• Quejarse

Sánchez - Gaia Augusta

Aquí puedes leer online Sánchez - Gaia Augusta texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2012, Editor: Ediciones B, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Sánchez Gaia Augusta
  • Libro:
    Gaia Augusta
  • Autor:
  • Editor:
    Ediciones B
  • Genre:
  • Año:
    2012
  • Índice:
    4 / 5
  • Favoritos:
    Añadir a favoritos
  • Tu marca:
    • 80
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5

Gaia Augusta: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Gaia Augusta" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Sánchez: otros libros del autor


¿Quién escribió Gaia Augusta? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

Gaia Augusta — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Gaia Augusta " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
1 edición digital septiembre 2011 J M Sánchez 2011 Ediciones B S - photo 1

1.ª edición digital: septiembre 2011

© J. M. Sánchez, 2011

© Ediciones B, S. A., 2011

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

ISBN: 978-84-666-5013-7

Conversión Digital: O.B. Pressgraf, S.L.

Roger de Llùria, 24, bxs.

08812 Sant Pere de Ribes

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright , la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

Contenido
I. Primera parte

Retia, frontera con Germania,

anno domini LXX

La nieve caía lentamente sobre las armaduras de los soldados, humedeciendo los metales y mojando sus rostros. La nevada no era excesiva, pero bastaba para extender un manto blanco que cubría hasta la hoja más pequeña que podía divisar, en medio de la espesura arbórea que le rodeaba. Llevaban avanzando casi medio día, ya no quedaba mucho para alcanzar su objetivo, que en aquella ocasión no era militar sino civil: una aldea en uno de los extremos del bosque —desde donde se daba abastecimiento a una partida de bárbaros— sucumbiría en breve a sus espadas. Los germanos estaban atosigando a las patrullas romanas de la zona. Darles caza les estaba resultando a sus hombres casi imposible, por ese motivo había decidido acabar con el problema de raíz, atacando directamente cualquier asentamiento que los ayudara, ya fuera con hombres o con vituallas.

Su gente había abandonado para aquella misión la mayor parte del armamento que solían portar en las batallas que tenían lugar en campo abierto. Los grandes escudos y las pesadas lanzas se habían quedado en el campamento. Las espadas cortas colgaban en los correajes anclados a la cintura y serían más que suficiente para el cometido. Los estandartes e insignias también esperarían mejor ocasión: la marcha debía ser rápida y toda aquella parafernalia que acompañaba a la legión sólo serviría para entorpecerlos.

Ahora su avance era más lento. Su fuerza era muy superior a los campesinos que los harían frente, pero asegurar la conquista con el factor sorpresa, por pequeña que ésta fuera, resultaba primordial en cualquier táctica militar.

Tras unos árboles apareció el poblado: se trataba de unas cuarenta chozas diseminadas en un claro del bosque. En las calles irregulares, mujeres y niños; apenas había hombres, seguramente se hallarían en los campos o cazando. El general Poncio Augusto no tenía la menor duda de que algunas de aquellas mujeres estaban emparentadas con los bárbaros asaltantes de sus tropas; ellas tenían tanta culpa como los que blandían el metal de sus hachas contra sus soldados.

Las rudimentarias vestimentas de las mujeres germanas contrastaban con las finas túnicas y los ricos adornos que colgaban de las orejas y cuellos de las romanas; los cabellos largos y grasientos tampoco ayudaban a cambiar la idea que tenía de aquellos bárbaros: «salvajes» era la palabra que los definía a la perfección.

Los germanos se resistían a ser conquistados por completo y no los culpaba por ello, él en su lugar haría lo mismo, pero el avance de la civilización era imparable por mucho que las tribus del norte no quisieran aceptarlo.

Los romanos empezaban a rodear el poblado, cumplían sus órdenes de manera estricta, nadie podría salir de allí con vida. La nieve convertida en agua empapaba las pieles con las que se abrigaban los soldados. Aquella circunstancia era más delicada: la humedad de las corazas carecía de importancia, el agua resbalaba por ellas, pero las pieles... cuando se mojaban doblaban su peso, y aquello era un obstáculo en cualquier enfrentamiento. Debían actuar rápido, era una incógnita lo que podía haber dentro de las chozas, incluso podían estar ocupadas por bárbaros armados y en aquel caso sus fuerzas serían superiores, pero ante una fuerza hábil y ligera en el combate su gente empapada tendría demasiado lastre, y podían caer derrotados por un enemigo inferior.

Con un gesto ordenó a Petronio el ataque por el flanco derecho. Su segundo era un joven ambicioso y estricto cumplidor de las normas. Procedía de una buena familia romana, y su extrema delgadez no estaba reñida con una fuerza fuera de lo común. Él en persona se encargaría del costado izquierdo y del avance central. El enfrentamiento que se avecinaba hacía que su cuerpo estuviera sobreexcitado, la tensión iba en aumento, su sangre corría a una velocidad vertiginosa, podía incluso oír el latido de su corazón tronando en su cabeza, ¿cómo podía pasarle aquello aún después de tantas batallas? Llevaba casi diez años al servicio del Imperio, buscando completar una buena carrera militar que ayudara en su cursus honorum , y desde el primer día había tenido aquella sensación mezcla de miedo y excitación.

El estruendo del ataque cogió por sorpresa a los habitantes del poblado, aquello era lo más parecido a un gallinero humano que había visto en su vida, todo el mundo intentaba escapar como fuera, pero era literalmente imposible, estaban rodeados. Las espadas cortas de asalto romanas comenzaron a segar vidas como si de trigo maduro se tratara. Mujeres, niños o cualquier cosa viva que se les cruzara en el camino; aquéllas habían sido sus órdenes, ni personas ni bestias podían quedar con vida. El dolor emocional no era suficiente, también debían dejar sin sustento a los que estaban en el bosque, o al menos hacer mella en ellos. La falta de comida les haría salir más a menudo de sus escondites, necesitarían cazar, así las tropas imperiales tendrían más posibilidades de atraparlos; incluso alguno, llevado por la sed de venganza, cometería la osadía de buscar la confrontación directa con ellos. Un suicidio, en todo caso: la legión romana era invencible en un enfrentamiento directo.

Avanzaba dando mandobles. A veces su espada rasgaba el aire, otras veces el metal se estrellaba contra carne o hueso produciendo un sonido realmente tétrico, ruido a muerte. Imbuido por el estruendo del combate, su mente no diferenciaba a quién mataba, mujeres en su mayoría y algún jovenzuelo que no tenía aún edad para trabajar en los cultivos, ni fuerza para ir al bosque. Nadie les hacía frente, sólo intentaban escapar, yendo de un sitio a otro, encontrando la muerte por todas partes; algunos se escondían dentro de las chozas, pero los soldados prendían fuego y los hacían salir como conejos; una vez fuera, esperaban en la puerta para ajusticiarlos a todos, con más saña si cabía, por cobardes.

Eran como una plaga de langosta, que arrasa con voracidad extrema una cosecha. La algarabía no dejaba resquicio al remordimiento, en la guerra no había hueco para eso por mucho que, en ocasiones, algunos rostros sin vida acudieran a perturbar los sueños. Aquellos bárbaros germanos y los animales tenían poca diferencia; era como cazar, sólo que aquellas piezas no serían devoradas, sino dejadas allí mismo: servirían como testigos mudos de lo acontecido.

Una mujer de cabellos rubios, cargada con un fardo de telas, se puso al alcance de su espada y sin pensárselo dos veces hundió el frío acero en su cuello. Un estallido de sangre acompañó el grito desgarrado de la mujer. Aún con un último halo de vida en su cuerpo, luchaba por recuperar el hatillo de harapos, como si su propia muerte no le importara lo más mínimo. Aquella actitud llamó su atención y frenó en seco su ímpetu asesino. Casi sin pensarlo volvió tras sus pasos y sin echar cuenta de la moribunda, cogió el fardo y lo deslió. Sólo entonces comprendió el afán de la mujer por salvar el contenido. Miró a la bárbara casi sin vida, sus ojos acompañaban cada uno de sus movimientos.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «Gaia Augusta»

Mira libros similares a Gaia Augusta. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Adolfo Sánchez Vázquez - Ética
Ética
Adolfo Sánchez Vázquez
Samuel Sánchez - Cronicas de Pelair
Cronicas de Pelair
Samuel Sánchez
James Lovelock - Las edades de Gaia
Las edades de Gaia
James Lovelock
Mariano Sánchez Soler - Los Franco S. A.
Los Franco S. A.
Mariano Sánchez Soler
María Sánchez - Tierra de mujeres
Tierra de mujeres
María Sánchez
Cristina Sánchez - Arendt
Arendt
Cristina Sánchez
Pedro Sánchez - Manual de resistencia
Manual de resistencia
Pedro Sánchez
Reseñas sobre «Gaia Augusta»

Discusión, reseñas del libro Gaia Augusta y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.