Introducción
Cuando el adolescente buscó las justificaciones de su ateísmo, se encontró de frente con las obras de Sartre. Nadie lo había prevenido. Apenas le sonaba el nombre entre muchos otros que tenían cabida en esa feria —más parecida a un rompecabezas— con la que el país quería demostrar su liberalismo. Ese adolescente fui yo, aunque pudo ser cualquier adolescente de mi generación, en Chile, con la suficiente curiosidad como para ocupar su ocio en rondar las librerías. En ese tiempo aún no conocía una verdad de los países y los hombres: que aman las simetrías y que el contrapeso de sus propias opiniones son su pasión. Me parecía que la riqueza que gastábamos había estado allí desde siempre y que los veranos se hacían con una golondrina.
Fue este candor, quizás, el que me permitió leer Los Caminos de la Libertad en un estado de espíritu parecido a la felicidad. Mi generación se nutrió de él sin saber que lo que nos ocurría no sucedía en todas partes, que fuera de aquel lugar que se nos antojaba tan grande había muchos seres como nosotros que no eran como nosotros. Particularmente no eran como no-nosotros los personajes de La Edad de la Razón , de El Aplazamiento , de La Muerte en el Alma . Venían de un universo torturado e inimaginable al que no hubiéramos accedido sin el concurso de la literatura: la guerra, la violencia, el miedo, sobre todo el miedo. Para nosotros fue fácil. Nos apoderamos de ese mundo de un golpe. Toda Europa entró como un viento enfermo para estimular nuestro lado peor: el que no aceptaba nuestra absurda felicidad.
Después las cosas se complicaron. Me quedaba poco del adolescente que había amado a Marcela siendo Mateo, cuando visité Toledo en 1961. A la entrada de la Iglesia de Santo Tomé un cartel me advertía —foto incluida— de los peligros de las obras de Sartre. No recuerdo los epítetos pero sé que la vergüenza ajena me impidió conocer, esa vez, El Entierro del Conde de Orgaz . El ateísmo, que es necesario adquirirlo al filo de los catorce so pena de que las secuelas de la catequesis dejen huellas irreversibles, estaba presentado como un Mal . Por curiosidad busqué las obras de Sartre en las librerías. ¡Colmo de la ingenuidad! No conocían el nombre. Estupor y desconcierto turístico fueron los ingenuos sentimientos que acompañaron a ese mazazo. Ahora comprendía el interés del Instituto de Cultura Hispánica por reducir la literatura universal a Cervantes: no lo habían leído.
Pero Sartre era otra cosa. ¿Atentaba quizá contra España como atentó aquella carta que le escribí a un amigo poniéndole en el sobre “República Española”? La carta no llegó nunca, por lo que —cuando me di cuenta del error— me apresuré a mandar una copia. Tampoco las obras de Sartre habían llegado. Los correos servían para no llevar las ideas, o mejor, para llevarlas al infierno. La tristeza que esto producía era tan profunda como la alegría que despertaba el fútbol.
Aparte los entendidos, en España se desconoce a Sartre. Las causas las conocemos. Como también conocemos las causas que hacen difícil en este momento el conocimiento libre de la literatura en Chile. Escribir este pequeño libro responde por lo tanto a un doble imperativo: divulgar una personalidad y una obra apasionantes y devolver un don que se me dio y que, en virtud de esas terribles simetrías de las que habla Jorge Edwards, no se les dio a los españoles.
Para Francesc
Título original: Conocer Sartre y su obra
Mauricio Wacquez, 1977
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
Biografía y estudio de la obra de Jean Paul Sartre.
Mauricio Wacquez
Conocer Sartre y su obra
ePub r1.0
Titivillus 13.01.2021
Cronología
1905: | nace en París Jean Paul Charles Aymard Sartre el 21 de junio. |
1907: | muere su padre. Primeros estudios en el liceo Henri IV. |
1916: | su madre se vuelve a casar. |
1917-1919: | parte con su madre y su padrastro, el señor Mancy, a La Rochelle, en cuyo liceo sigue sus estudios. |
1920-1921: | Bachillerato. |
1924: | entra en la Escuela Normal. |
1924-1928: | Escuela Normal. |
1929: | conoce a Simone de Beauvoir y recibe la Agregación con el número uno. |
1929-1931: | servicio militar. |
1931: | es nombrado profesor de filosofía en Le Havre. |
1931-1933: | Le Havre. |
1933-1934: | Instituto Francés de Berlín. |
1934-1936: | Le Havre. |
1936-1937: | profesor en Laon, cerca de París. |
1937-1939: | liceo Pasteur. |
1939: | mobilizado a Nancy. |
1940: | es hecho prisionero en Lorena y enviado a Alemania. |
1941: | «liberado» haciéndose pasar por civil. |
1941: | liceo Pasteur. |
1942-1944: | liceo Condorcet. |
1945: | viaja a Estados Unidos como corresponsal de Combat. |
1946: | viajes a Estados Unidos, África, Escandinavia. |
1947: | grave polémica con los comunistas. |
1952: | culminación de sus relaciones con los comunistas. |
1954: | viaje a la URSS durante el cual enferma. |
1954-1958: | grave depresión. Trabaja con anfetaminas. |
1956: | condena la intervención soviética en Hungría. |
1958: | toma parte activa por la independencia de Argelia. |
1964: | rechaza el Premio Nobel. |
1965: | adopta a Arlette El Kaïm. |
1967: | preside el Tribunal Russel. |
1968: | toma parte activa junto a los estudiantes en los Acontecimientos de Mayo. Condena la intervención soviética en Checoslovaquia. |
1969: | muere su madre. |
1970-1977: | protesta por la exclusión de Soljenitsne de la Unión de Escritores soviéticos. Rompe con la URSS. Dirige La Cause du Peuple. Participa en la fundación de “Secours Rouge”. Dirige Tout. Participa en diversas manifestaciones con militantes maoístas. |
«Las Palabras» 1905-1917
“En Alsacia, alrededor de 1850…”
La autobiografía de Jean Paul Sartre, Las Palabras, comienza como los cuentos de hadas (“Érase una vez…”) o como los folletines del siglo XIX (“A la entrada de la calle del Chemin-des-Dames…”), quizá —seguramente— para afirmar mejor sus orígenes. Nacido en 1905, Sartre es producto de la sensibilidad burguesa y heredero —aunque bastardo— del último romanticismo —el de Ponson du Terrail, Xavier de Montepin y Michel Zevaco—, el que mejor expresaba esa sensibilidad de los suspiros, de las mujeres que languidecen en cuartos polvorientos, rodeadas de flores siempre secas y descoloridas, de álbumes, alcanzadas por males que progresaban con la desdicha: mundo femenino que no osaría pronunciar su nombre y se ocultaría detrás de las palabras.