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Alain Mabanckou - Memorias de Puercoespín

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Alain Mabanckou Memorias de Puercoespín
  • Libro:
    Memorias de Puercoespín
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    www.papyrefb2.net
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Memorias de Puercoespín: resumen, descripción y anotación

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Alain Mabanckou, joven autor de Congo-Brazzaville, vuelve a visitar con profundidad numerosos lugares fundadores de la literatura y la cultura africanas con amor, humor e irrisión. Parodiando libremente una leyenda popular según la cual cada ser humano posee su doble animal, este relato nos brinda la historia de un asombroso puercoespín, que por encargo de su álter ego humano, llamado Kibandi, lleva a cabo una serie de asesinatos rocambolescos con la ayuda de sus temibles pinchos. ¡Ay de los aldeanos que se crucen en el camino de Kibandi, porque su amigo puercoespín está dispuesto a todo para satisfacer la locura sanguinaria de su «dueño»! Alain Mabanckou, transforma con brío y picardía los códigos narrativos de la fábula y renueva las formas tradicionales del cuento africano en un relato truculento y picaresco donde convergen el arte de la ironía y la elocuencia inventiva, rasgos que hacen de él una de las voces capitales de la literatura francófona actual. Memorias de Puercoespín ha sido galardonada en 2006 con el Premio Renaudot.

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Alain Mabanckou, joven autor de Congo-Brazzaville, vuelve a visitar con profundidad numerosos lugares fundadores de la literatura y la cultura africanas con amor, humor e irrisión.
Parodiando libremente una leyenda popular según la cual cada ser humano posee su doble animal, este relato nos brinda la historia de un asombroso puercoespín, que por encargo de su álter ego humano, llamado Kibandi, lleva a cabo una serie de asesinatos rocambolescos con la ayuda de sus temibles pinchos. ¡Ay de los aldeanos que se crucen en el camino de Kibandi, porque su amigo puercoespín está dispuesto a todo para satisfacer la locura sanguinaria de su «dueño»!
Alain Mabanckou, transforma con brío y picardía los códigos narrativos de la fábula y renueva las formas tradicionales del cuento africano en un relato truculento y picaresco donde convergen el arte de la ironía y la elocuencia inventiva, rasgos que hacen de él una de las voces capitales de la literatura francófona actual.
Memorias de Puercoespín ha sido galardonada en 2006 con el Premio Renaudot.

Alain Mabanckou
MEMORIAS
DE PUERCOESPÍN
FB2 Enhancer
Título original: Mémoires de porc-épic
Traducción: Mireia Porta i Arnau
Alain Mabanckou, 2006.
Ediciones Alpha Decay, S.A.
Colección Alfaneque
ISBN: 978-8493586317
Dedico estas páginas
a mi amigo y protector El Caracol Tozuda,
a los clientes del bar El Crédito se fue de viaje
y a mi madre Pauline Kengué, a quien debo esta historia
(con alguna que otra mentira más)
CÓMO LLEGUÉ APURADÍSIMO
HASTA TU PIE
O sea que no soy más que un bicho de tres al cuarto, los hombres dirían un animal salvaje como si, en su especie, no los hubiera más animales y más salvajes que nosotros, para ellos no soy más que un puercoespín, y como sólo se fían de lo que ven, deducirían que no tengo nada de particular, que pertenezco al rango de los mamíferos provistos de largos pinchos, y agregarían que soy incapaz de correr tan rápido como un perro de caza, que la pereza me obliga a no vivir lejos del lugar donde me alimento.
A decir verdad, nada tengo que envidiar a los hombres, me importa un bledo su pretendida inteligencia, puesto que yo mismo fui durante largo tiempo el doble del hombre al que llamaban Kibandi y que murió anteayer, yo me amadrigaba la mayor parte del tiempo no lejos del pueblo, sólo iba al encuentro de ese hombre a altas horas de la noche, cuando debía ejecutar las misiones precisas que me encargaba, soy consciente de las represalias que me habría infligido de haberme oído en vida confesarme como ahora, con una libertad de tono que habría tomado por ingratitud porque, como quien no quiere la cosa creyó durante toda su vida que le debía algo, que no era más que un pobre figurante, que podía decidir mi destino a su antojo, pues, sin querer apuntarme tantos a mi favor, también puedo decir lo mismo respecto a él, puesto que sin mí no habría sido más que un miserable vegetal, su vida de humano no habría valido siquiera tres gotitas de pipí del viejo puercoespín que nos gobernaba en la época en que todavía formaba yo parte del mundo animal.
Tengo cuarenta y dos años a día de hoy, me siento aún muy joven y si fuera un puercoespín como los que merodean por los campos de ese pueblo, no habría tenido una vida tan larga ya que, para nosotros, los puercoespines de esta región, la gestación dura entre noventa y tres y noventa y cuatro días, en el mejor de los casos podemos vivir hasta veintiún años cuando estamos en cautividad, pero qué aliciente tiene pasarse la vida en reclusión como un esclavo, qué aliciente tiene imaginar la libertad detrás de las alambradas de púas, eh, sé que algunos animales perezosos se complacerían en ello, incluso llegarían a olvidar que la dulzura de la miel jamás les consolaría de la picadura de la abeja, yo prefiero los escollos de la vida sabanera a las jaulas en las que varios de mis congéneres se ven secuestrados para terminar un buen día como albóndigas de carne en las marmitas de los humanos, es cierto que he tenido el privilegio de batir el récord de longevidad de mi especie, de contar el mismo número de años que mi dueño, no pretendo que haber sido su doble resulté una bicoca, era un verdadero trabajo, mis sentidos eran solicitados, le obedecía sin chistar aun cuando, durante las últimas misiones, comenzaba a tener cierto reparo, a decirme que estábamos cavando nuestra propia tumba, sin embargo, le debía obediencia, asumía mi condición de doble como una tortuga que trajina su concha a todas partes, yo era el tercer ojo, la tercera ventana de la nariz, el tercer oído de mi dueño, lo cual significa que lo que él no veía, lo que él no olía, lo que él no escuchaba, yo se lo transmitía en sueños, y cuando no respondía a mis mensajes, aparecía ante él a la hora en que los hombres y las mujeres de Sekempebe iban al campo.
No asistí al nacimiento de Kibandi como esos dobles que nacen el mismo día que el niño que verán crecer, ésos son dobles pacíficos, no se exponen ante su dueño, sólo intervienen en casos precisos, por ejemplo, cuando su iniciado se pone enfermo o cuando es víctima de la mala fortuna, los dobles pacíficos llevan una vida monótona, no sé yo cómo soportan semejante existencia, son fofos, lentos, su primera preocupación es huir a la que hay jaleo, esta actitud tan idiota los lleva incluso a desconfiar de su propia silueta, tengo entendido que la mayoría de ellos son sordos, ciegos, pero que uno no puede sorprenderlos en su vigilancia debido a su olfato infalible, digamos que protegen al ser humano, lo guían, le labran el camino de su vida, mueren como nosotros el mismo día que su dueño, la transmisión de tal poder la asegura el abuelo en cuanto nace el ser humano, el viejo se apodera del bebé tras consultarlo con sus progenitores, desaparece con él detrás la cabaña, le habla, le escupe, lo lame, lo sacude, le hace cosquillas, lo manda por los aires, lo atrapa mientras el espíritu del doble pacífico abandona el cuerpo del viejo para infiltrarse en el del pequeño ser, el iniciado se consagrará a hacer el bien, se distinguirá por su generosidad sin límites, dará dinero a los paralíticos, a los ciegos, a los mendigos, respetará a sus semejantes, estudiará las plantas con objeto de curar a los enfermos y procurará transmitir sus dones a las futuras generaciones en cuanto le aparezcan las primeras canas en la cabeza, es una vida aburridísima, por no decir monótona, no habría tenido nada que contarte hoy de haber sido uno de esos dobles pacíficos sin historia, sin nada excepcional.
Pertenezco mas bien al grupo de los dobles nocivos, somos los más agitadores de los dobles, los más temibles, los menos numerosos también, y como te figurarás, la transmisión de tal doble es más complicada, más restringida, se opera en el transcurso del décimo año del chiquillo y además hay que conseguir hacerle tragar el brebaje iniciático llamado mayamvumbi, el iniciado lo beberá regularmente a fin de sentirse en el estado de embriaguez que le permite desdoblarse, liberar su otro yo, un clon bulímico que no para de correr, cabalgar, salvar los ríos y ocultarse en el follaje, cuando no ronca en la cabaña del iniciado, y yo me encontraba en medio de esos dos seres, pero no como espectador, puesto que, sin mi, el otro yo de mi dueño habría sucumbido por no saciar su glotonería, puedo confiarte que si los padres de los niños a los que se transmite un doble pacífico están al corriente de la iniciación y la alientan, no sucede lo mismo cuando hay la transmisión de un doble nocivo, aquí se opera contra la voluntad del chiquillo, se efectúa a espaldas de su madre, hermanos y hermanas, los seres humanos cuya encarnación animal no se dejará habitar por los sentimientos como la compasión, la conmiseración, los remordimientos, la misericordia, harán malabarismos con la noche y una vez consumada la transmisión, el doble nocivo deberá abandonar el mundo animal con el fin de no vivir lejos del iniciado y cumplirá sin chistar las misiones que éste le encargará, desde cuándo se ha visto además un doble nocivo desacreditar al hombre al que debe su existencia, eh, lo nunca visto en memoria de puercoespín, y los elefantes no son los únicos que poseen una memoria fiable, éste es uno de los prejuicios de la especie humana.
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