Abel Gende - El jurista enloquecido
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- Libro:El jurista enloquecido
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2018
- Índice:4 / 5
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El jurista enloquecido: resumen, descripción y anotación
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El jurista enloquecido — leer online gratis el libro completo
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ABEL GENDE DEL RÍO (La Coruña, 1994) es abogado colegiado y publicista autónomo. Además del grado en Derecho en la UDC, cursó el Máster de Acceso a la Abogacía en el Ilustre Colegio de Abogados de La Coruña, y el Máster de Asesor Jurídico Empresarial especializado en Derecho Inmobiliario y de la Construcción impartido por la Universidad de La Coruña (le queda el TFM para finalizarlo).
ADRIÁN FERNÁNDEZ GARCÍA (La Coruña, 1994) estudia el Máster de Abogacía en el Ilustre Colegio de Abogados de La Coruña. Ha completado el grado en Derecho en la UDC y está realizando prácticas en un despacho orientado principalmente a la rama del Derecho Penal.
A todos aquellos que cayeron en aquel
examen en el que los suspensos se
hacinaban en los pasillos
A todos los soñadores que le dais una
oportunidad al fluorescente naranja
A nuestros padres y amigos
A todos los que nos lleváis leyendo
desde 2013 las esquizofrenias que
escribimos en masa día tras día
Título original: El jurista enloquecido
Abel Gende & Adrián Fernández, 2018
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
Este libro nació para dar esperanza a los soñadores que no se cuestionan la hegemonía del color amarillo fluorescente en sus apuntes y que persiguen con desesperación el tan ansiado aprobado. Héroes anónimos que no ESTÁN estresados, sino que SON estresados y que calman sus ansias con pinturas rupestres en sus cuadernos, alegoría de suspenso por ingesta de papeles.
Aquí encontraréis el gran secreto del Derecho y de sus estudiantes que el mundo no quiere que sepas.
¡Atrévete a descubrir la verdad!
Abel Gende y Adrián Fernández
Las aventuras de un estudiante de Derecho en apuros
ePub r1.0
Titivillus 07.06.2019
«PODRÍAMOS HACER EL PUENTE MÁS
LARGO ESTA SEMANA…»
¿HAY ALGO QUE NUTRA MÁS LA POESÍA
QUE LA POSIBILIDAD REMOTA DE HACER PUENTE?
Dentro de todo estudiante de Derecho hay un poeta que se inspira cada vez que vislumbra la posibilidad real de que haya puente pero al final acaba no haciéndose. He aquí una demostración de lo que recité la última vez que me pasó a mí:
Podríamos hacer el puente más largo esta semana.
Decir, por ejemplo: «No vamos lunes, miércoles
y viernes, ya veremos cuándo lo recuperaremos».
El profesor es inflexible, no asistir da falta.
Podríamos descansar en el puente más largo esta semana.
Hay exámenes a la vuelta, y algún trabajo también nos puso.
En las noches como esta estaré estudiando como un loco.
¡Gastaré tantos fluorescentes ante el sobrio escritorio!
Me suele suspender, a veces yo también suspendo.
¡Cómo no suspender esos exámenes suyos!
Podríamos hacer el puente más largo esta semana.
Pensar que no estudiamos. Sentir que ya lo hemos sacado.
Dormir la noche entera, más inmensa sin fluorescencias.
Y los apuntes caen al olvido como el suspenso en Administrativo.
Qué importaba una semana sin códigos ni apuntes.
La noche es infinita, más infinito el suspenso en Romano.
Eso es todo. A lo lejos, Navidad. A lo lejos.
Otras vacaciones estudiando sin descanso.
Ya asumí que no hay puente, es cierto, pero cuánto lo quería.
Es tan corto el puente y tan largo el temario.
Porque podríamos hacer el puente más largo esta semana,
aunque estudiemos Derecho, aunque ya no haya tiempo.
CONQUISTANDO
NUEVOS MUNDOS
Un domingo cualquiera, nuestro abogado protagonista, vestido de civil y por lo tanto sin delatar su condición de soldado judicial, se encuentra leyendo el periódico en un bar, camuflado entre los demás clientes; el resto no sabe de su condición, bien podría ser una persona normal.
Podría parecer que esta vez, a diferencia de lo habitual, está leyendo con el único objetivo de pasar el tiempo. Pero nada más lejos de la realidad.
Nervioso, pasa una página tras otra haciendo una lectura meramente superficial de todas las noticias sin pararse en ninguna de ellas. ¿Qué es lo que busca con tanta prisa? De pronto, una sonrisa se dibuja en su rostro y su dedo índice se detiene y señala una de las hojas del periódico. No sabemos qué es lo que estaba buscando, pero es del todo evidente que lo ha encontrado.
Para los ojos de un verdadero civil, la noticia no tiene nada de especial. Se trata de una simple entrevista a una señora en la que se queja de que, tras haber invertido en no se sabe cuál producto bancario de sabe Dios qué entidad financiera, acabó por perder todos los ahorros de su vida. «Trágico», podría concluir un cualquiera. «Tierra virgen», murmura nuestro protagonista.
Porque lo que realmente buscaba nuestro amigo abogado, cual conquistador español del siglo XVI, era simple y llanamente su propio El Dorado: un nicho de mercado novedoso y aún sin explotar, con el potencial que han tenido otros El Dorado como las preferentes o las cláusulas suelo.
Emulando a Pizarro o a Hernán Cortés, con sed de aventuras, el abogado se adentrará en lo desconocido a través de las profundidades del selvático Derecho Bancario. Sin la ayuda de la jurisprudencia ni las indicaciones de ningún colono que ya hubiera transitado por la ruta, el abogado avanza sin miedo… hacia El Dorado.
LOS FOLLAMIGOS SON USUFRUCTUARIOS, TIENEN
LA POSESIÓN DE LA COSA Y PUEDEN UTILIZARLA
Y DISFRUTARLA PARA OBTENER SUS FRUTOS
Si un jurista tiene un ávido encuentro sexual con una persona y después sigue quedando regularmente con ella, estoy seguro de que entonces le haría firmar un contrato en el que se especificase que el tipo de relación que hay entre los dos es de amigos con derecho a roce, también llamados follamigos.
Al fin y al cabo, un follamigo o una follamiga son usufructuarios, es decir, tienen la posesión de la cosa y pueden utilizarla y disfrutarla para obtener sus frutos, pero en ningún caso ostentan la propiedad. ¡Y eso hay que dejarlo muy claro!
Pero ¿cómo se pacta ser follamigo de alguien? Pues debe realizarse un verdadero contrato bilateral, gratuito, de tracto sucesivo, intuitu personae, en el que las dos personas reúnen sus esfuerzos para la consecución de un fin lícito y carnal, siempre con un ánimo libidinoso. Este contrato puede constituirse de manera verbal o escrita.
Es probable que aún no te sientas preparado para llevar a esa persona al túnel del amor. Así que… ¿por qué complicar tanto la situación? ¿No es más fácil de lo que parece? ¿Es necesario hacer todo esto? A mi juicio sí lo es. Creo que este contrato es un gran acierto, dado que las relaciones de amigos con derecho a roce, sencillas a simple vista, pueden acarrear grandes problemas y, sobre todo, muchos malentendidos a medida que va pasando el tiempo.
Como bien dicen, el roce hace el cariño, y es muy probable que cuantos más ratos pases con tu irresistible follamigo, más probabilidades existan de que aparezcan esos traicioneros sentimientos. Si aparecen por ambas partes esto no supondrá un contratiempo, pero el problema surge cuando son unilaterales.
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