© Ine Gundersveen
Timothy Snyder es titular de la cátedra Housum de Historia en la Universidad de Yale y es fellow permanente del Instituto de Ciencias Humanas de Viena. Se doctoró en Oxford y ha sido investigador en las universidades de París, Viena, Varsovia y Harvard. Sus libros anteriores recibieron destacados premios. Es autor de Tierras de sangre. Europa entre Hitler y Stalin (Galaxia Gutenberg, 2011), traducido a trece idiomas, que recibió doce premios, entre ellos el Premio Hannah Arendt de Pensamiento Político, el Premio Leipzig para la Comprensión Europea y el Premio Emerson de Humanidades de la Academia Americana de las Artes y las Letras. Ayudó a Tony Judt a escribir una historia temática de las ideas políticas y de los intelectuales en política, Pensar el siglo XX (2012). Sus artículos académicos han aparecido en revistas como Past and Present y Journal of Cold War Studies; también ha escrito en The New York Review of Books, Foreign Affairs, The Times Literary Supplement, The Nation y The New Republic así como en The New York Times, The International Herald Tribune, The Wall Street Journal y en otros periódicos. Es miembro del Comité de Conciencia del Memorial del Holocausto de Estados Unidos y del Consejo Asesor del Instituto Yivo de Investigaciones Judías. Sus libros El príncipe rojo. Las vidas secretas de un archiduque de Habsburgo (2014), Tierra negra. El Holocausto como historia y como advertencia (2015) y Sobre la tiranía (2017) también han sido publicados por Galaxia Gutenberg.
Con el final de la Guerra Fría, pareció definitiva la victoria de la democracia liberal. Los observadores proclamaron el fin de la historia y mostraron su confianza en un futuro pacífico y globalizado. Pero esa fe no estaba justificada. El autoritarismo volvió a Rusia, a medida que Putin halló una serie de ideas fascistas que podía utilizar para justificar el gobierno de los ricos. Desde 2010, la corriente se ha extendido de este a oeste, con la ayuda de las guerras emprendidas por Rusia: la guerra física en Ucrania y la guerra cibernética en Europa y Estados Unidos.
Rusia encontró aliados entre los nacionalistas, oligarcas y radicales de todo el mundo, y su empeño en disolver las instituciones, los estados y los valores occidentales tuvo eco en el propio Occidente. El ascenso del populismo, el voto británico contra la UE y la elección de Donald Trump eran objetivos rusos, pero el hecho de que los lograra pone al descubierto la vulnerabilidad de las sociedades occidentales.
En este contundente e implacable trabajo de historia contemporánea, basado en vastas investigaciones y en testimonios personales, Snyder va más allá de los titulares para revelar la verdadera naturaleza de las amenazas que se ciernen sobre la democracia y la legalidad. Comprender ese peligro es ver, y tal vez renovar, las virtudes políticas fundamentales heredadas de la tradición y necesarias para el futuro. Al mostrarnos las duras alternativas a las que nos enfrentamos –entre igualdad y oligarquía, individualidad y totalidad, verdad y mentira–, Snyder nos permite volver a comprender las bases en las que se apoya nuestra forma de vida y nos enseña el camino en unos momentos de terrible incertidumbre.
Edición al cuidado de María Cifuentes
Título de la edición original: The Road to Unfreedom
Traducción del inglés: María Luisa Rodríguez Tapia
Publicado por:
Galaxia Gutenberg, S.L.
Av. Diagonal, 361, 2.º 1.ª
08037-Barcelona
info@galaxiagutenberg.com
www.galaxiagutenberg.com
Edición en formato digital: octubre de 2018
© Timothy Snyder, 2018
Reservados todos los derechos
© de la traducción: María Luisa Rodríguez Tapia, 2018
© Galaxia Gutenberg, S.L., 2018
Conversión a formato digital: Maria Garcia
ISBN : 978-84-17355-95-1
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Para los periodistas, los héroes de nuestro tiempo
Índice
Prólogo (2010)
Mi hijo nació en Viena. Fue un parto difícil, y la primera preocupación del tocólogo austriaco y de la comadrona polaca fue el recién nacido. Respiró, su madre lo tuvo en brazos durante un instante, y luego se la llevaron a un quirófano. La comadrona, Ewa, me dio al niño. Él y yo nos sentimos un poco perdidos en medio de lo que sucedió después, pero no nos separamos. Miraba hacia arriba con sus ojos violetas desenfocados mientras los cirujanos pasaban corriendo a nuestro lado, ruido de pasos y máscaras que se ataban, un borrón de batas de color verde.
Al día siguiente parecía que todo iba bien. Las enfermeras me dijeron que me fuera a la hora normal, las cinco de la tarde, mientras madre e hijo se quedaban al cuidado de ellas hasta la mañana. Ahora ya podría enviar, con un poco de retraso, correos electrónicos con el anuncio del nacimiento. Algunos amigos leyeron la buena noticia en el mismo instante en el que se enteraban de una catástrofe que arrebató otras vidas. Un amigo, un profesor al que había conocido en Viena en un siglo anterior, había corrido para subir a un avión en Varsovia. Mi mensaje salió a la velocidad de la luz, pero nunca llegó a alcanzarlo.
El año 2010 fue un periodo de reflexión. Dos años antes, una crisis financiera había eliminado gran parte de la riqueza mundial, y la titubeante recuperación estaba favoreciendo a los ricos. Un afroamericano era presidente de Estados Unidos. La gran aventura de Europa en la década anterior, la ampliación de la Unión Europea hacia el este, parecía completa. Diez años después de comenzar el nuevo siglo, veinte años después del fin del comunismo en Europa, setenta años después del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, 2010 parecía un año apropiado para recapacitar.
Ese año yo estaba haciendo una de esas reflexiones con un historiador moribundo. Admiraba a Tony Judt, sobre todo, por su historia de Europa, Postwar (Postguerra), publicada en 2005. En ella relataba el éxito inverosímil de la Unión Europea, que había logrado reunir fragmentos de imperios para formar la mayor economía y una de las regiones democráticas más importantes del mundo. El libro concluía con una meditación sobre la memoria del Holocausto de los judíos en Europa. En el siglo XXI , decía, no iban a bastar los procedimientos y el dinero; la decencia política necesitaba contar con una historia del horror.
En 2008, Tony había enfermado de esclerosis lateral amiotrófica ( ELA ), un trastorno neurológico degenerativo. Se encaminaba a una muerte segura, atrapado en un cuerpo que no obedecía ya a la mente. Cuando Tony perdió el uso de las manos, empezamos a grabar nuestras conversaciones sobre temas relacionados con el siglo XX . A ambos nos preocupaba, en 2009, el hecho de que Estados Unidos diera por sentado que el capitalismo era inalterable y la democracia, inevitable. Tony había escrito sobre los intelectuales irresponsables que ayudaron al totalitarismo en el siglo XX . Ahora le inquietaba una nueva irresponsabilidad propia del siglo XXI : un rechazo total de las ideas que aplastara las conversaciones, inutilizara las políticas y normalizara las desigualdades.
Mientras hablábamos, yo estaba escribiendo una historia de los asesinatos políticos de masas cometidos por la Alemania nazi y la Unión Soviética en la Europa de los años treinta y cuarenta. Empezaba con personas corrientes en sus hogares, en particular los judíos, bielorrusos, ucranianos, rusos, bálticos y polacos que habían sufrido los dos regímenes en las zonas en las que el poder nazi y el soviético se habían solapado. Aunque los sucesivos capítulos del libro eran muy lúgubres –hambrunas planificadas, fosas de la muerte, cámaras de gas– su premisa era optimista: podíamos identificar las causas de los asesinatos en masa y recordar las palabras de los muertos. Podíamos contar la verdad y aprender las lecciones necesarias.