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Ame Soler - Somos las nietas de las brujas que no pudisteis quemar

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Ame Soler Somos las nietas de las brujas que no pudisteis quemar
  • Libro:
    Somos las nietas de las brujas que no pudisteis quemar
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2019
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Somos las nietas de las brujas que no pudisteis quemar: resumen, descripción y anotación

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El manifiesto feminista autobiográfico de Tres Voltes Rebel, una de las jóvenes promesas de la ilustración en nuestro país, que nos empodera y recuerda que nada podrá con nosotras. «Nunca he encajado en los esquemas que la sociedad ha construido para ser una chica perfecta. Desde pequeña me despeinaba de manera asombrosamente fácil. Recuerdo un día que había jugado, corrido, saltado… Y un profesor me dijo: Péinate, pareces una bruja. Estos años me prepararon para la adolescencia más insegura y dependiente que puedas imaginar. Un sufrimiento que parecía no terminar. Hasta que descubrí el feminismo y pude dar nombre y forma a todo aquello que me oprimió. Hasta que me uní a un grupo de luchadoras que volamos a contracorriente». Sincero, poético y desgarrador, un relato en el que Tres Voltes Rebel nos da su propia visión del feminismo.

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Así me llamó cariñosamente mi familia cuando nací Más de cuatro kilos de bebé - photo 1Así me llamó cariñosamente mi familia cuando nací Más de cuatro kilos de bebé - photo 2 Así me llamó cariñosamente mi familia cuando nací. Más de cuatro kilos de bebé gordito. Cómo iba a saber que años después esto mismo me jodería tanto. En realidad muchos bebés nacen gordos era grande pero no muy distinta del - photo 3En realidad muchos bebés nacen gordos era grande pero no muy distinta del - photo 4En realidad muchos bebés nacen gordos era grande pero no muy distinta del - photo 5 En realidad, muchos bebés nacen gordos; era grande, pero no muy distinta del resto. Nunca perdí mi barriguita de niña pequeña, pero la verdad es que esto me daba igual. Bueno pintar y comer Me encantaba y me encanta comer Algunos días incluso - photo 6 Bueno, pintar… y comer. Bueno pintar y comer Me encantaba y me encanta comer Algunos días incluso - photo 6 Bueno, pintar… y comer.

Me encantaba (y me encanta) comer. Algunos días incluso «se me olvidaba» que había merendado ya y merendaba dos veces. O tres. Mis lorzas nunca fueron un problema. Hasta que me hicieron ver que estaban ahí y que no debían gustarme. Físicamente no encajaba en el esquema que la sociedad ha construido para ser una chica perfecta.

Y en cuanto a personalidad… tampoco. «Pareces un chico», me decían, como si mis gustos, mis gestos o mi manera de relacionarme determinasen mi género, menuda gilipollez, ¿no? Pero esos comentarios me iban haciendo creer que no era como debía ser - photo 7 Pero esos comentarios me iban haciendo creer que no era como debía ser. Hablaba mucho y muy alto Y claro esto también era un problema Me - photo 8 Hablaba mucho y muy alto. Y claro, esto también era un problema. Me despeinaba con una facilidad increíble Recuerdo un día a última hora de la - photo 9 Me despeinaba con una facilidad increíble. Recuerdo un día, a última hora de la tarde, que había jugado, corrido, saltado… Y un profesor me dijo: «Péinate, pareces una bruja».

Se rio toda la clase y yo me limité a agachar la cabeza, avergonzada. Se acercaba la adolescencia y su implícita preocupación por mi apariencia - photo 10Se acercaba la adolescencia y su implícita preocupación por mi apariencia - photo 11 Se acercaba la adolescencia y su implícita preocupación por mi apariencia física. Empecé a darme cuenta de que mi cuerpo era muy distinto del de los maniquíes. No encajaba. Mi cuerpo no era válido. Vergüenza Sentía vergüenza de ir a la playa en bikini calculaba mi postura al - photo 12Vergüenza Sentía vergüenza de ir a la playa en bikini calculaba mi postura al - photo 13 Vergüenza. Vergüenza Sentía vergüenza de ir a la playa en bikini calculaba mi postura al - photo 12Vergüenza Sentía vergüenza de ir a la playa en bikini calculaba mi postura al - photo 13 Vergüenza.

Sentía vergüenza de ir a la playa en bikini, calculaba mi postura al milímetro para que no se me notasen los kilos que consideraba de más. No estaba disfrutando, y mi cabeza no paraba de repetirme: «¿Qué estarán pensando de mí?». Tenía celulitis Me preguntaba constantemente si aquello algún día acabaría - photo 14 Tenía celulitis. Me preguntaba constantemente si aquello algún día acabaría desapareciendo. Los culos de las revistas eran lisos, redondos y perfectos, totalmente distintos del mío. Crecía y quería imitar todos los rituales de belleza que veía a mi alrededor - photo 15Crecía y quería imitar todos los rituales de belleza que veía a mi alrededor - photo 16 Crecía y quería imitar todos los rituales de belleza que veía a mi alrededor.

Ojalá hubiese sabido que depilarme era una opción ti no una obligación. Que mi pelo es tan natural como las amapolas, pero entendí que no debía dejar crecer las flores en mi campo porque era mujer. Cuántas veces me sorprendí a mí misma justificándome por tener pelos largos al - photo 17Cuántas veces me sorprendí a mí misma justificándome por tener pelos largos al - photo 18 ¿Cuántas veces me sorprendí a mí misma justificándome por tener pelos largos al ir a depilarme? No era consciente en aquel momento de lo que eso significaba, era puro rechazo a mi propio cuerpo en su estado más natural. Interioricé de tal manera los cánones estéticos que mi naturaleza me parecía fea y sucia. El día en que me bajó la regla por primera vez no supe como reaccionar Me - photo 19 El día en que me bajó la regla por primera vez, no supe como reaccionar. Me callé, hasta que manché la silla del pupitre y tuve que ir a susurrárselo cabizbaja a una profesora, que me trajo una compresa casi de contrabando.

Una vez mas volvió a avergonzarme la naturaleza de mi cuerpo y viví por primera vez en mis propias carnes el tabú de la regla. Solo quería que nadie se enterase Sudaderas vaqueros camisetas anchas y deportivas Nunca fui de faldas lazos - photo 20 Sudaderas, vaqueros, camisetas anchas y deportivas. Nunca fui de faldas, lazos, ni volantes, aunque podría haber sido así. Que vestía como un chico, que cuidase mi imagen, que así no le iba a gustar a nadie… Soporté estos y mil comentarios por el estilo. Pero decidí vestirme como quería, porque quien se tenía que gustar al verse en el reflejo del espejo del baño era yo. «Alegra esa cara». ¿Sabes por qué me decían esto? Porque como mujer se me exige que esté radiante, sin ojeras, con rubor en las mejillas… No vaya a ser que se notase que la noche anterior casi no había dormido porque había estado estudiando, que ese día no me apetecía sonreír porque no estaba contenta o que me había salido un grano en la cara digno de asignarle un nombre. ¿Sabes por qué me decían esto? Porque como mujer se me exige que esté radiante, sin ojeras, con rubor en las mejillas… No vaya a ser que se notase que la noche anterior casi no había dormido porque había estado estudiando, que ese día no me apetecía sonreír porque no estaba contenta o que me había salido un grano en la cara digno de asignarle un nombre.

Pero yo me lo creía y solo contemplaba la opción de tapar mi cara, la de verdad de ese día. Me gustaba comer, pero cuando lo hacía en público, lo pasaba cada vez peor. Pensaba que al comer cosas que no fuesen «de dieta» delante de otra gente estaba dándole la razón a aquellos que me miraban por encima del hombro por estar

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