• Quejarse

Adrienne Rich - Nacemos de mujer

Aquí puedes leer online Adrienne Rich - Nacemos de mujer texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1976, Editor: ePubLibre, Género: Religión. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Adrienne Rich Nacemos de mujer
  • Libro:
    Nacemos de mujer
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1976
  • Índice:
    5 / 5
  • Favoritos:
    Añadir a favoritos
  • Tu marca:
    • 100
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5

Nacemos de mujer: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Nacemos de mujer" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Adrienne Rich: otros libros del autor


¿Quién escribió Nacemos de mujer? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

Nacemos de mujer — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Nacemos de mujer " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Adrienne Cecile Rich 16 de mayo de 1929 Baltimore Maryland - 27 de marzo de - photo 1

Adrienne Cecile Rich (16 de mayo de 1929, Baltimore, Maryland - 27 de marzo de 2012, Santa Mónica, California), conocida como Adrienne Rich, fue una poeta, intelectual, crítica, feminista y activista lesbiana estadounidense.

Con la publicación de Instantáneas de una nuera en los años 60 se reveló como una poeta profundamente personal, llevando hasta las últimas consecuencias el eslogan feminista de «lo personal es político», de la feminista radical Carol Hanisch.

En 1974 le otorgaron el Premio Nacional del Libro, pero Rich se negó a recibirlo individualmente y se unió a otras dos poetas feministas nominadas, Alice Walker y Audre Lorde, para aceptarlo en nombre de todas las mujeres «cuyas voces aún no se han escuchado en un mundo patriarcal».

Su creciente compromiso con el movimiento feminista y una estética lésbica influenciaron muchos de sus trabajos.

Su obra poética, junto a la de Audre Lorde y Alice Walker, han inspirado la lucha tanto de feministas estadounidenses como de América Latina.

A mis abuelas Mary Gravely y Hattie Rice, cuyas vidas

empiezo a imaginar, y a las activistas que trabajan para

liberar a los cuerpos de las mujeres de las ataduras

arcaicas e innecesarias.

1. Cólera y ternura

Comprender es siempre un movimiento ascendente esta es la razón por la cual la comprensión debe ser siempre concreta. (Nunca nos sacan de la cueva, salimos de ella).

Simone Weil, Primer y último cuaderno

1

De mi Diario, noviembre de 1960:

Mis hijos me causan el sufrimiento más exquisito que haya experimentado alguna vez. Se trata del sufrimiento de la ambivalencia: la alternativa mortal entre el resentimiento amargo y los nervios de punta, y entre la gratificación plena de la felicidad y la ternura. En cuanto a mis sentimientos hacia estos pequeños seres inocentes, a veces me considero un monstruo de egoísmo y de intolerancia. Sus voces consumen mis nervios, sus constantes necesidades, por encima de todo su necesidad de simplicidad y de paciencia, me llenan de desesperación ante mis propios fracasos, ante mi destino, que es la función para la cual no estaba preparada. Y muchas veces me siento débil por contener mi rabia. Otras veces siento que solamente la muerte nos liberará a los unos de los otros, y entonces envidio a la mujer estéril que se da el lujo de arrepentirse, pero vive una vida de intimidad y libertad. Sin embargo, en otras ocasiones me disuelvo con la sensación de su fragilidad, de su encantadora e irresistible belleza, su capacidad para seguir amando y confiando, su lealtad, honradez y desinterés. Les amo. Pero el sufrimiento se apoya en la grandeza y en la inevitabilidad de este amor.

Abril de 1961.

De vez en cuando, me inunda un amor satisfecho hacia mis hijos, y casi parece que me basta el placer estético que me inspiraron esas criaturas pequeñas y cambiantes, así como su sensación de ser amadas, aunque de una forma pasiva. Experimento también la sensación de que no soy una madre desnaturalizada y gruñona a todas horas… a pesar de serlo.

Mayo de 1965.

Sufrir con un niño, por él y contra él —maternal, egoísta y neuróticamente, y a veces sintiéndome desvalida y otras con la ilusión de estar conociendo la sabiduría—, pero siempre, en todas partes, en el cuerpo y en el alma, con aquel niño porque ese niño es una parte de mí misma.

Ser cogida al vuelo por las olas del amor y del odio, y hasta de los celos de la infancia del niño; esperar y temer su madurez; desear librarse de la responsabilidad, atada por cada fibra del propio ser. Aquella curiosa reacción primitiva de protección, la bestia que defiende a su cachorro, cuando nadie le ataca o critica… ¡Y, sin embargo, nadie es con él tan duro como yo!

Septiembre de 1965.

La degradación de la cólera. Furiosa contra un niño. ¿Cómo haré para aprender a absorber la violencia y hacer explícito solo el amor? Agotada por la cólera. La victoria de la voluntad la consigo tan amorosamente… ¡Demasiado amorosamente!

Marzo de 1966.

Tal vez sea un monstruo —una antimujer—, un ser sin voluntad, dirigido, y sin recurso para experimentar los consuelos normales y atractivos del amor, la maternidad y la alegría en los demás…

Presunciones que no han sido examinadas. Primero que una madre «natural» es una persona que carece de otra identidad, alguien que puede hallar una importante gratificación pasando el día entero con los niños, acompasando su paso al de ellos; que hay que aceptar como cierto el aislamiento de la madres y de los niños, juntos dentro de la casa; que el amor maternal es y debería ser literalmente desinteresado; que los hijos y las madres son la «causa» de los mutuos sufrimientos. Yo fui atrapada por el estereotipo de la madre cuyo amor es «incondicional», y por las imágenes visuales y literarias de la maternidad como una identidad unívoca. Si yo sabía que había dentro de mí zonas que nunca concordarían con aquellas imágenes, ¿no eran estas zonas anormales, monstruosas? Y como señaló mi hijo mayor, ahora de veintiún años, cuando leyó los pasajes transcritos más arriba: «Parecía que sentías como si debieras amarnos todo el tiempo. Pero no existe ninguna relación humana en la que puedas amar a la otra persona en todo momento». Sí, traté de explicarle, pero se ha pretendido que las mujeres —y las madres sobre todo— aman así.

A partir de los años cincuenta y el comienzo de los sesenta, recuerdo un ciclo. Comenzó cuando cogía un libro o intentaba escribir una carta o, incluso, cuando me encontraba a mí misma al teléfono hablando con alguien para quien mi voz traicionaba la ansiedad o un ataque de energía compasiva. El niño (o los niños) podía estar absorbido en lo suyo, en su propio mundo de sueños; pero tan pronto sentía que yo me deslizaba hacia un mundo que no le incluía, se me acercaba, me cogía de la mano, pedía ayuda, golpeaba las teclas de la máquina de escribir. En aquellos momentos, yo notaba que sus deseos eran engañosos, como si se tratara más de un intento por escamotear mi vida conmigo misma, aunque solo fueran quince minutos. Montaba en cólera, sentía la inutilidad implícita de cualquier tentativa por salvarme de mí misma, y también experimentaba la desigualdad entre ambos: mis necesidades siempre equilibradas contra las del niño, y perdía siempre. Me dije que podía amar mucho mejor después de un cuarto de hora de concentración, de paz, de desapego de mis hijos.

¡Unos minutos! Para el sentido infantil del abandono inconsolable, si me trasladaba —no solo física sino espiritualmente— a un reino que estuviera más allá de nuestra vida en común apretadamente circunscrita, era como si un hilo invisible se estirara entre nosotros hasta romperse. Era como si mi placenta hubiera comenzado a negarle oxígeno. Como todas las demás mujeres, esperaba con impaciencia la llegada de su padre; entonces, durante una hora o dos al menos, el círculo dibujado alrededor de la madre y los hijos se aflojaba y la intensidad entre nosotros disminuía, pues a la casa había llegado otro adulto. Yo no podía comprender que este círculo, este campo magnético en el que vivíamos, no fuera un fenómeno natural.

Debí de saberlo, pero intelectualmente. Sin embargo, la forma cargada de emoción y tradición en la cual me vi obligada a interpretar el papel de Madre, parecía entonces tan inevitable como las mareas. Y por ella, el microcosmos en el cual mis hijos y yo formábamos un pequeño grupo emocional y privado, y donde (cuando hacía mal tiempo o alguien estaba enfermo) muchas veces pasábamos juntos el día sin ver a otro adulto que no fuera su padre. Había una auténtica necesidad subyacente en los reclamos ficticios de mi hijo cuando yo aparentaba separarme de él, no prestarle atención. Trataba de confirmar para sí que la calidez, la ternura, la continuidad, la solidez estaban allí todavía, en mi persona, para él. Mi singularidad, mi exclusividad en el mundo como su madre —tal vez más confusamente también como mujer— evocaba una necesidad más vasta que la que habría podido transmitir otro ser humano, a menos que fuera amando continua, incondicionalmente, desde el alba hasta la noche, y a menudo durante la noche.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «Nacemos de mujer»

Mira libros similares a Nacemos de mujer. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Reseñas sobre «Nacemos de mujer»

Discusión, reseñas del libro Nacemos de mujer y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.