EL AYUNO ESCOGIDO POR DIOS
Por ARTHUR WALLIS
¿No es más bien el ayuno que yo escogí?
ISAIAS 58:6
© 1974 EDITORIAL CARIBE
P.O. Box 141000
Nashville, TN 37214-1000
Publicado originalmente en inglés con el título de
GOD’S CHOSEN FAST
Copyright © 1968 por Arthur Wallis
Publicado por Victory Press
Eastbourne, Sussex, England
Versión castellana: María Amalia Porro
ISBN 0-88113-006-0
ISBN 978-0-88113-006-5
ISBN 978-0-71802-381-2 (eBook)
Reservados todos los derechos.
Prohibida la reproducción total o parcial, ya sea
mimeografiada o por otros medios, sin la previa
autorización escrita de la Editorial Betania.
A menos que se indique lo contrario, todas las citas
bíblicas fueron tomadas de la Versión Reina-Valera,
revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas Unidas.
E-mail: caribe@editorialcaribe.com
27ª Impresión, 6/2011
www.caribebetania.com
Indice
Las citas bíblicas corresponden a la Versión Reina Valera, Revisión 1960, a menos que se indique lo contrario.
Lo tratado entre corchetes, es del autor.
En varias de las librerías evangélicas de una gran ciudad pregunté si tenían en existencia alguna publicación que tratara sobre el ayuno, pero no pudieron indicarme ni un solo título. Días después, en esa misma ciudad, entré a un establecimiento dedicado a la venta de Productos Dietéticos y compré un libro que trataba sobre el ayuno y la salud corporal. De inmediato llegué a la conclusión de que se había escrito mucho más sobre el aspecto físico del ayuno, por reformadores en la materia, que todo lo que sobre el mismo hubiera sido tratado por autores cristianos. Tiempo después tuve la satisfacción de conseguir el libro de Gordon Cove, Revival now Through Prayer and Fasting, y un ejemplar del de David Smith, Some Light on Fasting. Los referidos libros contienen valiosas enseñanzas y acertados consejos sobre el tema. Esas y dos o tres publicaciones estadounidenses parecía que era todo lo que se había escrito al respecto.
Ya que por años he podido comprobar no solamente el gran valor sino también la bendición que trae aparejado el ayuno, me sentí hondamente preocupado de que tantos creyentes fervorosos aparentemente nunca le habían prestado atención al tema. Esta inquietud se hizo una compulsión en mí para compartir con los que ansían lo mejor de Dios, lo que la Biblia dice sobre este ejercicio espiritual.
Mi meta ha sido la de proporcionar un manual que trate no solamente de los pasajes principales que hay en la Escritura sobre el ayuno, incluyendo además un índice bíblico, sino tratar de la manera más amplia posible los puntos prácticos involucrados en el ayuno.
En la sección del libro que trata el aspecto físico y el práctico, he dedicado más espacio al ayuno prolongado, por considerar que es en esa clase donde es tan necesaria una clara comprensión del aspecto físico del mismo. Esto no debe guiar al lector a suponer que todos son llamados a hacer ayunos prolongados o que el ayuno de corta duración es, comparativamente hablando, de menos estima a los ojos de Dios. Todo lo contrario. Empero, será de ayuda para los que practican sólo los ayunos más breves, comprender cómo se comporta el organismo durante un ayuno prolongado.
Es indudable que el tratamiento de este aspecto físico entra en el campo del médico más bien que en el del estudiante de la Biblia, y es por ello que quiero dejar expresa constancia de mi gratitud a los escritos de los doctores Otto Buchinger, de Alemania, y a Herbert Shelton, de los Estados Unidos, ambos expertos en el campo del ayuno terapéutico, tanto como a aquelos amigos, profesionales médicos, que tan gentilmente se prestaron a leer el manuscrito y a revisar cuidadosamente lo escrito sobre este aspecto del tema. Estoy sumamente reconocido a ellos y a tantos otros que me han ofrecido valiosas sugerencias. Asimismo debo expresar mi gratitud al ex profesor James Orr, por su artículo sobre el asceticismo, publicado en el Protestant Dictionary, y al autor del artículo sobre el ayuno que aparece en Hasting’s Encyclopaedia of Religion and Ethics.
El haber sacado a la luz nuevamente una verdad que por tanto tiempo ha sido pasada por alto, hace que con frecuencia la misma sea recalcada en demasía. En relación con este tema me he sentido consciente de ello, y por lo mismo procuré darle el justo peso que le proporciona la Escritura. La verdad es como un retrato, si se le exagera un rasgo, deja de ser un retrato para convertirse en una caricatura. Aquellos que le dan al ayuno una importancia desproporcionada respecto del lugar que tiene en la Escritura no hacen más que presentar una caricatura que sólo sirve para que las personas serias y bien intencionadas dejen de lado este medio divinamente señalado, como si fuera algo para maniáticos o chiflados.
El ayuno es importante. Quizá más que lo que la mayoría de nosotros creímos en un tiempo, y confío que este libro lo demostrará. No obstante, no se trata de una doctrina bíblica fundamental, una piedra basal de la fe o de una panacea para cada mal espiritual. Sin embargo, cuando se lo ejercita con un corazón puro y animado por motivos sanos, el ayuno puede proporcionarnos una llave para abrir puertas en aquellos lugares donde otras llaves han fracasado; es una ventana que abre nuevos horizontes en el mundo invisible; un arma espiritual provista por Dios y poderosa “para derribar fortalezas”. Quiera Dios usar este libro para despertar a muchos de su pueblo a reconocer las posibilidades espirituales que se hallan latentes en el ayuno que Dios ha escogido.
Por espacio de casi un siglo y medio el ayuno ha estado fuera de “moda”, al menos en las Iglesias de Occidente. La misma idea de que en realidad hoy día alguien ayune parece extraña a la mayoría de los cristianos de este siglo XX. Lo asocian con el cristianismo de la época medieval o quizá con prácticas relacionadas con el sector conservador de la Iglesia Anglicana. Es indudable que muchos tienen presente que dirigentes, políticos, Mahatma Gandhi entre ellos, se han valido del ayuno como un arma de resistencia pasiva. Como ejercicio espiritual pensarían que está limitado a los creyentes que tal vez sean un poco extremos o fanáticos en su manera de ser.
Hay otros cuyo recelo se fundamenta en el aspecto práctico. Para los tales el ayuno y el estar hambrientos son términos sinónimos y temen que debe ser perjudicial por cuanto “nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida”. Efesios 5:29. En forma casi instintiva se oponen al ayuno.
—Tenga cuidado— dicen —puede perjudicar seriamente su salud. Con una vida tan agitada como la suya no puede debilitarse.
¿Por qué semejante actitud frente a una práctica que resulta tan obviamente espiritual? Una razón es que el ayuno era una de las características dominantes del ascetismo que apareció en la era post-apostólica y que se hizo extremo, en cuanto a forma como extendido en influencia durante la época medieval. Luego el péndulo osciló hacia el otro extremo cuando se puso en contra de todo lo que tuviera visos de asceticismo. En la actualidad la Iglesia sufre las consecuencias de esa reacción. Todavía no hemos recobrado el equilibrio espiritual del cristianismo del Nuevo Testamento.
Hace un tiempo tuve oportunidad de escuchar a un excelente expositor bíblico en una conferencia en la que llamaba a la reflexión sobre la contestación que diera el Señor cuando le preguntaron respecto del ayuno, a lo que había respondido: “¿Acaso pueden los que están de bodas ayunar mientras está con ellos el esposo?” Esas palabras del orador fueron de ayuda, no cabe duda, pero ni una sola vez se refirió al ayuno ni explicó si el mismo tenía algún lugar en la economía de la vida cristiana hoy día.
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