G. K. Chesterton - Lo que está mal en el mundo
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- Libro:Lo que está mal en el mundo
- Autor:
- Editor:ePubLibre
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- Año:1910
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Lo que está mal en el mundo: resumen, descripción y anotación
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«Todo libro de investigación social moderna tiene una estructura de algún modo muy definida. Empieza por regla general con un análisis, con estadísticas, tablas de población, la disminución de la delincuencia entre los congregacionistas, el crecimiento de la histeria entre los policías y otros hechos igualmente comprobados; acaba con un capítulo que normalmente se llama La solución. Suele deberse casi enteramente a este cuidadoso, sólido y científico método el hecho de que La solución nunca se encuentre, pues este esquema de preguntas y respuestas médicas es un disparate; el primer gran disparate de la sociología. Siempre debe declararse la enfermedad antes de que encontremos la cura. Pero es la entera definición y dignidad del hombre lo que, en cuestiones sociales, nos impone encontrar la cura antes de encontrar la enfermedad».
G. K. Chesterton
ePub r1.0
Titivillus 15.03.16
Título original: What’s Wrong with the World
G. K. Chesterton, 1910
Traducción: Mónica Rubio Fernández
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
GILBERT KEITH CHESTERTON (Londres, 1874 - Beaconsfield, Buckinghamshire, 1936). Entre sus obras más conocidas se cuentan El hombre que fue Jueves (1908), su Autobiografía (1936), una Breve historia de Inglaterra (1917), los ensayos reunidos en Herejes (1905) y Ortodoxia, recopilados también en la antología Correr tras el propio sombrero, la colección de relatos El hombre que sabía demasiado (1922), Lo que está mal en el mundo (1910), Los relatos del padre Brown y Cómo escribir relatos policíacos.
A C. F. G. Masterman
Miembro del Parlamento
Mi querido Charles:
Llamé originalmente a este libro Lo que está mal, y hubiera satisfecho a tu irónico carácter advertir el gran número de malentendidos que surgieron del uso del título. Alguna dama educada que me visitaba abrió mucho los ojos cuando yo comenté tranquilamente: «Esta mañana he estado haciendo “Lo que está mal”». Y un ministro de la Iglesia se agitó inquieto en su silla cuando le dije (así, cuando menos, fue como él lo entendió) que tenía que subir y seguir haciendo un rato lo que estaba mal, pero que volvería a bajar enseguida. De qué oculto vicio me acusaban en silencio no puedo adivinarlo, pero sé de lo que me acuso a mí mismo: de haber escrito un libro informe y poco adecuado, y de valor demasiado escaso para dedicártelo a ti. En lo que se refiere a la literatura, lo que está mal es este libro, sin duda.
Puede parecer el colmo de la insolencia ofrecer una composición tan alocada a quien ha escrito dos o tres de las visiones más impresionantes de los millones de bulliciosos pobladores de Inglaterra. Eres el único hombre vivo que puede hacer que el mapa de Inglaterra hormiguee de vida; un logro de lo más espeluznante y envidiable. ¿Por qué entonces habría de molestarte yo con un libro que, aun cuando logre su objetivo (cosa espantosamente improbable), no puede ser sino un sonoro galopar de teoría?
Bueno, lo hago en parte porque creo que los políticos no sois los peores destinatarios de unos cuantos ideales inconvenientes; pero sobre todo porque reconocerás las muchas discusiones que hemos mantenido, discusiones que las más encantadoras damas del mundo nunca pueden aguantar durante mucho tiempo. Y quizás estés de acuerdo conmigo en que el hilo de la camaradería y la conversación debe ser protegido por lo frívolo que es. Se lo debe considerar sagrado y no debe romperse porque no merece la pena volverlo a atar. Precisamente porque la discusión es ociosa, los hombres (me refiero a los varones) deben tomársela en serio; pues (creemos) hasta el día del juicio, ¿cuándo volveremos a tener tan deliciosas diferencias? Pero, sobre todo, deseo ofrecértelo porque no solo existe la camaradería, sino algo muy diferente llamado «amistad», un acuerdo que está por encima de todas las discusiones y un hilo que, quiéralo Dios, nunca se romperá.
Tuyo siempre,
G. K. CH.
LA FALTA DE HOGAR DEL HOMBRE
EL ERROR MÉDICO
T odo libro de investigación social moderna tiene una estructura de algún modo muy definida. Empieza por regla general con un análisis, con estadísticas, tablas de población, la disminución de la delincuencia entre los congregacionistas, el crecimiento de la histeria entre los policías y otros hechos igualmente comprobados; acaba con un capítulo que normalmente se llama «La solución». Suele deberse casi enteramente a este cuidadoso, sólido y científico método el hecho de que «La solución» nunca se encuentre, pues este esquema de preguntas y respuestas médicas es un disparate; el primer gran disparate de la sociología. Siempre debe declararse la enfermedad antes de que encontremos la cura. Pero es la entera definición y dignidad del hombre lo que, en cuestiones sociales, nos impone encontrar la cura antes de encontrar la enfermedad.
Esta falacia es una de las cincuenta que proceden de la moderna obsesión por las metáforas biológicas o corporales. Se puede hablar del organismo social como se puede hablar del león británico. Pero Gran Bretaña no es ni un organismo ni un león. En el momento en que otorgamos a una nación la unidad y la simplicidad de un animal, empezamos a pensar de manera absurda. Que un hombre sea bípedo no quiere decir que cincuenta hombres sean un ciempiés. Esto ha dado lugar, por ejemplo, a la asombrosa tontería de estar siempre hablando de «jóvenes naciones» y «naciones moribundas», como si una nación tuviera un ciclo de vida fijo y físico. Así, la gente dirá que España ha entrado en una senilidad definitiva; igualmente podrían decir que España está perdiendo todos sus dientes. O la gente dirá que Canadá va a generar pronto una literatura, lo cual es como decir que a Canadá pronto le crecerá un nuevo bigote. Las naciones están formadas por personas; la primera generación puede ser decrépita, o vigorosa la número mil. Aplicaciones semejantes de esa falacia las llevan a cabo los que ven en el tamaño creciente de las posesiones de cada nación un simple aumento de su sabiduría y de su categoría, y del favor de Dios y del hombre. Esa gente, sin duda, carece de sutileza al establecer el paralelismo con el cuerpo humano. Ni siquiera preguntan si un imperio está creciendo gracias a su juventud, o solo engordando debido a su vejez. Pero de todos los errores que surgen de esta fantasía física, el peor es el que tenemos ante nosotros: la manía de describir exhaustivamente una enfermedad social y después proponer un medicamento social.
Ahora bien, hablamos de enfermedad en caso de descomposición física, y ello por una muy buena razón. Porque, aunque pueda haber dudas acerca del modo en que el cuerpo se descompone, no hay duda alguna respecto al modo de recomponerlo. Ningún médico propone crear un nuevo tipo de hombre, con una nueva colocación de los ojos y los miembros. El hospital, si no le queda otro remedio, puede enviar a un hombre a casa con una pierna de menos, pero no le mandará (en un ataque de creatividad) con una pierna de más. La ciencia médica se contenta con el cuerpo humano normal, y solo trata de restaurarlo.
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