CRÓNICA DE ALFONSO III
La traducción procede de Nicolás Castor de Caunedo, “Un Cronicón del siglo IX”, en Semanario Pintoresco Español, 22 (28 de mayo de 1854), pp. 169-173. Basada en la versión sebastianense, e ha modificado la ortografía y algún otro detalle.
Las dos versiones en latín (sebastianense y rotense) proceden de Juan Gil Fernández, Crónicas asturianas, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1985. pp. 114-149 y 151-188.
TRADUCCIÓN
EN NOMBRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO COMIENZA LA CRÓNICA DE LOS VISIGODOS, RECOPILADA DESDE EL TIEMPO DE WAMBA, REY, HASTA EL TIEMPO DEL GLORIOSO GARCÍA, REY, HIJO DE ALFONSO.
EXORDIO
1.—Alfonso, Rey, a nuestro Sebastián, obispo Salmaticense, salud. Séate conocido de la historia de los godos lo que le hacemos saber por medio del presbítero Dulcidio, y lo que no se había escrito por negligencia de los antiguos, que lo escondieron en el silencio. Y ya que Isidoro, obispo de la sede hispalense, escribió cumplidamente la crónica de los godos, hasta los tiempos del glorioso rey Wamba nosotros te enseñaremos con brevedad desde este tiempo, todo lo que conozcamos sea verdadero, tal cual lo recibimos de los antiguos y de nuestros predecesores.
WAMBA
2.—Habiendo salido Recesvindo, rey de los godos, de la ciudad de Toleto, llegó a una villa de su propiedad, que tenia por nombre Gérticos, que está en el monte Cauro, y en ella falleció naturalmente. Apenas muerto el rey y sepultado en el mismo lugar, todos eligieron para sucederle a Wamba, en la era 710 [672]. Rehusó el reino; pero al fin, aunque con repugnancia, hubo de aceptarlo, porque así lo pedía el ejército, y desde luego se trasladó a Toledo, en cuya iglesia metropolitana de Santa María, fue ungido por rey. En aquella hora, todos los que estaban presentes vieron una abeja que salia de su cabeza y volaba al cielo, señal que hizo Dios para anunciar futuras victorias, como después se comprobó con los hechos.—A los astures y vascones que de continuo se rebelaban, les dominó y subyugó a su imperio. Los ciudadanos de la provincia de las Galias se conjuraron y se sustrajeron al reino de los godos y de los francos. Wamba, con el fin de recobrar su dominación en estas provincias, eligió a Paulo por duque, el que con el ejército que acaudillaba, lejos de cumplir con la misión que se le había confiado, se rebeló contra la patria y se hizo el príncipe de aquellos tiranos malvados.—Mas si quieres conocer más cumplidamente cuántas muertes se ejecutaron, cuántas ciudades fueron entregadas a las llamas, cuántos estragos tuvieron lugar, cuántos ejércitos galos y francos destruyó Wamba, cuántas famosas victorias alcanzó, qué de ruinas quedaron como muestras de la tiranía de Paulo, lee al beato metropolitano Juliano, que escribió con latitud la historia de estos tiempos.
3.—En aquella época llegaron a las riberas de Hispania doscientas setenta naves de los sarracenos; mas allí mismo fueron estos muertos con el filo de la espada, y aquellas destruidas con el fuego. Y para darte una noticia exacta de la causa de la entrada de los sarracenos en Hispania, expondremos aquí el origen del rey Ervigio.—En tiempos del rey Chindasvinto fue desterrado por el emperador un cierto hombre llamado Ardabasto, el cual desde Grecia vino peregrinando a Hispania, donde recibido honoríficamente por Chindasvinto, se desposó con una prima de éste, de la que nació Ervigio. Este Ervigio, educado entre las intrigas del palacio y sublimado al honor de conde, comenzó desde luego a conspirar contra el rey, hasta el punto de suministrarle una hierba, llamada esparto, con la que le hizo perder instantáneamente el conocimiento. Visto esto por el obispo de la ciudad y los optimates del palacio, que permanecían fieles al rey, los que no conocían los efectos de la ponzoña, viéndole que yacía privado de sentido, movidos de piedad, y para evitar que el rey no muriese conforme a la costumbre, le vistieron en el momento el hábito de los penitentes. Recobrado el rey y viéndose de aquella manera, se retiró al monasterio de Pampliega, donde profesó la vida religiosa y murió. Reinó nueve años, un mes y catorce días, y en el monasterio vivió siete años y tres meses, y falleció en paz y naturalmente, en la era 719 [681].
ERVIGIO
4.—Después de Wamba, Ervigio obtuvo el reino de que se había apoderado con ardid: corrompió las leyes instituidas por Wamba, y promulgó otras en su nombre, y aparentando moderación, dio en matrimonio su hijaCifilona a Egica, distinguido varón y pariente de Wamba. El ya dicho Ervigio murió naturalmente en Toledo, en la era 725 [687].
EGICA
5.—Muerto Ervigio, el ya dicho Egica fue elegido para el reino, y se mostró en él muy sabio y sufrido. Reunió concilios con frecuencia, de los que son una muestra evidente los cánones que tenemos. Sujetó a los rebeldes que se habían levantado contra su reino, y dio tres batallas a los francos que invadieron las Galias; pero no alcanzó ningún triunfo. Asoció en el reino a su hijo Witiza, al que mandó habitar en la ciudad Tudense (Tuy), provincia de Gallecia, y en tanto que el padre poseía el reino de los godos, el hijo tenia el de los suevos. Antes de la elección del hijo reinó diez años; con el hijo cinco completos. Murió naturalmente en el mismo Toledo, y allí fue sepultado. Era 738 [700].
WITIZA
6.—Después de la muerte de Ejica, Witiza fue ensalzado al solio de su padre, en Toledo. Fue de costumbres malvadas y perversas, y cual un caballo o un mulo sin reflexión, se entregó al vicio con muchas mujeres y concubinas, menospreciando las censuras eclesiásticas. Disolvió los concilios, cayeron en inobservancia los cánones (destruyó todas las costumbres religiosas) y autorizó a los obispos, presbíteros y diáconos para que se casasen. Tales impiedades fueron la causa de la pérdida de Hispania: porque los reyes y sacerdotes, olvidando la ley del Señor, atrajeron sobre sí el exterminio de la guerra, por medio de los sarracenos. Después de reinar diez años, murió naturalmente en Toledo, y allí fue sepultado. Era 748 [710].
RUDERICO
7.—Muerto Witiza, quedó elegido Ruderico por rey de los godos. Éste llevó sobre sí los pecados y excesos de Witiza, y no sólo no los estorbó con el celo de su justicia, sino que los aumentó. Los hijos de Witiza, poseídos de envidia, porque Ruderico había ocupado el trono de su padre, enviaron astutamente emisarios al África, pidiendo auxilios a los sarracenos, y para proporcionarles naves, con las que los introdujeron en Hispania. Mas estos que fraguaron la ruina de su patria, fueron justamente muertos con la espada de los sarracenos. Noticioso Ruderico de la entrada de estos, salió a combatirlos con todo el ejército de los godos. Mas la escritura dice: En vano corre aquel a quien precede la iniquidad. Así, oprimidos por los pecados de los sacerdotes y los suyos propios, y engañados por los hijos de Witiza, huyeron todos los godos y fueron pasados a cuchillo. No es conocida la causa de la muerte del rey Ruderico; en nuestros tiempos cuando repoblamos la ciudad de Viseo y sus cercanías, se encontró en cierta basílica un monumento en que estaba escrito un epitafio que dice:
Aquí descansa Ruderico, rey de los godos.
PELAGIO
8.—Largos años gimió en la opresión la patria de los árabes, y estos hubieron de pagar sus tributos por medio de sus caudillos al rey de Babilonia, hasta tanto que se eligieron un rey y afirmaron su trono en Córdoba, ciudad patricia. Los godos sucumbieran, unos al filo de la espada y otros a los impulsos del hambre. Sin embargo, algunos de regia estirpe se salvaron, dirigiéndose a Francia, y otros, la mayor parte, penetraron en el país de los astures, y eligieron por su príncipe a Pelagio, hijo del duque Favila y de sangre real. Mas tan pronto tuvieron de esto noticia los sarracenos, enviaron a Asturias un ejército innumerable, bajo el mando del duque Alkaman, que invadiera a España con Tarik, y de Oppas, obispo metropolitano de la sede hispalense, hijo del rey Witizano, por cuya traición perecieran los godos.