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Henri Cartier-Bresson - Fotografiar del natural

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Henri Cartier-Bresson Fotografiar del natural

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Agradecimientos

El autor desea expresar su agradecimiento a Marie-Thérése Dumas, que conoce sus papeles mejor que él mismo; así como a Martine Franck, Gérard Macé y Bruno Roy.

Henri Cartier-Bresson 1908-2004 es considerado uno de los grandes referentes - photo 1

Henri Cartier-Bresson (1908-2004) es considerado uno de los grandes referentes de la fotografía de la segunda mitad del siglo XX y uno de los padres del fotoperiodismo. Desde la agencia Magnum, que fundó en 1947 junto a Robert Capa, David (Chim) Seymour, William Vandivert y George Rodger, realizó algunos de los grandes reportajes sobre Europa, Oriente y la antigua URSS que le dieron fama mundial como cronista gráfico.

Bibliografía

Los textos recogidos en esta obra aparecieron originariamente en las siguientes publicaciones:

«El instante decisivo» en Images à la sauvette, Editions Verve, París, 1952.

«Fotografiar del natural» en L’imaginaire d’après nature, Delpire Editeur-Le Nouvel Observateur. París, 1976.

«Los europeos» en Les Européens, Editions Verve, París, 1955.

«Moscú» en Moscou, Delpire Éditeur, colección Neuf, París, 1955 y en A propos de l’URSS, Editions du Chêne, París, 1973.

«De una China a otra» en D’une Chine à l’autre, Delpire Éditeur, París, 1954.

«Cuba» en Cuba, revista Life n.º 54 (11), 1963.

«André Breton, el Rey Sol» en André Breton, Roi Soleil, Fata Morgana, Hôtel du grand miroir. París, 1995.

Henri Cartier-Bresson, 2003

Traducción: Núria Pujol i Valls

Ilustraciones: Henri Cartier-Bresson

Editor digital: Titivillus

ePub base r2.1

Notas 1 La carta aquí reproducida es la respuesta de Cartier-Bresson a la - photo 2
Notas

[1] La carta aquí reproducida es la respuesta de Cartier-Bresson a la invitación cursada por sus colegas de Cahirrs de la photographie para participar en un coloquio sobre el tema «L’acte photographique» que tuvo lugar en la Université Sorbonne en noviembre de 1982. Fue originalmente publicada en el periódico Le Monde el 17 de diciembre de 1982.

El más ligero de los equipajes

Henri Cartier-Bresson ha recorrido el mundo con el más ligero de los equipajes.

Con ello no aludo solamente a la famosa Leica, la caja mágica y portátil que le ha permitido convertirse en un hombre invisible entre la multitud, y sobre todo, escapar a todo correr de escuelas donde la perspectiva se aprende trazando líneas, para así poder surcar las carreteras de Europa en compañía de André Pieyre de Mandiargues. Más adelante recorrerá los caminos de Asia donde los acontecimientos le saldrán al paso, y donde las escenas de la calle se le ofrecen como si el mundo entero se hubiera convertido en un estudio a cielo abierto.

Cierto que, antes que él, los impresionistas habían plantado su caballete junto a la orilla de los ríos, en los prados donde la luz se precipita como rocío; pero el mundo de los impresionistas parece el de un domingo eterno, mientras que con la fotografía es posible mostrar los días laborables. Además, pese a su pasión por la pintura uno no imagina a Henri Cartier-Bresson encadenado de por vida a un caballete, quieto durante horas enteras ante un paisaje, tal vez importunado por los curiosos, fastidiado por las avispas y posando, al fin, para un fotógrafo loco por los clichés. La pose era demasiado seria, el material demasiado pesado para este budista en turbulencia.

El más ligero de los equipajes es la vieja lección que no se aprende, pero que una vez comprendida nos acompaña siempre; la que le ha permitido a Henri Cartier-Bresson ausentarse como persona, borrarse para recoger mejor el instante, pero dándole un sentido a la instantánea; captar a Alberto Giacometti andar con el mismo paso que sus estatuas, y a Faulkner en mangas de camisa gobernando lo imaginario; ver en las nubes y las humaredas de la India, ver la forma del destino en un pavo real que despliega sus plumas… Es la lección de los grandes maestros, que le ha permitido hacer entrar el «número áureo» en la cámara oscura, e ilustrar sin saberlo las observaciones de Delacroix sobre lo que él denominaba la «máquina para dibujar», capaz de reparar, a la vez, los errores del ojo y las lagunas de la enseñanza: «El daguerrotipo es más que el calco, es el espejo del objeto; algunos detalles, casi todos omitidos en los dibujos del natural, cobran en éste una gran importancia característica, e introducen así al artista en el conocimiento completo de la construcción: las sombras y las luces se hallan en él con su grado exacto de firmeza o de blandura, distinción muy delicada y sin la cual no hay relieve».

Regresar al dibujo, como ha hecho Henri Cartier-Bresson durante estos últimos años, es pues romper el espejo y mirar a ojo descubierto, es decir aceptar el error del mundo y nuestra imperfección.

Meditar acerca del desorden de las apariencias —más que continuar con la huida hacia adelante propia de la fotografía—, equivalía, en definitiva, para esta personalidad rebelde, hallar una forma de libertad.

En la escritura de Henri Cartier-Bresson reconocemos por completo su estilo: testimonio, leyenda o dedicación, siempre se trata de un arte breve, una improvisación lograda gracias a una sentido de la fórmula casi infalible (por ejemplo esta frase cazada al vuelo acerca de una Suite para violonchelo solo, de Juan Sebastián Bach: «es música para bailar, justo antes de morir»), y que supone el mismo gusto por el instante decisivo que en fotografía aunque los retoques y los arrepentimientos estropeen un poco el oficio.

Gracias a Tériade, que le reveló el arte del libro, pues fue el inolvidable editor de Images à la sauvette, Henri Cartier-Bresson descubrió en sí mismo este don adicional, escribiendo un prefacio que pronto se convirtió en referencia para los fotógrafos, pero que hoy merece ser leído de una forma menos restrictiva: como un arte poético completo. Al igual que hay que leer y releer sus reacciones vigorosas, sus recuerdos discretos pero precisos, llenos de humor y de afecto cuando se trata de Jean Renoir; y su testimonio sin prejuicios sobre Cuba, por ejemplo, donde supo ver mejor que nadie el régimen de Castro en sus inicios; mejor en todo caso que muchos escritores que trabajaban por encargo.

Henri Cartier-Bresson escribe con tinta china, sin duda porque se trata de una tinta que no permite extenderse. Y, en la actualidad, da gracias al fax, que es a la escritura lo que la Leica fue a la fotografía. Pues no detesta determinadas máquinas, a condición de que sean ligeras y que vayan rápidas, es decir, que le permitan atrapar el instante.

Enfocar bien es otra cosa, para la que no basta con el ojo, y que a veces requiere que se contenga la respiración. Pero es de todos conocido que Henri Cartier-Bresson si bien es un geómetra sin regla, también es un «disparador» de élite.

Considerado como uno de los fotógrafos más influyentes de nuestro tiempo, Henri Cartier-Bresson elevó la práctica del snap shotting a la categoría de arte disciplinar. Crítico y observador penetrante, sus escritos acerca de la teoría y la práctica de la fotografía han ejercido una influencia fundamental en los fotógrafos contemporáneos.

Fotografiar del natural constituye la primera recopilación en un único volumen de los textos más emblemáticos de Cartier-Bresson, entre los que se encuentran Los europeos y El instante decisivo, uno de sus escritos más conocidos que supuso un punto y aparte en la carrera del fotógrafo. Este volumen reúne también sus relatos de viajes a Moscú o China, y artículos dedicados a sus amigos André Breton, Alberto Giacometti o Jean Renoir. Todos ellos destilan la misma intensidad e inmediatez visual que caracteriza a su obra fotográfica.

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