William Ospina - Los dones y los méritos

Atardecer

Como una liebre dorada

que huye de negra jauría

un pedacito de día

quema la cumbre encantada

gastó el día su tesoro

en la llanura lejana

y arroja por mi ventana

su última moneda de oro

pierde el cielo un brillo terso

pero yo entiendo y laboro

para que el trocito de oro

siga brillando en el verso

1975

WILLIAM OSPINA (Padua, Tolima, Colombia, 1954) poeta y ensayista. Es autor de los libros Hilo de arena, La luna del dragón y el País del viento. Sus libros de ensayo: Esos extraños prófugos de occidente y Es tarde para el hombre recogen desde el análisis literario reflexiones sobre la existencia del hombre moderno. Es señalado por la crítica como un autor apocalíptico; no obstante, Ospina advierte que en este país de lo inverosímil, es tal vez, el tono apocalíptico el recurso que abre la posibilidad de ser escuchado, de ser tenido en cuenta, de quedar hospedado en la conciencia del lector como duda o certeza, como sendero o abismo.

Entrevista realizada en cali, el 31 de marzo de 1995 por Álvaro Bautista y Jean Paul Margot

Quisiera preguntarte acerca de tu formación intelectual. Los estudios en Fresno, Tolima, hasta París, el regreso de Francia a Bogotá, luego Calí…

Yo no tengo conciencia de tener una formación académica muy rigurosa, más bien, me he dedicado mucho a leer, y a leer de una manera desordenada, quiero decir, apasionada; por ejemplo yo abandono un libro con el que no logro entusiasmarme y apasionarme. Tengo la idea de que, en mi caso particular, (no será así en todos los casos), cuando pierdo el interés ya no puedo aprovechar en nada la lectura; entonces leer por mera disciplina, leer por mera inercia, por mera responsabilidad del lector, no es para mí provechoso; si no hay entusiasmo rápidamente cambio de tema. Cuando un libro logra absorberme por completo yo sigo dedicado a ese libro hasta que termine, no es muy fácil que vaya en otra dirección o busque otra actividad. Cuando estoy urgido por una determinada necesidad, cuando tengo sed y estoy escribiendo sobre un tema en particular, siento que toda la energía está dirigida a eso y que todo mi interés está orientado a buscar argumentos o respuestas en ese sentido.

Después del bachillerato estuve estudiando Derecho en la Universidad Santiago de Cali durante seis semestres. Después de que abandoné la universidad he estado dedicado casi exclusivamente a la lectura y a otras formas de estudio menos codificadas como son la conversación y el intercambio de distintos géneros de opinión. He estado con muy buenos amigos y apasionantes interlocutores. Es muy agradable la conversación como género.

Todo lo demás que puedo decirte que han sido mis estudios tiene que ver con la literatura, casi que sobretodo con la literatura. No soy buen lector de otros géneros, sin que esto signifique que no me interesan: me gustan los libros de historia pero no son muchos los libros de historia que puedo leer. Yo diría que soy un buen lector de Gibbon, me gusta mucho la Historia de la decadencia y ruina del Imperio Romano. Soy más o menos lector agradecido de algunos antropólogos. En una época agradecido lector de Freud, en los tiempos de Estanislao. Yo no participaba de las lecturas que particularmente hacía de los textos sicoanalíticos, porque yo soy muy indisciplinado, pero me interesó mucho la conversación con Estanislao, siempre fue muy aleccionadora y muy importante, pero hay cierta manera de leer que en mi caso no puede fácilmente ser compartida porque es muy caprichosa. He leído a Freud, algunas cosas, y me interesa mucho la filosofía, de la que tengo un conocimiento muy parcial. Y creo que siempre me aproximo a la filosofía de una manera un poco interesada, cuando ciertos temas son particularmente urgentes para mí como problema, entonces busco la filosofía y textos para reflexionar sobre esto. Un filósofo del que puedo decir que frecuento por placer es Schopenhauer.

Precisamente cierta concepción del arte en Schopenhauer, influye, creo yo, en una concepción estética que tiende hacia cierto orientalismo…

Tengo conciencia de ese interés por el Oriente que hay en Schopenhauer. A mí me atrae mucho por su estilo en particular, yo siento que de todos los textos filosóficos a los que me he aproximado tal vez son las obras de Nietzsche y de Schopenhauer aquellas a las que uno puede más acercarse por razones estéticas y literarias, y disfruto mucho leyendo a Schopenhauer, más allá de si siento que me convencen o no los argumentos, que muy a menudo me convencen. Es la manera de discurrir de él, la que me parece encantadora, la manera de reflexionar, el tipo de interés que tiene por el mundo, que no es un interés puramente racional ni un interés de comprensión solamente, sino que le importa sentir el mundo y que le importa mucho inclusive un cierto patetismo de la existencia enfrentada al universo.

Schopenhauer no intenta construir un sistema filosófico. Me gusta mucho la definición irónica que dio Borges de lo que es un sistema: un sistema consiste en subordinar todos los aspectos del universo a uno cualquiera de ellos: a la economía, a la sicología, a la teología. En esa medida, Schopenhauer no está procurando construir un sistema, pero siente que su argumentación debe tener una cohesión casi orgánica, debe tener una cohesión por lo menos estética y entonces desde el comienzo de su obra está repitiendo que todas las partes de lo que él está afirmando se necesitan unas a otras y que su tejido es un tejido en el cual cada cosa depende de la otra para sostenerse, que la estructura misma es una necesidad del conjunto, no hay unas cosas soportando las otras, sino que todas se sostienen.

Es una descripción muy interesante porque me parece que corresponde más a la descripción de lo que va a ser una obra de arte que a la que puede ser un sistema filosófico. Eso me atrae mucho de él, esa conciencia de artista en su proceso de reflexión, que está continuamente construyendo párrafos y páginas que dejan la sensación de ser poesía, que tiene una suerte de definición o aproximación a lo sublime, a lo maravilloso, y lo siento más como un poema.

¿Conociste a Borges en Francia?

No. En el tiempo en que estuve en Francia Borges estuvo allí unas dos veces, la primera vez oí las conferencias que dio por la radio y vi las entrevistas que le hicieron por la televisión, y también lo supe de una manera muy personal. Un día llegué a la universidad y me encontré con un amigo que me dijo: «te estoy buscando hace tres días porque me encontré con Borges en el barrio latino» y yo le dije «¿pero dónde está?, yo lo quiero ver», entonces me dijo: «bueno, estaba hace tres días sentado en un café, estaba justamente en el Café de La Colombie, que queda diagonal a Saint-Germain des Prés». El había entrado allí y de pronto ¿qué ve?, Borges que estaba sentado a una mesa, que estaba sentado solo. El se extrañó mucho, porque sabía que Borges era ciego, pero quien había ido con Borges hasta allí lo había dejado solo tomándose un café. Entonces se acercó y le dijo: «Usted es Borges». Entonces Borges se volvió hacia él y le dijo: «¿y Usted?» y el contestó: «soy colombiano». Entonces Borges le dijo: «Bueno, aquí estoy, tomándome un tinto, como dicen Ustedes». Después de esta breve conversación, como él conocía mi admiración por Borges, se fue a buscarme para darme la noticia y para decirme que Borges andaba por ahí. Cuando me encontró, ya hacía como dos o tres días que lo había visto, pero sabía que Borges estaba en la ciudad. Yo estuve una tarde recorriendo infructuosamente el barrio Latino buscando ese viejo hotel donde murió Oscar Wilde en el que a Borges le gustaba hospedarse, y bueno, finalmente no pude verlo.