Mely Martínez - La cocina casera mexicana: Recetas tradicionales al estilo casero que capturan los sabores y recuerdos de México

Recetas Tradicionales al Estilo Casero Que Capturan los Sabores y Recuerdos de México

Mely Martínez

Mi madre solía decir que nací “con un pie en la calle”. Se estaba refiriendo a mi costumbre por salir de casa para ir a visitar a mis amigos, tías y vecinos por el barrio. Por alguna razón, desde muy pequeña, me gustaba visitar las casas de otras personas, con la esperanza de que me invitaran a comer algo de su comida. A mi madre no le gustaba esto para nada, ¡porque le daba miedo de que la gente empezara a pensar que no teníamos comida en casa!

La razón por la que me encantaba hacer esto era porque siempre quería probar nuevos sabores. Siempre me preguntaba por qué comidas como la sopa de fideo sabían diferente de una casa a otra, o por qué algunas personas agregaban jugo de limón a su sopa y otros no. Muchas de estas preguntas sobre la comida y la forma en que se preparaba mantenían mi mente constantemente ocupada y, hasta el día de hoy, todavía pienso en la comida todo el tiempo.

Vengo de una familia numerosa y soy la segunda hija de cinco hermanas y tres hermanos. Al igual que con muchas familias de ese entonces, los hijos mayores eran introducidos a las tareas domésticas desde muy pequeños, y eso incluía comprar alimentos en el mercado y ayudar en la cocina.

Durante el verano, mi mamá solía enviarnos a mis hermanos y a mí a la casa de mi abuela, un rancho a orillas del río Pánuco en el estado de Veracruz. Siempre veíamos esos viajes como algo divertido; había tanto que hacer allí durante los largos días de verano. A pesar de que no había electricidad ni juguetes, mis hermanos y primos siempre encontraban formas de divertirse. Nuestros pasatiempos de la tarde incluían jugar al escondite y ensartar plumas de gallina en la punta de una olote de maiz seco para poder girarlo en el aire como un helicóptero.

En el rancho, muchas de las horas de la mañana hasta el mediodía, se usaban para cocinar. Era un proceso que involucraba a todas las mujeres de la familia, cada una tenía un trabajo específico en la cocina. Una preparaba la salsa en el molcajete, otra molía la masa en el metate y otra hacía las tortillas mientras mi abuela cocinaba los platillos principales. Mi trabajo era moler el maíz en el molino manual de maíz.

A veces, mi abuela nos enviaba a una de mis primas y a mí a llevarles el almuerzo a los hombres de la familia, que estaban trabajando en el campo. El almuerzo frecuentemente incluía una tanda de tortillas de maíz recién hechas, cada una rellena con huevos revueltos en una salsa picante y doblada a la mitad. Se encontraban amontonadas y se amarraban con una servilleta de cocina como un paquete, casi como si fuera un regalo. Para beber había café con leche bronca que se llevaba dentro de en una botella de vidrio de aguardiente tapada con un pequeño trozo de olote de maíz.

Aunque simples, esos tacos de huevo con salsa eran absolutamente deliciosos. Se hacían con huevos que mi abuela recogía de las gallinas temprano por la mañana y tomates y chiles cosechados en su jardín junto a la orilla del río. No se como, pero de alguna manera, los sabores de esos tacos mejoraban durante el corto viaje desde la cocina de mi abuela al campo donde trabajaban mis tíos. Aunque los veranos eran calurosos y húmedos en el rancho, un sorbo de café caliente después de esos tacos se sentía perfecto.

Nunca me di cuenta de que ir al rancho en Veracruz todos los veranos formó parte de mi escuela de vida, ya que me enseñó a cocinar y como usar lo que nos ofrece la naturaleza. También aprendí qué alimentos estaban disponibles durante las diferentes estaciones. Al crecer, comencé a experimentar con recetas en la cocina de mi mamá, primero con pasteles y luego con otros platillos. De joven me mudé al estado de Tabasco, en el sur de México, para trabajar como maestra en una escuela rural. Gracias a mi experiencia en la casa de mi abuela, pude adaptarme rápidamente a la vida rural del sur. Comencé a preguntarles a las mujeres locales en la pequeña comunidad donde vivía por qué cocinaban de la manera en que lo hacían. Por ejemplo, me preguntaba por qué no cocinaban con nopales como en el norte, a pesar de tener acceso a ellos, o por qué les gustaba cortar las flores de los árboles y hacer huevos revueltos con ellas.

Desde Tabasco, viajé a estados cercanos en la Península de Yucatán, y con estos viajes mi mundo culinario siguió expandiéndose, con tantos platillos nuevos para degustar y cocinar. Cuando me casé, el trabajo de mi esposo me permitió viajar a muchos otros estados del país.

A lo largo de mis mudanzas y viajes, mi colección de recetas comenzó a crecer, y siempre pensé que algún día las pondría todas juntas en una carpeta bonita. La vida mantuvo a nuestra pequeña familia mudándose varias veces por todo México y más adelante a los Estados Unidos. Fue aquí en los Estados Unidos donde finalmente tuve tiempo para comenzar a organizar esas recetas.

A principios de la década de 2000, empecé a participar en foros de cocina en línea, que comenzaban a popularizarse en ese momento, y fue entonces cuando empecé a compartir mis recetas y fotos de comidas con otros. Con el tiempo, mi familia y amigos me dijeron que debería crear un blog de cocina sobre la comida mexicana, porque los que existían no la representaban por lo que realmente era. Entonces, en 2008, comencé Mexico in My Kitchen (México in Mi Cocina en español). Me decidí por ese nombre porque no quería que mi familia extrañara nuestra comida tradicional. Si no podíamos ir a México a disfrutar de su comida, ¡trairíamos a México a nuestra cocina!

Al principio, el blog era un proyecto que decidí emprender para mi hijo adolescente, para que fácilmente pudiera encontrar las recetas de su madre cuando fuera más grande, incluso si estaba lejos de casa. Con el tiempo, comencé a recibir correos electrónicos de personas que me decían cuánto extrañaban la cocina de su mamá o abuela y cómo las recetas del blog les recordaban mucho a esa comida. Fue entonces que me di cuenta de que no solo estaba escribiendo estas recetas para mi hijo, sino también para los muchos hijos e hijas inmigrantes que estaban extrañando las comidas caseras de su infancia. Para ellos, cocinar esas comidas los hacía sentir más cerca de casa, aunque solo fuera por un momento.