. Su liderazgo influenciaba a un amplio grupo de profesionales que daba todo en cada batalla, y que no descansaba hasta alcanzar su objetivo.
Otro tema que le resultó interesante fue ver la cantidad de profesionales que había invertido su tiempo y había dedicado su carrera a cambiar el mundo, un mundo que generalmente comenzaba en su hogar. Para las oradoras, tanto como para ella, su mayor logro era su familia y su hogar, sus hijos y su matrimonio. Se sintió muy conmovida al escucharlas compartir, con transparencia, algunos de sus sacrificios y pérdidas personales. Le encantaba oír el testimonio de ese grupo de mujeres profesionales que había cambiado la vida de personas a su alrededor, al realizar actos de servicio en su trabajo y en su casa. Era evidente que el interés de todas ellas era usar sus talentos para hacer lo correcto, incluso si implicaba incontables noches en vela estudiando para encontrar la forma de ayudar a los demás a mejorar su vida.
Una vez más se sintió en calma y satisfecha de hacer lo correcto al perseguir y vivir su propósito a diario. Cerró sus ojos y una sonrisa iluminó su rostro mientras agradecía a Dios permitirle cambiar vidas a través del trabajo que hacía con su equipo. ¡Qué honor representar diariamente a personas merecedoras de un mejor futuro en la sociedad norteamericana! La satisfacción parecía doble: la profesional al cumplir con su labor y la personal que se convertía en una felicidad indescriptible cuando ella y su equipo evitaban la separación de una familia.
Los minutos y las horas volaron en esa jornada repleta de tanta energía positiva y de historias de éxito. Luego de cada presentación de las panelistas había una sesión de preguntas y respuestas con un denominador común: el deseo de las participantes de aprender de las expertas sobre cómo lograr equilibrio entre su trabajo y su familia. ¡Vaya coincidencia! Ella precisamente había investigado sobre este tema en años recientes y no había encontrado una respuesta contundente. ¿Cómo alcanzar el equilibrio entre la vida profesional y familiar? ¿Cómo saber si afectas a tu familia por dedicar mucho tiempo y energía al trabajo o viceversa?
Llamó su atención la respuesta de una panelista que tenía alrededor de sesenta o sesenta y cinco años. “El equilibrio en realidad no existe. Cuando estás en el trabajo, debes dar todo lo que tienes y dedicarle un tiempo adecuado. Lo mismo aplica cuando estás en casa, y también aplica en otras áreas de tu vida: tienes la responsabilidad de dar siempre lo mejor de ti”, aseguró. También dijo que lo más importante era analizar cómo se sentía cada una de ellas al final del día, de la semana o del mes. ¿Están satisfechas? ¿O sienten que fueron mediocres en ambas áreas de su vida? Además, agregó que la clave estaba en nuestra vivencia personal y no en lo que la sociedad ha definido como el equilibrio entre la vida profesional y familiar. Cuando una de las participantes le preguntó: “Qué le dirías a tu yo de veinticinco años?”. Ella le respondió: “Me diría que la vida es una maratón, no una carrera de velocidad”. Mmm… esas palabras la dejaron pensando.
Al meditar un poco sobre lo que dijeron las panelistas, se dio cuenta de que a veces debemos experimentar una pérdida o recibir una señal que nos envía el cuerpo –una no muy positiva, precisamente– para descubrir que, aunque hacemos una diferencia en miles de personas o damos al mundo lo mejor de nosotras, a menudo no vemos o escuchamos lo que nuestro yo verdaderamente anhela o quisiera experimentar.
Ella sabía que un cuerpo, una mente y un espíritu saludables nos permiten ser más asertivas con nuestros aportes. De lo contrario, si algo de eso falta, es imposible continuar cumpliendo nuestro propósito con la misma energía y satisfacción. Agradeció a Dios porque creía que el sentido común la había guiado a una satisfactoria vida familiar y profesional. ¡Estaba feliz! De nuevo cerró los ojos susurrando: “Gracias, Dios, gracias…”, aunque no se imaginaba lo que estaba a punto de experimentar.
Antes del almuerzo, un taller despertó su curiosidad. Se titulaba “Estrategias basadas en la ciencia, no solo para sobrevivir como profesional sino para vivir exitosamente”. La descripción del taller mencionaba la importancia de manejar el estrés. Encontró interesante el tema porque sabía que el estrés es parte de la vida diaria. De hecho, había escuchado muchas veces que causaba estragos en la salud si las personas no podían controlarlo, especialmente cuando se lleva una vida muy agitada. ¿Sería posible que de alguna forma presintiera lo que le esperaba? Nunca lo sabría, pero participar en ese taller resultaría crucial para su futuro.
Durante la presentación, compartieron algunos estudios e investigaciones recientes que revelaban impactantes conclusiones: muchos profesionales consumían drogas o sustancias ilegales al sentirse incapaces de lidiar con el estrés cotidiano. De esa forma, contrarrestaban la ansiedad, depresión o fatiga crónica en cierto punto de su carrera. Además, enfatizaron la urgencia de encontrar soluciones a este mal que silenciosamente ha impactado a muchos. La recomendación era ponerle atención al autocuidado preventivo; para algunos podría parecer un tanto egocéntrico, pero enfatizaron que era necesario el cuidado personal para disfrutar de una vida exitosa, sin quedarse atascadas en modo de supervivencia.
Antes de que el taller finalizara, una profesional experta en guiar a los demás para encontrar formas de responder positivamente al estrés, invitó a todas las participantes a relajarse y hacer algunos ejercicios de respiración durante diez minutos. Ella los hizo y sintió que pudo separarse de su mente cargada, que logró alcanzar la paz y tranquilidad durante algunos intervalos. En los días sucesivos, recordaría esos ejercicios de respiración y llegaría a entender su importancia.