«Habrá un retorno a Sartre cuando se haga el inventario de los puntos muertos a los que nos ha llevado la ideología liberal.»
M ICHEL C ONTAT
El existencialismo es un humanismo se ha convertido en un clásico del pensamiento occidental del siglo XX , sobre todo porque en él aparecen expuestas, de una forma clara y accesible, las propuestas fundamentales del existencialismo. La vigencia del pensamiento de Sartre (su definición del hombre como un hacerse continuo, su vehemente afirmación de la elección personal como compromiso que atañe a toda la humanidad, su negativa a que la angustia desemboque en apatía) no sólo permanece incólume, sino que se revela como un instrumento muy útil para afrontar el presente.
Jean-Paul Sartre
El existencialismo es un humanismo
ePub r1.3
Moro13.10.14
Título original: L'Existentialisme est un humanisme
Jean-Paul Sartre, 1946
Traducción: Victoria Praci de Fernández
Editor digital: Moro
ePub base r1.0
J EAN -P AUL C HARLES A YMARD S ARTRE (París, 21 de junio de 1905 – idem, 15 de abril de 1980). Conocido comúnmente como Jean-Paul Sartre, fue un filósofo, escritor, novelista, dramaturgo, activista político, biógrafo y crítico literario francés, exponente del existencialismo y del marxismo humanista. Fue el décimo escritor francés seleccionado como Premio Nobel de Literatura, en 1964, pero lo rechazó explicando en una carta a la Academia Sueca que él tenía por regla declinar todo reconocimiento o distinción y que los lazos entre el hombre y la cultura debían desarrollarse directamente, sin pasar por las instituciones. Fue pareja de la también filósofa Simone de Beauvoir.
En una primera etapa desarrolló una filosofía existencialista, a la que corresponden obras como El ser y la nada (1943) y El existencialismo es un humanismo (1946). Desde que en 1945 fundó la revista Les Temps Modernes se convirtió en uno de los principales teóricos de la izquierda. En una segunda etapa se adscribió al marxismo, cuyo pensamiento expresó en La crítica de la razón dialéctica (1960), aunque él siempre consideró esta obra como una continuación de El ser y la nada.
Sartre considera que el ser humano está «condenado a ser libre», es decir, arrojado a la acción y responsable plenamente de su vida, sin excusas. Aunque admite algunos condicionamientos (culturales, por ejemplo), no admite determinismos. Concibe la existencia humana como existencia consciente. El ser del hombre se distingue del ser de la cosa porque es consciente. La existencia humana es un fenómeno subjetivo, en el sentido de que es conciencia del mundo y conciencia de sí (de ahí lo subjetivo). Sartre se forma en la fenomenología de Husserl y en la filosofía de Heidegger (discípulo éste de aquél). Se observa aquí la influencia que ejerce sobre Sartre el racionalismo cartesiano. En este punto se diferencia de Heidegger, quien deja fuera de juego a la conciencia.
Consecuentemente para Sartre en el ser humano «la existencia precede a la esencia», que explica con un ejemplo: si un artesano quiere realizar una obra, primero «la» piensa, la construye en su cabeza: esa prefiguración será la esencia de lo que se construirá, que luego tendrá existencia. Los seres humanos, no son el resultado de un diseño inteligente, y no tenemos dentro nuestro algo que nos haga «malos por naturaleza» o «tendientes al bien» —como diversas corrientes filosóficas y políticas han creído—, y continua: «Nuestra esencia, aquello que nos definirá, es lo que construiremos nosotros mismos mediante nuestros actos», éstos nos son ineludibles: no actuar es un acto en sí mismo puesto que nuestra libertad no es algo que pueda ser dejado de lado: ser es ser libres en situación, ser es ser-para, ser como «proyecto».
Notas
S ITUACIÓN DE LA CONFERENCIA
El existencialismo es un humanismo es el texto taquigrafiado, apenas retocado por Sartre, de una conferencia que dio en París el lunes 29 de octubre de 1945 a petición del club Maintenant, creado tras la Liberación por Jacques Calmy y Marc Beigbeder con un propósito de «animación literaria e intelectual»; se publicó el año siguiente en Éditions Nagel. ¿Por qué tiene interés el autor de El ser y la nada en convencer del humanismo de su doctrina?
Hay que recordar que los dos primeros tomos de los Caminos de la libertad, recién publicados por primera vez, obtenían un éxito mezclado con escándalo. No nos detendremos en los detalles de lo que, en La edad de la razón y en La prórroga, contrarió a la gente conformista de la época. Tacharon a su personaje principal de apático o cínico. «Creo que lo que hace molestos a mis personajes —escribía Sartre— es su lucidez. Saben lo que son y eligen el serlo.» Desprovisto de anclaje, sin certidumbres, Mathieu está, evidentemente, lejos de la figura de epopeya o del héroe positivo; su único triunfo, en su búsqueda obstinada de una vía auténticamente libre —de que se hace eco la búsqueda filosófica de El ser y la nada— es esta lucidez desnuda que también es un sufrimiento. Lo que le sucede, lo que hace, tiene poco de real; no ha empezado verdaderamente a vivir. Entonces, nadie entendió que se trata del drama intelectual y moral de una conciencia en devenir, cuya evolución no ha acabado al final del segundo tomo. Sin duda porque la lectura de las dos novelas, que por otro lado tuvieron defensores encarnizados, era más accesible que la de la obra filosófica, su publicación amplificó la resonancia del existencialismo sartriano; las controversias a su propósito se vieron agravadas y enturbiadas por lo que ahora llamaríamos un fenómeno mediático —réplicas y adhesiones, hostilidad abierta o larvada, grosería—, cuyas razones todavía hoy se desconocen. Resultó una invasión casi recíproca: del escritor por una celebridad de mala ley que le dejaba atónito, y del público por el existencialismo; fórmulas huérfanas de sus contextos como «El infierno son los demás», «La existencia precede a la esencia», «El hombre es una pasión inútil», esparcidas por los periódicos sensacionalistas, se tomaban como eslóganes diabólicos.
En cuanto a las críticas expresadas por los intelectuales, que no desdeñaban la injuria, no procedían todavía de un examen muy penetrante de El ser y la nada Sartre se convertía nada menos, en opinión de mucha gente, que en el antihumanista por excelencia: desmoralizaba a los franceses en el momento en que Francia, en ruinas, tenía más necesidad de esperanza.
Así, fue para presentar al público una idea coherente y más exacta de su filosofía por lo que Sartre aceptó dar esta conferencia. Desconcertado por la sobreexcitación de aquella muchedumbre que entra a la fuerza en la sala y que, sospecha, comprende al menos tantos curiosos atraídos por el renombre sulfuroso del existencialismo y de su autor como oyentes que acuden por amor a la filosofía, afirma que el existencialismo es una doctrina estrictamente reservada a los filósofos, mientras que se apresura a ponerla poco o mucho al alcance de la masa; y es que