Editorial 10 puntos es una división de Grupo Nelson
© 2006 Grupo Nelson
Una división de Thomas Nelson, Inc.
Nashville, TN, Estados Unidos de América
www.gruponelson.com
Título en inglés: The Married Guy’s Guide to Great Sex
© 2004 por Dr. Clifford Penner y Joyce Penner
Publicado por Tyndale House Publishers, Wheaton, Illinois 60189
Traducción: Hubert Valverde
Diseño interior: Grupo Nivel Uno, Inc.
ISBN: 0-88113-998-X
A menos que se indique lo contrario, todos los textos
bíblicos han sido tomados de la versión Reina-Valera,
de la Santa Biblia, revisión 1960. Usado con permiso.
Reservados todos los derechos.
Prohibida la reproducción total o parcial
de esta obra sin la debida autorización
por escrito de los editores.
Impreso en Estados Unidos de América
A los hombres de nuestras vidas…
A nuestros clientes que han confiado en nosotros la intimidad
de su sexualidad.
Y a sus esposas que nos han informado de la importancia
del papel del esposo en sus vidas sexuales.
A nuestro querido amigo, el doctor Neil Warren,
cuyo entusiasmo nos ha animado y cuya habilidad
nos ha ayudado a formular la esencia de este libro.
A nuestros hijos, Gregg Penner y John Stellato,
cuya apertura y candor nos han mantenido en contacto
con el hombre de hoy en día.
A nuestros amigos:
Peb Jackson, por la demostración activa de su visión y ministerio
con los hombres de todas las edades.
Jack Mount, por su modelo de líder siervo para su familia,
sus amigos y su comunidad.
Paul Schultheis, por su apoyo a nuestro llamado al significado
de la intimidad con Dios.
Roland Hinz, por su sinceridad en su propia vida
y para con nosotros al buscar la verdad.
Bud Bare, por su amor y frivolidad, con los cuales nos ha
aliviado los momentos de tensión.
Nuestros hermanos: Dave, Gene y Doug Buhler,
por darse de sí mismos a Joyce al enseñarle acerca
de las relaciones amorosas con los hombres.
Eldin Dirks y Jim Martens, por traer la masculinidad a la familia de
Cliff, cuyo dominio era principalmente femenino.
ÍNDICE
¿Es realmente posible la satisfacción sexual mutua en todas las parejas? ¡Sí… y tú como hombre puedes marcar la diferencia!
Si inviertes en descubrir un amor, una pasión y una intimidad más grande en tu matrimonio, tu vida sexual llegará a alturas inimaginables. La ganancia superará con creces tus esfuerzos.
Dios diseñó el sexo para que fuera una expresión vital y apasionada del matrimonio.
Durante los primeros siglos del crecimiento de la iglesia, el sexo era una pasión que debía ser suprimida. Cuando la revolución sexual de los sesentas y setentas intentó liberar a las personas, terminó degradando el diseño de Dios.
Actualmente, existen movimientos para desarrollar la familia y para capacitar a los hombres a ser hombres de Dios, dirigidos por organizaciones como Enfoque a la Familia y Cumplidores de Promesas. Esperamos que tú hagas una promesa adicional: comprométete a leer Relaciones Extraordinarias y descubrir un amor, una pasión y una mayor intimidad con tu esposa.
Gracias y bendiciones.
DR. CLIFFORD Y JOYCE PENNER
Debido a nuestro origen menonita alemán y por vivir en comunidades del medio oeste y Canadá, éramos ingenuos y carentes de información sexual. La única instrucción que recibimos de parte de nuestra familia le llegó a Joyce dos semanas antes de la boda. Prácticamente eran tres advertencias:
1. La luna de miel va a ser horrible.
2. Ella iba a estar cansada.
3. Ella no debía dejar que él la usara. (¡Y no lo hizo! Ella lo usó a él.)
Afortunadamente, Joyce había tomado recientemente una clase de «preparación para el matrimonio» en su escuela bautista de enfermería. El tema del ajuste sexual fue una parte importante de esa clase. Es por eso que Joyce fue la que le dijo a Cliff lo que ella había aprendido acerca del sexo en el matrimonio desde una perspectiva cristiana.
Pero no se supone que así suceda. En lo que respecta al sexo, el hombre debe ser el experto.
Al menos eso es lo que la gente quiere que creas.
La creación de un «hombre varonil»
La falsa suposición de que los hombres deben ser expertos sexuales ha trascendido de generación a generación.
Quizás para ti comenzó cuando tenías alrededor de cinco años y fuiste regañado por tratar de espiar en el cuarto de tu hermana. Escuchaste la frase: «eso no se hace». Pero también escuchaste: «todos los hombres son iguales», tal vez dicho con un tinte de orgullo.
En el segundo grado probaste utilizar el vocabulario sexual que habías escuchado a otros jóvenes mayores que tú. Los adultos cerraban un entrecejo, pero alguien dijo: «está practicando para ser hombre».
En quinto grado, cuando enviaban a las niñas a otro salón para aprender acerca de la menstruación, sentías curiosidad y como si te hubieran sacado de la jugada. ¡Cómo se atreven a saber algo sexual que es un misterio para ti!
La capacitación sutil de tu supuesta experiencia masculina continuó. Tu primo, dos años mayor que tú, te mostró su botín de revistas. Fue la primera vez que viste mujeres desnudas y eso desencadenó una avalancha de temor, de emoción y de confusión. Esas fotografías hicieron un nudo en tu estómago como nunca antes; es como si no hubieras podido respirar aunque estabas respirando rápidamente, con la garganta llena hasta el punto de sentirte atragantado. No querías mirar, pero a la vez no querías detenerte.
En la secundaria, la verdadera educación sexual comenzó. Viste «la película». La maestra habló de la reproducción, de cómo el óvulo se une con el esperma y de cómo nacen los bebés. ¡Qué asco! Apenas podías escuchar. Si te encontrabas en una clase que era sólo para hombres, te preguntabas qué estaban hablando las chicas. Si estabas en una clase mixta, no podías evitar las risitas nerviosas cuando el maestro usaba palabras como: pene, vagina o coito.
De cualquier forma tú tratabas de mantenerte sereno, pretendiendo que sabías todo acerca del sexo. Saber sobre el sexo era la onda de los chicos. El chico más popular de tu clase parecía saber todo acerca del sexo, siempre contando historias acerca de alguna chica o un chiste rojo.
Los chistes parecían saber mucho acerca de la experiencia sexual masculina y de lo que significaba ser un hombre. Implicaban que un hombre de verdad es aquel con el pene más grande, las mujeres se derretían ante él, y le pedían más.
Pero entonces sucedió: las chicas crecieron durante las vacaciones entre la secundaria y la preparatoria. Tenías un gran complejo, tratando de ser lo que sabías que no eras. Te acostumbraste a actuar como un chico con clase, o te alejabas de las chicas para evitar el dolor del rechazo.
Sea cual haya sido tu camino, tenías algo en común con todos los demás chicos: la masturbación. Quizás para ti era sólo algo que te hacía sentir bien. O que te hacía sentir bien hasta que acababas y luego te inundaba la vergüenza y la culpabilidad. Y jurabas no hacerlo de nuevo. Quizás tus amigos te enseñaron que los que se masturbaban eran fracasados; la masturbación era una señal de que no podías obtener lo verdadero: una mujer.
Durante todo ese tiempo, seguiste recibiendo el mensaje: los hombres son expertos y también son animales sexuales. «¡Consigue todo lo que puedas!» decían tus amigos, los programas de la televisión y los sitios de pornografía de la Internet. «Entre más logres, más hombre serás». Aunque hayas sido criado con la instrucción bíblica de guardar el coito para el matrimonio, es probable que hayas intentado llegar hasta el límite. Esperabas que la chica fuera la que te detuviera. A veces esperabas que lo hiciera, otras veces no.
Después del colegio, querías ser el hombre sexual que el mundo esperaba que fueras, aun cuando tu fe y la iglesia te hayan recordado que debías guardarte para tu esposa.
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