Índice
Capítulo 1
Los inicios
Capítulo 2
Camino de Guanajuato
Capítulo 3
Las ciudades
Capítulo 4
Te solté la rienda
Capítulo 5
La última morada
Biografía
J osé Alfredo Jiménez Gálvez (Ciudad de México, 1955). Hijo del compositor José Alfredo Jiménez Sandoval y Julia Gálvez Aguilar (Paloma), se tituló en la carrera de Ingeniería en Sistemas Electrónicos en el Instituto de Investigaciones de Audio de la Universidad de Nueva York ( nyu ) y trabajó en la rca Víctor de México como ingeniero y productor. Entre sus producciones destacan los trabajos con Lola Beltrán, Lucha Villa, la Banda El Recodo, Tania Libertad, La Auténtica Santanera, entre otros. Como productor y editor de videos destacan: “Inspiración y vida” y “Vivencias de un poeta” con imágenes de José Alfredo Jiménez rescatadas de los archivos de Televisa. Ha escrito temas para cine y televisión como: “Gran reserva” de la telenovela Camino de Guanajuato y “Sueños de amor” de la película Una última y nos vamos . Entre los artistas que han interpretado sus composiciones se encuentran: Pedro Fernández, José José y Juan Gabriel, Guardianes del Amor, Ana Bárbara, la Banda El Recodo, Lupillo Rivera, entre otros. Como político ha sido candidato a diputado federal y embajador de turismo de Guanajuato. Actualmente se desempeña como vocal del Consejo Directivo de la Sociedad de Autores y Compositores de México. Es coautor del libro Sigo siendo el rey: 40 años (2015).
PALOMA JIMÉNEZ GÁLVEZ
M e gusta pensar en la tensión que se establece entre el relato histórico y el relato de ficción. De ahí que, para abordar este ejercicio que ha desarrollado mi hermano con tremenda soltura y aventurándose en ambos terrenos sin intención precisa de separarlos, distinguirlos ni mucho menos buscando una justificación para hacerlo, he elegido rastrear las muescas de la identidad. Considera Paul Ricoeur que es imprescindible interpretarse a uno mismo a partir del régimen del relato histórico y del relato de ficción. José Alfredo Jiménez Gálvez se interpreta a sí mismo a través de esta narración que tiene una plataforma histórica pero que va mucho más allá porque se nutre de una sobredosis ficcional que la hace aún más verosímil.
Para Walter Benjamin “El recuerdo funda la cadena de la tradición que se retransmite de generación en generación”. Heredar el recuerdo nos exige no romper la cadena, los hijos somos los eslabones que engarzan el pretérito y el porvenir, el árbol genealógico que engrandece la fronda y permite conservar la gesta familiar. En este libro de recuerdos, anécdotas y testimonios, José Alfredo Jiménez hijo revive la figura del padre que él conoció. El formato que ha elegido es lúdico, placentero y comprometido, pues una entrevista permite el encuentro de las voces, la expresión individual, la opinión íntima, entrañable que evoca el recuerdo y la vivencia como una charla ligera que anida en la distancia de la memoria y la recreación. Para mí ambas voces se funden porque las dos me son demasiado cercanas, tan familiares y próximas que por momentos no distingo la una de la otra, quizá porque los padres se prolongan en los hijos y el hijo se apropia de la figura del padre, se identifica con él, se somete y, en palabras de Ricoeur, lo refigura.
Uno nunca se acostumbra a no hablar con los muertos que conoció, a no contarles lo que se imagina que habría sido de su diversión o interés, a no presentarles a las personas importantes nuevas o a los nietos póstumos si los hay, a no darles las buenas o malas noticias que nos afectan y que tal vez los habrían afectado a ellos también, de seguir en el mundo y poderse enterar.
La comunicación que se entabla en este texto brinda la oportunidad de entrecruzar los umbrales, de contarle a José Alfredo Jiménez lo que no pudo presenciar en vida, aquello que sembró y que nosotros hemos recolectado y cuidado para preservar la tradición y poder heredarla a sus futuros descendientes y, por otra parte, tendremos la oportunidad de escucharlo a él como solo pudo oírlo su hijo y él lo ha narrado para compartirlo con nosotros, sus lectores, en este relato a dos voces frente al espejo.
Cuajimalpa, 14 de julio de 2015.
Notas:
JOSÉ ALFREDO JIMÉNEZ GÁLVEZ
N ací hijo de un Rey y de una Paloma. Crecí en un mundo raro, donde la soledad busca otras soledades, rodeado de gigantes con nombres pequeños: Pedro, Lola, Jorge, Lucha, Miguel… Mis amigos fueron: “El jinete”, “El perro negro”, “El caballo blanco”—que no es otro que un auto Chrysler Imperial Newyorker del año 1957—, “Los gavilanes”, “El borrego”, “El coyote”, “La que se fue”, etc. Mis juguetes eran el mariachi, la Banda Sinaloense, aquella guitarra muda que tantas veces vio llorar a mi padre, que dando pinceladas a la luna y las estrellas daba forma a una obra admirable.
Desde el primero de mis recuerdos hasta el día en el que se fue, siempre admiré a mi padre —hoy más aún—, pero el breve tiempo que conviví con él no me permitió preguntarle, ni hablar con él todo lo que me hubiera gustado. Algunas respuestas me las dio cuando era niño, otras, durante mi adolescencia y muchas a través de sus canciones. Por ello, en este libro me propongo compartir con los lectores una conversación ficticia, pero a la vez verídica entre mi padre y yo. Aquí volcaré algunas de las anécdotas más entrañables de su juventud y también de nuestra vida social e íntima.
José Alfredo Jiménez fue testigo de su tiempo, del tuyo, del mío; porque con su obra, su voz y sentimiento llenó con fuerza las ilusiones que nos arrastran por el camino de la noche, para mostrarnos que la belleza y el amor caminan de la mano del dolor y la tristeza. Poeta, leyenda, mito, icono, héroe. Estoy consciente de que mi compromiso contigo, papá, es cada día más grande, porque si para todo el mundo eres “el hijo del pueblo” para mí siempre serás “el Rey”, aquel que quiso que Dios mismo me arrullara.
Yo
Ando borracho, ando tomado
porque el destino cambió mi suerte,
ya tu cariño nada me importa,
mi corazón te olvidó pa’siempre.
Fuiste en mi vida un sentimiento
que destrozó toditita mi alma,
quise matarme por tu cariño
pero volví a recobrar la calma.
Estribillo:
Yo, yo que tanto lloré por tus besos,
yo, yo que siempre te hablé sin mentira…
Hoy solo puedo brindarte desprecios,
yo, yo que tanto te quise en la vida.
Una gitana leyó en mi mano
que con el tiempo me adorarías,
esa gitana ha adivinado,
pero tu vida ya no es la mía.
Hoy mi destino lleva otro rumbo,