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Jardiel Poncela Enrique - El Sexo Debil Ha Hecho Gimnasia

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Jardiel Poncela Enrique El Sexo Debil Ha Hecho Gimnasia

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EL SEXO DÉBILHA HECHO GIMNASIA

Enrique Jardiel Poncela

TRAGICOMEDIA EN DOS PARTESEN VERSO Y EN PROSA


REPARTO

DEL ESTRENO EN BARCELONA.

(Por orden de aparición)

PERSONAJES ACTORES

BLASA / MENGANA Aurelia Guillén

ROSALÍA / CHURRA Carmen Labajos

JUANA / MACHUCA Milagros Carrión

ADELAIDA / LILA María Paz Molinero

EMILIANA Juana Cáceres

PANCHA Trini Montero

LUCÍA / CAROLINA María Luisa Ponte

FELICIANO ROCAMORA / ELISEO RASCAFRÍA Emilio Menéndez

MARCELINA / TILENDI Anna Farra

MARIANO / JOAQUÍN Gregorio Díaz Valero

LEONCIO PAMELA / LEONARDO MENCHETA Eduardo Hernández.

TEÓFILO / ADELCISO Tomas M. Cao

JULIA / MITÓ María Luisa del Valle

ROMÁN Germán Algora

ROVIROSA Luís Manzano

RAMIRO Rafael Cortés

RODOLFO Juan Balaguer

FULANA Pilar Bocanegra

La acción, en Madrid: la de la primera parte, en 1846,y la de la segunda parte, en 1946.

Términos, los del actor.

Decorados, de SIGFRIDO BÜRMANN


PRIMERA PARTE
DECORACIÓN

Salita de recibir y de «estar» en un piso de la burguesía acomodada madrileña, situado en plena calle de la Palma Alta, barrio de Maravillas, y en 1846.

Es una estancia ancha, trazada de un modo irregular. La componen seis paños, que, descritos de derecha a izquierda, son como sigue: el primero, ligeramente oblicuo a la batería, es liso y tiene en su centro un espejo con un farol de petróleo a cada lado; el segundo, ochavado, está ocupado casi enteramente por un balcón provisto de persianas, vidrieras y contravidrieras de madera, al través del cual se ve un forillo de cielo y tejados, y en el tercero, en su mitad derecha, se abre el hueco de una puerta que da acceso a un pasillo que se pierde a la izquierda en el lateral y en el que se ve, frente por frente del público, otra puerta de madera y vidrieras esmeriladas, con picaporte de porcelana; el cuarto de baño es casi perpendicular a la batería, y formando ángulo recto con él se halla el paño quinto, que tiene en el centro un gran arco con dos delgadas columnas, con sus fustes y sus capiteles, a los lados. Este arco se abre sobre .un comedor que ocupa una tercera parte del foro; y, finalmente, bastante oblicuo a la batería, se alza el paño sexto, en cuyos términos primero y tercero existen dos puertas iguales a la del pasillo del foro; es decir, también de madera y cristales esmerilados, con picaporte .de porcelana asimismo.

El moblaje, del más riguroso estilo de época, es a saber: un piano, con su silletín y su musiquero, colocado en el segundo término del paño sexto, y enfrente, camilla y dos sillones; una consolita y un reloj de pared en el paño tercero, y una jaula con un pájaro ante el balcón; y en el paño primero, un sofá, y delante de él un velador, y al lado, un sillón. En el comedor, mesa para doce personas, con sus sillas, y un chinero y un trinchero en la pared del foro y en la derecha, respectivamente.

En el foro, a media altura y en el paño cuarto, hay colgado en la pared un gran retrato, que representa a un caballero de unos cincuenta años, vestido a la moda de 1830. Otros cuadros, cornucopias, etcétera.

Lámpara de petróleo pendiente del techo, hacia la izquierda.

Espesos cortinajes sujetos con lazos en las tres puertas, en el arco del foro y en el balcón.

Es de día, a mediados de diciembre, uno de esos días de diciembre soleados y de buena temperatura, que no son —ni eran— raros en Madrid.

A la una de la tarde, según marca el reloj de escena, que, naturalmente, funciona.

Al levantarse el telón, en escena ROSALÍA, sentada en el piano, ejecuta unos ejercicios de «posición fija», con la mano derecha solamente, pues la mano izquierda la tiene ocupada por un cesto, dentro del cual se halla echada una perrita ratonera, que figura ser muy vieja. ROSALÍA tiene unos catorce años y viste un monísimo vestido de casa. En el foro, en el comedor, se ve a BLASA, una criada joven, que trajina de un lado a otro poniendo una mesa para diez o doce personas, mientras canta a gritos un vals de moda, de moda en aquellos días de fines de 1864, claro.


EMPIEZA LA ACCIÓN

BLASA. — (Cantando.) « ¡Hay en Valdemelóntanta desproporción, que cada veinte mozashay un sólo varón!...»

(Por la puerta del tercer término de paño sexto aparece JUANA, una muchacha de unos veinte años, vestida espléndidamente de casa.)

JUANA. —¡Blasa! ¿Vino el cartero?

BLASA. — (Entrando del comedor.)¿Señorita? ·

JUANA. —¡Que si vino el cartero!

BLASA. —No. Aún no ha venido.

JUANA. —¡Claro! La culpa es mía. Eché en olvidorezarle un Padrenuestro a Santa Rita.

(Se va por donde vino a rezar un Padrenuestro, y BLASA vuelve al comedor, donde reanuda sus cánticos.)

BLASA. —« ¡Hay en Valdemelóntanta desproporción, que cada veinte mozas hay un solo varón!... ¡Y lo más singulares que ninguna se quiere casar! ¡Y lo más singulares que ninguna se quiere casar!...»

(Sigue repitiendo «Es que ninguna se quiere casar», hasta que por puerta del primer término del paño sexto sale, violentamente disparada, ADELAIDA, y detrás, EMILIANA. La primera es una dama de unos treinta y cinco años, guapa, pero a quien un constante, gesto de mal humor endurece las facciones. Luce un lujoso vestido de casa, y encima un «matinée», y trae, la mitad derecha de la cabeza peinada, y muy bien, por cierto, y la mitad izquierda a. medio peinar. EMILIANA, que es peinadora y que la sigue peine en ristre, tiene alrededor de los cincuenta años; trae un cabás con los útiles de su oficio, una palangana, botes de vaselina y bandolina, crepé, etc., que deja al entrar sobre la camilla. ADELAIDA increpa agresivamente a BLASA, muy irritada.)

ADELAIDA. —¡Esto no puede ser! ¡Y no ha de ser!

EMILIANA. —Señora...

ADELAIDA. —¡Si esa estúpida mujerno se calla, me muero!

EMILIANA. —¡Pero, señora, péinese primero!

ADELAIDA. —¡Déjeme! ¡Blasa! ¡Blasa!

BLASA. — (Entrando en escena.) ¿Qué hay?

ADELAIDA. —¡Que a versi dejas de cantar, que vas a hacerde esta casa un figón arrabalero!

(A Rosalía, que la contempla.) ¿Y tú qué miras, di?¿También vas a subirte tú a la parra?

ROSALÍA. — ¿Yo? No, tía...

ADELAIDA. — (Haciendo girar el taburete.) ¡Pues vuélvete hacia ahíy sigue tecleando tu tabarra!

(ROSALÍA obedece. Por el tercero del paño sexto vuelve a salir JUANA, siempre ansiosa.)

JUANA. — ¿Ha venido el cartero?

ADELAIDA. — (Volviéndose.) ¿Otra vez?

JUANA. — Sí....

ADELAIDA. — Pues no, niña; el cartero no fue habido...

JUANA. — ( Sonriendo .) Vamos, no mienta, tía...

ADELAIDA. — (Indignada.) ¡No mentí!

JUANA. —Pero si yo he rezado y he pedidoque viniese, ¿cómo no vino, di?

ADELAIDA. — Pues ya ves; porque no...

JUANA. — ¿Seguro?

ADELAIDA. —¡Juana!¡Té estás pasando toda la mañanaen busca del cartero!...

JUANA. — ¿Y no ha venido?

ADELAIDA. — (Con un alarido.) ¿No te he dicho que no?

JUANA. — (Iniciando el mutis.) ¡No había oído!

ADELAIDA. — (Furibunda.) ¡Que no ha oído, Emiliana!

JUANA. —Le rezaré a la Virgen del Olvido...

(Se va por donde vino.)

ADELAIDA. —¡Y yo, a Nuestra Señora del Acuerdo,porque estoy harta ya de...!

EMILIANA. —Sí, señora. Pero siéntese aquí, que hace una horaque no logro acabarle el lado izquierdo.

(ADELAIDA se sienta en el sillón derecha de la izquierda. Por el tercero del paño sexto surge PANCHA, una muchacha de veintiséis años, de aire tranquilo y cadencioso. Cruza la escena lentamente, en silencio, y se deja caer en un sillón de la izquierda.)

PANCHA . — La una y diez…

EMILIANA. — (Volviéndose.) ¿Eh? ¡Si es Pancha!

ADELAIDA. — (Escépticamente .) ¿Pancha? ¡Ca!

EMILIANA. —Sí, señora, Panchita. Y ya arreglada.

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