INTRODUCCIÓN
La flexibilidad mental es mucho más que una habilidad o una competencia: es una virtud que define un estilo de vida y permite a las personas adaptarse mejor a las presiones del medio. Una mente abierta tiene más probabilidades de generar cambios constructivos que redunden en una mejor calidad de vida y en la capacidad de afrontar situaciones difíciles.1 Una mentalidad rígida no sólo es más propensa a sufrir todo tipo de trastornos psicológicos y emocionales, sino que además afectará negativamente al entorno en el que se mueve (por ejemplo, laboral, familiar).2,3,4 ¿Quién no ha sido víctima alguna vez de la estupidez recalcitrante de alguien que por su rigidez mental no es capaz de cambiar de opinión o intenta imponer sus puntos de vista? No hay que ir demasiado lejos: en cada familia, en nuestro lugar de trabajo, en la Universidad, en el colegio, en el barrio o en el edificio donde vives, siempre habrá alguien intolerante y dogmático que trata de sentar cátedra e influir sobre aquello que piensas o haces. Insisto: las mentes cerradas, además de ser un problema para sí mismas, también lo son para la sociedad en la que viven, pues impiden el progreso y permanecen ancladas en un pasado que quieren perpetuar a cualquier precio.
Por el contrario, el pensamiento flexible rompe este molde retrógrado y se abre a las nuevas experiencias de manera optimista. Las mentes flexibles muestran, al menos, las siguientes características: no le temen a la controversia constructiva y son capaces de dudar de sí mismas sin entrar en crisis (aceptan con naturalidad la crítica y el error y evitan caer en posiciones dogmáticas); no necesitan solemnidades y formalismos acartonados para ponderar sus puntos de vista (les gusta la risa y el humor y los ponen en práctica); no se inclinan ante las normas irracionales ni la obediencia debida (son inconformistas por naturaleza y ejercen el derecho a la desobediencia si fuera necesario); se oponen a toda forma de prejuicio y discriminación (tienden a fijar posiciones ecuánimes y justas que respeten a los demás y eviten la exclusión en cualquier sentido); no son superficiales y simplistas en sus análisis y apreciaciones (su manera de pensar es profunda y compleja, sin ser complicada); y rechazan toda forma de autoritarismo o totalitarismo individual o social (defienden el pluralismo y la democracia como modo de vida).
Las personas flexibles no son ni mucho menos perfectas. Simplemente buscan liberarse de los mandatos y los «debería» para acceder a su verdadero ser. ¿Cómo llegar a un funcionamiento óptimo si se nos prohíbe explorar el mundo? ¿Cómo avanzar en el crecimiento interior si pensamos que el pasado nos condena? De ninguna manera estoy defendiendo a los «rebeldes sin causa» y a los alborotadores de oficio, lo que sugiero es que una mente abierta y libre querrá actualizarse de manera continua y sólo podrá hacerlo si levanta las barreras que le imponen los precursores de la dureza mental y la tradición compulsiva. Si pensamos que «todo cambio es sospechoso», molesto o peligroso habremos entrado en el sombrío terreno del oscurantismo.
La fuerza del pensamiento flexible radica en que, a pesar de la resistencia y los obstáculos, podemos inventarnos a nosotros mismos y fluir con los eventos de la vida sin lastimar ni lastimarnos. Su carta de presentación es la creatividad en aumento. La flexibilidad mental nada tiene que ver con la razón petrificada que se determina a sí misma, sino con aquella razón «que siendo razonable» se refrenda en la buena vida. No es una veleta sometida a los embates del viento que se mueve sin dirección fija, sino una embarcación con motor propio que nos permite cambiar de ruta cuando la tormenta acecha o cuando nos hemos equivocado de rumbo.
Como podrá verse a lo largo del texto, la rigidez psicológica nos enferma, genera sufrimiento (estrés, depresión, ansiedad, hostilidad) y promueve una violencia individual y social significativa. Por eso, es incomprensible que muchas culturas avalen y promuevan el dogmatismo y el fundamentalismo en cualquiera de sus manifestaciones como un baluarte a seguir. Si decides aferrarte a tus dogmas de manera ilógica, tendrás una vida empobrecida y dolorosa.
Por el contrario, la mente flexible fortalece el yo, actúa como un factor de protección contra las enfermedades psicológicas, genera más bienestar y mejores relaciones interpersonales y nos acerca a una vida más tranquila y feliz. Si decides ser flexible, te quitarás un enorme peso de encima al ver que nada está predeterminado y que puedes ser el último juez de tu propia conducta.
La vida siempre está en un eterno devenir, un movimiento permanente que nunca se detiene. Frente a ella, tienes dos opciones: estancarte o subirte a la ola que recorre el universo. Reconozco que algunas personas prefieren la comodidad y el regazo de lo conocido (aunque sea malo) a la incertidumbre de lo desconocido o lo nuevo. Sin embargo, una existencia sin riesgos, anclada en la rutina y lo predecible, es una manera de aquietar el cosmos, un reduccionismo existencial cuya premisa es arriesgar poco y vivir menos. La triste quietud de la resignación que niega cualquier posibilidad de cambio.
Entonces tú decides: rigidez mental (por lo tanto: estrés, angustia, amargura e inmovilidad) o flexibilidad mental (por lo tanto: alegría, tranquilidad y desarrollo del potencial humano).
El presente libro consta de siete capítulos, dos apéndices y unos comentarios finales. En el primer capítulo planteo la esencia del problema y hago una comparación entre las mentes rígidas, las mentes líquidas y las mentes flexibles. En los seis capítulos siguientes confronto las características más sobresalientes de una mente flexible con las que presentan las mentes rígidas, hasta conformar el conjunto que define un pensamiento flexible: dogmatismo versus pensamiento crítico, solemnidad versus pensamiento lúdico, normatividad versus pensamiento inconformista, prejuicios versus pensamiento imparcial, simplicidad versus pensamiento complejo, y autoritarismo versus pensamiento pluralista. En cada apartado señalo el búnker defensivo en el cual se escuda la mente rígida y explico cómo derrumbarlo. Finalmente, en los comentarios finales resumo las zonas por las cuales transita y se siente cómoda una mente flexible. El «apéndice A» y el «apéndice B» muestran los perfiles de la rigidez y la flexibilidad mental respectivamente desde el punto de vista cognitivo.
He buscado los datos psicológicos más recientes sobre el tema y los he cruzado con eventos de la vida diaria, casos clínicos y aportaciones de la filosofía. Espero que el resultado sea ameno y útil para los lectores. También guardo la esperanza de que después de la lectura quien lo desee pueda abrir un espacio de reflexión sobre su propia resistencia al cambio.
CAPÍTULO 1
TRES TIPOS DE MENTES:
RÍGIDA, LÍQUIDA Y FLEXIBLE
«La función del hombre sabio consiste, sobre todo, en deliberar rectamente... Y delibera rectamente, en el sentido más estricto de la palabra, quien apunta en sus cálculos hacia la más altas actividades abiertas del hombre.»
A RISTÓTELES
É TICA A N ICÓMACO , VI, 7
Las personas tienen formas distintas de relacionarse con la información disponible en sus cerebros. Algunas se apegan a ella y otras son más arriesgadas a la hora de modificarla. Hay quienes de manera testaruda insisten en que poseen la razón cuando objetivamente no es así, y hay quienes reconocen sus errores y simplemente tratan de sacarle provecho a las situaciones nuevas o desconocidas.
Existen mentes que parecen de piedra: inmóviles, monolíticas, duras, impenetrables y