África: perspectivas para su cultura e historia , volumen II
se terminó de imprimir en mayo de 2009
en los talleres de Formación Gráfica, S.A. de C.V.
Matamoros 112, col. Raúl Romero
57630 Ciudad Nezahualcóyotl, Estado de México.
Portada: Irma Eugenia Alva Valencia.
Tipografía y formación: El Atril Tipográfico, S.A. de C.V.
Cuidó la edición la Dirección de Publicaciones de
El Colegio de México.
La urbanización mundial
L. DURAND y G. MASSIAH
Algunos datos sobre el tema en el Tercer Mundo y en Africa
D ESDE 1920 HASTA FINES DE este siglo, la población urbana del Tercer Mundo se habrá multiplicado por 20. A nivel mundial, la tasa de urbanización (porcentaje de personas que residen en una aglomeración de más de cinco mil habitantes, tomando en cuenta la población total) sigue aumentando: sobrepasará 50% en el año 2000. En el caso del Tercer Mundo, el crecimiento demográfico es superior a 2% anual; el crecimiento urbano es dos veces mayor, y el crecimiento de los cinturones de miseria (casuchas de lata y cartón que rodean a las grandes urbes) se cuadruplica: esta ley de crecimiento al doble constituirá en lo futuro una de las principales amenazas contra el orden establecido...
La Organización de Naciones Unidas informaba, en el censo de 1981, que 800 millones de individuos viven en una pobreza absoluta; de ellos, 600 millones son del medio rural, por lo tanto, candidatos a emprender el éxodo hacia las ciudades. En efecto, vivir en la ciudad ofrece más posibilidades de tener acceso a las infraestructuras sociales, sanitarias y escolares existentes, así como de encontrar un empleo, incluso marginal, en el sector informal. La ciudad representa el progreso, la modernidad, y su atractivo es irresistible. En 1981, quienes vivían en las ciudades sumaban 900 millones de personas en el Tercer Mundo; en 1985 serán más de 1200 millones de personas. La expansión constante de las ciudades va acompañada por todas partes de la “tugurización” de ciertos barrios, del desarrollo de zonas de ocupación clandestina de baldíos, de la construcción en lotes irregulares y, sobre todo, de importantes asentamientos de casuchas miserables...
¡Es difícil hablar de poblaciones “marginales” cuando los cinturones de miseria representan de 25 a cerca de 50% (según los diversos países) de la población urbana! Así, las trescientas favelas de Rio de Janeiro albergan a dos millones de “favelados”; los cinturones de miseria de El Cairo, de Dacca, Manila y Dakar, de Estambul o de Fez son ciudades dentro de la ciudad, “cánceres” que gangrenan la urbe, sin por ello sacudir el poder de la clase dirigente. Los movimientos esporádicos, desorganizados, las rebeliones urbanas —como la de junio de 1981 en Casablanca— cuando estallan, son reprimidos severamente. Pero, aunque la policía y el ejército puedan contener estas explosiones violentas, signos de un descontento creciente, permanente, no pueden oponerse a la “urbanización de las costumbres’ ’. Los cinturones de miseria adoptan, sin disponer de los medios para ello, el modo de vida, el modo de pensar, el modo de consumo de la burguesía urbana. La no satisfacción de sus necesidades revela la profunda desigualdad social del capitalismo periférico...
La exigencia que más a menudo expresan los pobladores de los cinturones de miseria ante las autoridades municipales es la del reconocimiento jurídico de su situación: el reparto de títulos de propiedad de su pedazo de terreno, lo que les proporcionaría también una garantía de seguridad.
El Banco Mundial alienta esta práctica e incluso preconiza la viabilidad de las parcelas, la institución de tramos de albergue sobre los que podrán construirse edificaciones de ladrillo y argamasa. También financia ciertos proyectos de saneamiento de las ciudades perdidas: es una gota de esperanza en un océano de miseria, pues tales acciones sólo benefician a unos seis millones de personas.
Urbanización y dominación
Los problemas que plantea la urbanización de los países dominados pueden analizarse a partir de ciertos factores que explican, a la vez, la unidad y la diversidad de las situaciones que allí encontramos. Nos referiremos aquí a tres de esos factores:
- • la índole de la colonización y la permanencia marcada del modelo urbano;
- • la índole de la división internacional del trabajo y el desarrollo de su crisis actual, que restituye la dominación de los diferentes países y el lugar diferente que pueden ocupar en la evolución de la división internacional del trabajo;
- • la índole del Estado en estos diferentes países, su calidad de dominado, más o menos relativo, la relación con los pueblos dominados y con sus luchas, el papel que desempeñan en la articulación entre los modos de producción precoloniales, coloniales y neocoloniales.
En este estudio propondremos algunas reflexiones sobre la evolución de los modelos urbanos, sobre el papel de la urbanización en la situación actual y, por último, sobre una caracterización rápida de las políticas urbanas.
La permanencia del modelo urbano colonial
Es necesario tomar conciencia de lo coherente que es el modelo urbano colonial y del peso que aún tiene en la caracterización de las ciudades. En África, donde la creación de las ciudades actuales es casi por doquier obra de la penetración colonial, es donde se puede estudiar mejor lo que ha resultado de la aplicación de este modelo. Las ciudades de penetración y de evacuación definen el “territorio útil” que se desarrollaba a lo largo de las costas y de las vías fluviales. Era, al mismo tiempo que guarniciones, centros para las sociedades de tráfico comercial. Las directivas que se daban a los urbanistas eran inequívocas: la ciudad de los europeos estaba ubicada cerca del puerto, en posiciones fáciles de defender, que las más de las veces se denominaban “la meseta”. Luego, a lo largo de la costa, y a partir del puerto, se desarrollaban las factorías e instalaciones comerciales, los servicios, y luego, las zonas industriales. La ciudad “indígena” estaba ubicada cuidadosamente desde el punto de vista de la higiene: “La ciudad europea no debe estaren la misma dirección del viento de la ciudad indígena”; la indígena debía estar yuxtapuesta a la zona industrial y al puerto, a los que proporcionaba la mano de obra. La ciudad europea estaba separada de la indígena por un cordón, denominado “cordón sanitario”, integrado por guarniciones militares, hospitales, prisiones y diversas instalaciones de infraestructura.
Este modelo dio origen a la estructura urbana de base... Se aplicaba también en las ciudades-relevo menos importantes, a la vez guarniciones y lugares de comercio, en forma de centros de tráfico comercial o de canalización de otros sistemas de explotación. Incluso en el caso en que la dominación colonial se impuso a ciudades ya existentes (en Maghreb o en Asia), asistimos a injertos de esta estructura urbana en las realidades urbanas precoloniales.
Este modelo urbano servirá de estructura de apoyo al fenómeno de la urbanización. Se producirá la densificación de los barrios periféricos con el éxodo rural, habrá inversión en las “mesetas” por parte de las administraciones y de las clases dirigentes de los nuevos Estados, se prolongarán las zonas industriales a lo largo de las costas, con relaciones aseguradas mediante vías rápidas de conexión con los aeropuertos, surgirán en los suburbios nuevos barrios de fraccionamientos para las clases medias, aparecerán verdaderas ciudades satélites espontáneas... El paso del modelo colonial al modelo neocolonial multiplicará los problemas casi insolubles, hará estallar la estructura urbana de base, pero sin tocar fundamentalmente su coherencia.
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