Este libro debe mucho a la paciente y cotidiana labor del personal del Archivo General de la Nación. Raquel Güereca, Tania Ovalle y José María Gallegos colaboraron en distintos momentos en la compilación de material documental. Claudia Domínguez Hinojosa realizó las ilustraciones que apoyan algunas secciones de este libro. El señor Salvador García Lima me guió por el fascinante Museo de Casa de Moneda, en el antiguo Apartado; y la amable invitación de la arqueóloga Elsa Hernández Pons hizo posible visitar las obras de restauración del actual Museo Nacional de las Culturas. Finalmente, Inés Herrera Canales organizó varias reuniones académicas en la que tuve ocasión de presentar avances y recibir comentarios de otros especialistas en la historia casamonetarista. Vaya para todos ellos mi agradecimiento.
INTRODUCCIÓN
En este libro me he propuesto reconstruir y analizar el origen, situación social y familiar, relaciones laborales, ideas y actitudes de los trabajadores de la Real Casa de Moneda mexicana. Aunque evidentemente es necesario hablar de sus directores, administradores y supervisores, me interesan particularmente los cargadores, fundidores, pisadores de tierras, volanteros, hileros, arañeros, acuñadores y demás operarios que mantuvieron la producción desde los inicios de esta real manufactura hasta su transformación, a raíz de la independencia, primero en la imperial y luego en la nacional Casa de Moneda.
Mi intención no es acceder al establecimiento como hacían los visitantes distinguidos, que eran recibidos por sus altos funcionarios y guiados por las salas donde relucía el suave brillo de la plata. Por el contrario, con la compañía del lector, tengo el propósito de colarme entre los arrieros que ingresaban para descargar el carbón, el cobre, el hierro y otros recursos de poca prosapia, pasar por las bodegas, recorrer los rincones de las salas de trabajo e incluso asomarme por el par de obscuras habitaciones que servían como cárcel. Pretendo asimismo seguir a lo largo del día a los operarios, desde que entraban al rayar el alba, tomaban sus alimentos a la hora del almuerzo, se afanaban en máquinas y herramientas, bromeaban con sus compañeros y se apresuraban, al fin de la jornada, para salir a la calle. Pienso incluso ir tras ellos, hasta donde me sea posible, a sus cantinas y pulquerías favoritas y acompañarlos, al caer la tarde, a las pobres vecindades donde los esperaban sus esposas e hijos. También, finalmente, me interesan aspectos menos evidentes: sus enfermedades, su vejez, la muerte, y la situación ulterior de sus familias.
Además de su interés en sí —porque un historiador no debería ser ajeno a lo humano, a lo individual y particular— estas historias aparentemente anecdóticas muestran aspectos relevantes del funcionamiento del establecimiento, tales como la manera en que se manifestaba la jerarquía y mantenía el orden. Al mismo tiempo, estos relatos permiten apreciar la forma en que los operarios se vinculaban entre sí, creaban variantes particulares de amistad, solidaridad y, a veces, de complicidad.
En conjunto, puede apreciarse como el ámbito personal y el espacio público de la Casa de Moneda se vinculaban entre sí de una manera inextricable, y no podrían comprenderse cabalmente de otra manera. Las formas más violentas se manifestaban en el allanamiento e inspección ocasional de las viviendas de los trabajadores; otras recorrían el camino inverso, y permiten entender como familias, clientelas y compadrazgos incidían en el reclutamiento y promoción del personal, así como en las intrigas y conflictos a que daban lugar. Es posible, e incluso muy conveniente, construir la historia del establecimiento desde su interior, y no solamente a partir de la rígida, casi impenetrable, fachada institucional.
Como el lector avisado fácilmente habrá sospechado, esta investigación se ubica en una vertiente de análisis microhistórico (que personalmente preferiría llamar microsocial) de amplia tradición en la historiografía europea. Esta corriente comenzó con estudios sobre la época medieval y fue extendiéndose paulatinamente hacia la moderna, conjugando en el camino la metodología tradicional de la historia con la influencia de la antropología cultural y del marxismo. La relativa novedad de este trabajo, en todo caso, consiste en llevar esta perspectiva al entorno de una empresa gubernamental de gran escala, cuya producción alimentaba los circuitos de acumulación e intercambio de la economía mundial del capitalismo en formación.