En los artículos de su blog, en diversos libros y en sus cursos en línea ha dado respuesta a esta cuestión y la búsqueda le ha llevado a realizar diversos experimentos de aprendizaje como seguir los cuatro cursos de informática del MIT en doce meses sin asistir a clase o aprender cuatro idiomas en un año.
Prólogo
M i relación con Scott Young comenzó a mediados de 2013. El 10 de julio de ese año le envié un correo electrónico preguntándole si quería programar una llamada para el mes siguiente. Nos habíamos conocido unos días antes en una conferencia y esperaba que estuviera dispuesto a retomar la conversación.
—Es posible —me respondió—. En esas fechas estaré en España y creo que mi siguiente proyecto para aprender idiomas tendrá prioridad.
No era la respuesta que esperaba, pero me pareció razonable. Programar llamadas cuando se está en otro país puede ser difícil, y me resultó comprensible que quisiera esperar a su regreso. Sin embargo, pronto descubrí que no planeaba regresar pronto, y que el retraso en nuestra conversación no se debía a la diferencia horaria ni a una mala conexión de internet.
No, sería difícil ponerme en contacto con Scott porque planeaba pasarse ¡un año entero sin hablar en inglés!
De esa manera descubrí hasta qué punto Scott Young estaba comprometido con el método de ultralearning. A lo largo de los siguientes doce meses mantuvimos un contacto esporádico mediante mensajes de correo electrónico mientras él viajaba por España, Brasil, China y Corea del Sur, donde aprendió sus respectivos idiomas. Fue fiel a su palabra. Hasta el verano de 2014 no empezamos a hablar con regularidad cada pocos meses.
Siempre me emocionaban sus llamadas, aunque por razones egoístas, la verdad. Uno de mis intereses fundamentales como escritor es la ciencia de establecer buenos hábitos y de desechar los malos. Así que una persona como Scott, un hombre que evidentemente controlaba sus hábitos, era alguien que podía enseñarme unas cuantas cosas. Y eso fue justo lo que sucedió. No recuerdo ni una sola conversación telefónica durante la cual no aprendiera algo a lo largo de la hora que duraba.
Claro que sus aportaciones no me sorprendieron. Scott ya me interesaba desde antes de conocernos en aquella conferencia en 2013. Se había hecho famoso en internet un año antes por haber concluido en un solo año el plan de estudios completo del grado de Ingeniería Informática del Instituto Tecnológico de Massachusetts, MIT. Cuatro años de clases que él superó en tan solo doce meses.
Antes de asistir a la conferencia, vi los vídeos de TEDx Talk en los que se resumía su experiencia y leí varios de sus artículos sobre el proceso de aprendizaje y de superación personal.
La idea de llevar a cabo un proyecto ambicioso, como la de completar el plan de estudios de ingeniería informática del MIT en un solo año o la de aprender un idioma cada tres meses, es una fuente de inspiración para mucha gente. En mi opinión, esos proyectos son fascinantes. Pero había algo sobre los propósitos de Scott que me impresionaba aún más: era un hombre de acción.
Eso es algo que siempre he apreciado de su estilo personal y que creo que tú también llegarás a apreciar como lector de este libro. No solo está preocupado por el conocimiento en sí. El compromiso de poner en práctica dicho conocimiento es algo característico de su método. Ese es el enfoque que me atrae, en parte porque veo patrones similares en mi experiencia y en mi carrera profesional. Algunas de mis experiencias más importantes han sido el resultado de un intenso proceso de autoaprendizaje.
Aunque en aquel entonces desconocía el término que él emplea para describir su método de aprendizaje, uno de mis proyectos de ultralearning fue la fotografía. A finales de 2009 me mudé a Escocia durante unos meses. Era mi primera experiencia viviendo en el extranjero y, dados los preciosos paisajes de las Highlands escocesas, se me ocurrió comprarme una cámara decente. Lo que no esperaba, sin embargo, era acabar enamorándome del proceso de hacer fotos. Lo que siguió fue uno de los períodos más creativos de mi vida.
Aprendí fotografía aplicando distintos métodos. Estudié las obras de fotógrafos famosos. Busqué localizaciones para encontrar la mejor perspectiva. Y, sobre todo, de una forma muy simple: hice más de cien mil fotos aquel primer año. No asistí a ningún curso de fotografía. No leí libros sobre cómo mejorar la técnica. Simplemente me lancé a un proceso de experimentación constante. Ese enfoque de «aprender mediante la experiencia» abarca uno de mis capítulos preferidos de este libro, y es el tercer principio del método de aprendizaje de Scott para aprender más y mejor: la diligencia.
La diligencia es el proceso de aprendizaje que consiste en hacer aquello que quieres aprender. Básicamente se trata de mejorar gracias a la práctica en vez de aprender de forma pasiva. Las expresiones «aprender algo nuevo» y «practicar algo nuevo» pueden parecer similares, pero esos dos métodos producen resultados muy distintos. El aprendizaje pasivo crea conocimiento. La práctica activa crea habilidad.
Este es un punto en el que Scott profundiza en el capítulo 6: la diligencia conduce al desarrollo de habilidades. Puedes buscar las mejores instrucciones para hacer ejercicio con el objetivo de desarrollar la musculatura de tu tren superior, pero la única manera de aumentar tu fuerza pasa por ejercitarte. Puedes leer todos los libros sobre técnicas de venta, pero solo conseguirás clientes si los llamas a diario. Aprender algo puede ser muy útil, por supuesto, pero corres el riesgo de que el hecho de empaparte de nuevos conocimientos acabe por desconectarte del proceso de refinar esa nueva habilidad. Aunque conozcas todos los detalles sobre un oficio en concreto, carecerás de la experiencia real que necesitas, porque no lo has practicado.
Scott entiende la dificultad que supone aprender nuevas habilidades. Lo respeto no solo por la calidad de su estilo literario, sino también por poner en práctica sus propias ideas. No me cansaré de repetirlo una y otra vez: se implica al cien por cien en el proceso. Muchas ideas pueden parecer estupendas sobre el papel, pero fallan en el mundo real. Como dice el refrán: «En teoría, no hay diferencia entre teoría y práctica. Pero en la práctica, sí que la hay».
En cuanto a mi aventura como fotógrafo, mi entrega al ensayo directo de la fotografía no tardó mucho en ofrecerme resultados. Unos cuantos meses después de comprar la cámara, viajé a Noruega y desde allí me adentré en el Círculo Polar Ártico para captar alguna imagen de las auroras boreales. Poco después, me nombraron finalista del premio al mejor Fotógrafo Viajero del Año gracias a esa foto de las luces del norte. Fue un resultado sorprendente, pero también un testimonio del progreso que puedes realizar durante un corto pero intenso período de aprendizaje.
Nunca me ha interesado hacer carrera en el mundo de la fotografía. Fue un proceso de aprendizaje ultralearning que hice por diversión y por satisfacción personal. Pero unos años después, justo por la época en la que conocí a Scott, empecé otro período de aprendizaje intenso con un fin más mundano en mente: quería convertirme en emprendedor y supuse que la escritura era un medio gracias al cual podía lograrlo.