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A Albert Schweitzer
que dijo:
El hombre ha perdido su capacidad de prever y de anticiparse.
Terminará por destruir la Tierra.
Los juncos se han marchitado en el lago,
Y ningún pájaro canta.
K EATS
Soy pesimista respecto al género humano porque es demasiado ingenioso para su propio bien. Nuestra aproximación a la naturaleza consiste en derrotarla hasta la sumisión. Tendríamos una mejor oportunidad de sobrevivir si nos acomodáramos a este planeta y lo considerásemos con aprecio en vez de escéptica y dictatorialmente.
E. B. W HITE
PREFACIO
Como científica, como investigadora original, la autora del libro que ocupa este volumen de «Clásicos de la Ciencia y la Tecnología», la bióloga marina y zoóloga estadounidense Rachel Louise Carson (1907-1964), no alcanzó a los autores de las obras que hasta el momento han aparecido en esta serie. Es imposible establecer puntos de comparación entre ella y, digamos, Newton, Lavoisier, Darwin, Leibniz, Cantor o Laplace, ni siquiera con Bernard Wegener. Y sin embargo, creo firmemente que su libro Primavera silenciosa (1962) merece estar en compañía de obras inmortales que estos gigantes produjeron; textos como Tratado elemental de química, El origen del hombre, la Exposición del sistema del mundo, Introducción al estudio de la medicina experimental o El origen de los continentes y océanos, por citar algunos títulos de la presente colección.
Que sea así, se debe a que Primera silenciosa se enfrentó a uno de los problemas más graves —tal vez el más grave— que produjo el siglo xx y que el siglo que vivimos continúa agravando: la contaminación que sufre nuestro planeta. El aire que respiramos, el agua que bebemos o con la que nos relacionamos, las comidas con las que nos alimentamos, las especies, animales y vegetales, que pueblan la Tierra, todo en definitiva, está impregnado, contaminado, con productos —muchos de ellos tóxicos— de las actividades industriales de los seres humanos.
Por supuesto, ahora somos muy conscientes de ello y la conservación del medio ambiente se ha convertido desde hace tiempo en uno de los grandes temas de nuestro tiempo. Ahora bien, con frecuencia tendemos a olvidar que lo que hoy es un lugar común, hace no mucho constituía una circunstancia conocida por pocos. Y tampoco es tan conocido como debiera que la publicación de Primavera silenciosa en 1962 constituyó un momento particularmente importante para que el problema llegara a la sociedad.
Utilizando los recursos de varias disciplinas (en especial la química, la zoología, la agricultura y la oceanografía), un lenguaje transparente y ejemplos estremecedores, Rachel Carson denunció los efectos nocivos que para la naturaleza tenía el empleo masivo de productos químicos como los pesticidas, el DDT en concreto, un producto que hasta entonces se había considerado muy beneficioso. Su ataque al DDT, al que calificaba de «elixir de la muerte», fue tan brutal como conmovedor: «Por primera vez en la historia del mundo —escribía—, todo ser humano está ahora en contacto con productos químicos peligrosos, desde el momento de su concepción hasta su muerte ... Se han encontrado en peces en remotos lagos de montaña, en lombrices enterradas en el suelo, en los huevos de pájaros y en el propio hombre, ya que estos productos químicos están ahora almacenados en los cuerpos de la vasta mayoría de los seres humanos. Aparecen en la leche materna y probablemente en los tejidos del niño que todavía no ha nacido».
Aunque Primavera silenciosa es un libro de ciencia, obviamente va más allá del universo científico, pues se adentra en el turbulento mundo de «lo social», en el que los intereses particulares se esfuerzan por interferir, oscureciendo su razón de ser, en los beneficios comunales. Y en esta dualidad, ciencia-sociedad, radica una gran parte de su grandeza, así como el que no debamos sorprendernos de que tuviera que participar del arriesgado destino de todos aquellos que se adentran en ese tipo de senderos. Así, conocedora la poderosa industria química estadounidense del contenido del texto de Carson gracias a unos avances publicados en la revista New Yorker en junio de 1962, reconociendo el peligro que sus argumentos y denuncias representaban para ellos, el lobby agroquímico intentó impedir su publicación como libro presionando a la editorial, Houghton Mifflin, al igual que cuestionando los datos que incluía, la interpretación que se hacía de ellos y las credenciales científicas de la autora. Afortunadamente, no tuvieron éxito y gracias a este libro —ahora considerado, con justicia, uno de los principales responsables de la aparición o, al menos, de su consolidación, de los movimientos ecologistas a favor de la conservación de la naturaleza—, la sociedad supo de los efectos nocivos que para la naturaleza tenía el uso masivo de pesticidas. De hecho, su éxito obligó a que se formase en Estados Unidos un Comité Asesor al Presidente para el empleo de pesticidas. De esta manera, Primavera silenciosa consiguió lo que pocos textos científicos logran: iluminar nuestros conocimientos de procesos que tienen lugar en la naturaleza e interesar a la sociedad tanto por la ciencia que es necesaria para comprender lo que sucede en nuestro planeta como por la situación presente y futura de la vida que existe en él. ¿Pueden existir mejores razones para que una obra así forme parte de una colección de «Clásicos de la Ciencia y la Tecnología»?
J OSÉ M ANUEL S ÁNCHEZ R ON
PRÓLOGO
Rachel Carson compendia dos de los ingredientes principales y antagónicos que convierten a los personajes históricos en mitos imperecederos: por un lado, el respeto, la admiración, la veneración incluso de una parte de la sociedad por la aportación del personaje a la ciencia, la cultura, la creación artística, etcétera; por otro, el desprecio, la descalificación, la burla de otro segmento social, que rebaja, desmerece o niega dicha aportación, cuando no carga directamente contra la persona.