Te echo de menos, Becks: Una historia real de abuso infantil y desaparición
Jesamine James
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Traducido por David Noguera
“Te echo de menos, Becks: Una historia real de abuso infantil y desaparición”
Escrito por Jesamine James
Copyright © 2016 Jesamine James
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Traducido por David Noguera
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Nota de la autora
A la edad de veintiséis años, Kayleigh contactó conmigo y me preguntó si la escucharía y con suerte escribiría su historia. He visto documentación y noticias de periódicos que confirman ciertas incidencias que ella me ha contado y no tengo motivos para no creer en lo que ella me ha confiado. Aquí está su historia.
Índice
C apítulo 1—Kayleigh conoce a Becks
Capítulo 2—Martin
Capítulo 3—Craig
Capítulo 4—Paul
Capítulo 5—Un regalo
Capítulo 6—Viajes
Capítulo 7—Desnudo
Capítulo 8—Halloween
Capítulo 9—Ruptura
Capítulo 10-Sedienta
Capítulo 11-Revelación
Capítulo 12-Fuerza
Capítulo 13-Culpa
Capítulo 14-Desarecida
Capítulo 15-Década
Kayleigh conoce a Becks
C uando tenía aproximadamente trece años, empecé a asistir a la escuela de secundaria . Habían muchas caras nuevas que no provenían de mi antigua escuela. Al entrar en el aula, en aquella primera mañana, busqué caras conocidas, pero nos dijeron que nos sentáramos con alguien a quien no conociéramos previamente y que pasáramos algún tiempo presentándonos. Mientras miraba a mi alrededor y localizaba a los chicos que ya conocía, una chica bastante alta con cabello liso y castaño claro que parecía nerviosa me llamó la atención. No sonreía ni hablaba con nadie; no parecía conocer absolutamente a nadie en el aula. Le sonreí y me acerqué a ella. Pareció aliviada y curvó los labios en una fina sonrisa.
—¡Hola! Soy Kayleigh, ¿quieres sentarte conmigo? —dije mientras retiraba una silla para sentarme.
—Sí, vale. Me llamo Becks, como el futbolista. En realidad soy Rebecca, pero odio ese nombre, así que llámame Becks —colocó su mochila en el pupitre y se sentó a mi lado.
Hubo un silencio incómodo durante unos segundos, así que me hice cargo de romperlo.
—Creo que se supone que tenemos que contarnos algo sobre nosotras... ¿Hay algo que quieras preguntarme o me hago quedar a mí misma muy bien?
—¿Vives por aquí cerca? Quiero decir, ¿conoces la zona ? Soy nueva en la ciudad y no conozco muy bien el lugar —comenzó ella.
—Vivo a un kilómetro más o menos, en dirección al centro de la ciudad. He vivido aquí toda mi vida en la misma casa. En verdad es bastante aburrido. ¿Y tú qué? —pregunté, pero ella continuó con sus preguntas.
—¿Vives con tus padres? —con la cabeza inclinada hacia un lado mientras hablábamos, daba la impresión de estar muy interesada en mí. Me pareció que era una pregunta algo extraña.
—Sí. Bueno, son mis padres adoptivos pero son los únicos padres que conozco o que puedo recordar, así que para mí son mis auténticos padres —respondí.
—¿Nunca te entra curiosidad por saber quiénes son tus auténticos padres? —me preguntó.
No era tan malo como ser interrogada, pero no me esperaba pasar a una conversación tan personal así de rápido. No tenía ningún problema con el tema, así que continué respondiendo.
—De vez en cuando, pero siempre he sabido que soy adoptada y mis padres contestan a todas mis preguntas, siempre que conozcan la respuesta. Básicamente, mamá dice que mi madre biológica no podía cuidar de mí y que mi padre no estaba presente. Estoy segura de que fue un poco más aciago que eso porque hoy día no hay mucha gente que dé a su bebé en adopción solamente porque no tenga un padre, pero n o les guardo rencor. Me alegro de que no me abortase y de que mis auténticos padres siempre hayan sido magníficos —estaba pensando en alguna pregunta que hacerle, pero no tuve oportunidad.
—¿Tienes algún hermano o hermana adoptivo?
—No. Mis padres sí tuvieron un hijo, pero murió en el ejercito cuando tenía veinte años. Fue entonces cuando decidieron adoptar a un bebé. Eran demasiado mayores para tener otro hijo biológico y creo que a mamá le hubiese molestado intentar reemplazar a Lee con otro niño, así que eligieron adoptar a una niña y yo fui la afortunada —me interrumpió de nuevo antes de que yo pudiese preguntarle algo.
—Debe haber sido raro. Deben haber sido más como tus abuelos que como tus padres.
—Supongo, pero son jóvenes de espíritu y nunca he conocido otra realidad, así que para mí es normal. En fin, cuéntame algo de ti —al ser breve, por fin conseguí preguntarle algo.
—De mí, nada interesante me temo. Vivo con mi madre. ¿Conoces el pub The Royal Oak? Vivimos a unos portales de allí —me había devuelto la pregunta una vez más. Supe que debía ser muy astuta.
—Sí, lo conozco. Está a unas pocas calles de mi casa. Te enseñaré un atajo a casa después de clase si vuelves andando —respondí.
—Trato hecho —aquí es donde dejó la conversación estancada y mientras yo pensaba en qué más preguntarle, en base a la poca información que ya me había dado, nuestro tiempo para presentarnos fue interrumpido por el profesor, quien nos dijo que empezáramos a anotar el horario en nuestras agendas.
Durante el recreo, tuvimos más de una oportunidad para charlar aunque, en lo que a las respuestas de Becks se refiere, seguía siendo como intentar sacarle sangre a una piedra. Ya había notado que era una persona muy reservada y que no le gustaba hablar sobre sí misma, pero ahora comenzaba a creer que escondía algo. O estaba entrenada para interrogar a la gente, o tenía experiencia en evitar preguntas. Todavía no la conocía lo bastante bien como para presionarla con mi curiosidad y ella había dejado claro, sin palabras, que no lo hiciera. La dejaría tomarse su tiempo para abrirse conmigo. Charlamos sobre música y televisión para lo que estaba mucho más dispuesta a cooperar en la conversación. Incluso se relajó y comenzó a sonreír de verdad.
Después de unos días, una vez que sentí que habíamos conectado, le eché más valor y discretamente le hice preguntas más personales.
—Me encanta tu acento. ¿Dónde te criaste?
Después de unos momentos en silencio, Becks negó con la cabeza. Frunció y agitó incómodamente la boca antes de responder:
—Lo siento, pero no se me permite decírselo a nadie.
Avergonzada por haberla puesto en una situación incómoda, sin la intención de entrometerme en nada demasiado serio, intenté convertirlo en una broma.
—Ya veo. Os disteis a la fuga. Tu madre y tú erais ladronas de diamantes en alguna parte del norte y ahora os escondéis aquí en el sur hasta que escampe el temporal. No olvidéis quienes son vuestros amigos cuando cobréis el botín —dije y me reí para dejar claro que solamente estaba bromeando y que no iba a seguir fisgoneando.
Con una sonrisa inquieta, Becks alzó los brazos.
—¡Me has pillado! No, es broma. Si necesitas saberlo... nos mudamos por mi padre. Siempre fue un buen padre para mí, pero mamá y él se peleaban un montón. Uno era tan malo como el otro, pero obviamente papá era más fuerte y mamá terminó en el hospital unas cuantas veces. La policía y los servicios sociales se involucraron, lo que solo empeoró las cosas, hasta que me encontré a mamá inconsciente en el sofá cuando volví a casa de la escuela. También era el último día de clase y estaba deseando pasar las vacaciones de verano con mis amigos. Papá no estaba por ninguna parte, así que llamé a una ambulancia. Después de que mamá saliera del hospital, esa vez, se decidió por nosotras que teníamos que mudarnos a un lugar seguro, cambiar nuestros nombres y empezar una nueva vida. Durante las vacaciones fue horrible, nos hospedamos en casas de acogida con mujeres borrachas y niños sucios, pero finalmente nos mudamos a esta casa hace un par de semanas y es mucho mejor. Aún no me siento como en casa y echo de menos a papá, pero estamos mucho mejor sin él. Mamá es una mujer nueva. Ahora está feliz y yo también. Se supone que no tengo que contarle esto a nadie, así que, por favor, no se lo digas a nadie. No te he contado nada realmente importante, para que no puedas chantajearme —se rió y por primera vez perdió la actitud nerviosa que había mostrado en otras conversaciones. Creo que simplemente necesitaba contárselo a alguien para poder dejarlo salir. No sentí la necesidad de pedirle más detalles o de volver a mencionarlo de nuevo. Extrañamente nos dio un fuerte vínculo. Compartíamos un secreto que nadie más conocería nunca. Creía que nos convertiríamos en amigas inseparables que podían confiar la una en la otra con lo que fuera.
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