Adolfo Pérez Agustí es un veterano escritor, nacido en Madrid, dedicado desde hace ya casi 40 años a la divulgación y docencia de la Medicina Natural. Aunque en sus comienzos fue un estudiante poco aplicado de la Medicina Convencional, abandonó pronto estos estudios para intentar comprender la génesis de las enfermedades y la razón por la cual muchas se convertían en procesos crónicos.
Esto le llevó inexorablemente al estudio del comportamiento de las partículas y su relación con la energía vibratoria que rige nuestro organismo, en cuyo campo de acción se mueve el pensamiento. Desde entonces ha comenzado una nueva andadura profesional como director de esta colección publicada por Editorial Dilema, dedicada de modo preferente al estudio de las enfermedades y su relación con las emociones y el desequilibrio cuántico.
El analfabeto
1960
101 minutos
Posa Film
Argumento: Marcelo Salazar, Juan López
Director: Miguel M. Delgado
Intérpretes: Mario Moreno (Inocencio Prieto), Lilia Prado, Angel Garasa, Sara García, Carlos Agostí
En esta película la imagen del peladito está ya bastante alejada, aunque todo el rodaje y el guión estaban más cuidados, ya que se trataba de asegurar un retorno del personaje al público hispano.
El protagonista es Inocencio Prieto, un noble operario que trabaja en una carpintería haciendo cualquier tipo de encargo que le pidan, sin sospechar que una herencia de un tío lejano que vivía en Tejas, le ha convertido en poseedor de nada menos que de 2 millones de pesos. Pero mientras esto ocurre, su vida en la carpintería empieza a complicarse.
—Inocencio, tráeme una caja de clavos.
—Con o sin.
—Sin, pero rápido.
—… ya está.
—¿Y los clavos?
—Vd. me dijo sin.
—Sin cabeza.
—Pues yo creo que me decía sin clavos.
—Bueno, ¿terminaste el ataúd?
—Sí y en madera de sauce llorón para que haga juego con los dolientes.
—¿Y cómo te quedó?
—Pues quedó bien, pero lo va a quedar mejor al muerto.
—¿Pero, qué medidas son éstas?
—Pues las que Vd. me dio estaban medio borrosas, así que lo hice a puro golpe de ojo. Yo conocía al difunto y era medio cabezón, así que lo hice holgado aquí para que él se sienta como en su casa. Como un sarcófago, estilo egipcio, para que se sienta como faraón y descanse mejor. No lleva clavos, precisamente porque, como quien dice un piquete así, cuerpo dormido, todo perdido y… siempre es molesto. ¿Qué necesita aire?, ¿qué se siente medio asfixiado?, pues no más abre aquí y que entre el aire. En fin, como un día de campo. Esas cosas medio apretadas, pues no, no. Un individuo que va a estar siempre apretujado, que le entre aire y aire fresco.
—Eso me pasa por contratar gente que no sabe leer ni escribir.
—Pues no sabré leer ni escribir, pero bien que me explotan y encima quieren que les haga unos féretros como un traje a la medida.
—Pues si no te conviene te largas.
—Pues me largo.
Con el fin de conseguir trabajo, se dirige al director del banco para que le de un empleo.
—¿Se puede compenetrar?
—Pase Vd. ¿Deseaba hablarme?
—Sí, pero no más quería hablarle de persona a persona, personalmente y sin que nos estén fisgando.
—¿De qué se trata?
—¿Ya sabe que ya llegó Blanca?
—¿La hija de Josefina?
—Señor, la que se quedó viuda cuando se murió su marido. Bueno, lo que yo quería demostrarle a Vd. es que uno es eficiente y que está al tanto de todo, pero el meollo del asunto es otro. Vd. no está para saberlo ni yo pa contárselo, pero señor debo decirle que yo esta mañana estaba meneando la cola…
—¿De gusto?
—No, en la carpintería esa del abusivo de Don Leoncio. Pero ya ve Vd. como es Don Leoncio. Luego se puso conmigo, pues como quien dice que esto, que lo otro y dije: que no… hay que hablar comercialmente, no en esa forma. Y entonces yo dije: para no tener dificultades mejor disolvemos la sociedad por incontabilidad de caracteres. ¿No le parece? Por eso yo he venido a verle, para cambiar impresiones y un enfoque en su importante negociación bancaria y financiera.
—¿Y qué empleo le gustaría?
—Cajero no, pues eso era lo que hacía allá, que hacía las cajas de muerto. Pero contador, señor, me sé unos cuentos… ¿conoce Vd. el del Perico marinero y la sirena?
—No siga. Yo le estaba hablando en términos bancarios, pero veo que Vd. no sabe ni lo que es un pagaré.
—No, pagaré no. Yo sé lo que es un deberé y como no quiero seguir debiendo por eso he venido a verle, porque aquí está lo confidencial del asunto. Así donde me vé, yo no sé ni leer ni escribir. No lo parece, ¿verdad? Porque el que me vé así dice: pues ese es escritor o científico, pues nada. Me gustaría ocupar un empleo facilito, como por ejemplo, mozo de limpieza combinado con mandadero y de vez en cuando les doy de comer a los empleados.
Consigue el empleo y coincidiendo con su nuevo trabajo, trata de ganarse la simpatía de Blanca.
—A propósito, aún no me ha dicho Vd. a qué se dedica.
—Pues verá Vd. De tiempo atrás, como quien dice de algún tiempo acá, mi negocio eran las maderas. Maderas finas, importación y exportación, maderas de primera clase, como ojos de pájaro, o sea, maderas desplumadas. Luego resulta que me dije, pues vamos a cambiar de horizonte y ahora me estoy dedicando a la cosa bancaria, la cosa financiera, hipotecaria, la cosa así donde hay algo de porvenir.
—¿Y lleva mucho tiempo en eso de la banca?
—Pues en eso de la banca llevo pensando mucho tiempo, pero trabajar, trabajar, hasta el lunes no empiezo. Por que mire Vd., eso de la banca es una cosa de futuro, es una cosa como quien dice de ambiente y de relaciones.
A Inocencio las cosas con sus compañeros del banco le van por mal camino y los enfrentamientos son continuos.
—Inocencio, ¿barriste ya el cuarto del archivo?
—¿Cuál cuarto del chivo?
—¡Archivo!
—No me grite que no estoy sordo.
—Límpieme los zapatos.
—¿Cómo que le limpie los zapatos? ¿Acaso tengo pinta de bolero? Lo que Vd., necesita son suelas. ¿No le da vergüenza venir a la oficina casi en guarachas?
—Bueno, tráigame unos cigarros.
—¿Qué marca?
—Fumadores con filtro.
—Digo qué marca su reloj, porque se me hace que van a dar las tres y ya terminó mi horario.
También acude a la escuela para aprender a leer y escribir y ese dia el profesor le pide que explique la lección ante todos los jóvenes alumnos.
—¿Recuerda nuestra lección de ayer?
—Señor, cómo no. Las letras no son todas iguales entre sí debido a que algunas son diferentes a las otras y las otras son distintas a las demás. Tenemos ante esta situación las mayúsculas y las minúsculas. Las mayúsculas son las que se acostumbran a hacer grandotas y las minúsculas por falta de vitamina, o sea por falta de desenrollo literario, siguen siendo chaparritas. También, para acabar de amolar esta situación que es de sémbola, tenemos conque nos encontramos con este fenómeno que puede ser también gramatical, pero que es un fenómeno que viene a ser también de la misma situación que estamos hablando. Entonces, tenemos las vocales y las consonantes. E, I, O, U, A.
—No, A, E, I, O, U.
—Pues me extraña profe, porque el orden de los factores no altera el alfabeto.
Inocencio y su novia son acusados de robar unas joyas y acaban en la cárcel a donde acuden sus amigos para consolarle.
—Calma tus nervios.
—Es que da coraje, profe. Uno se desvela quemándose las pestañas en estudios profundos, científicos, queriéndose incorporar a la civilización, queriendo ser algo en la sociedad, ¿para qué?, para que vengan con calumnias y destrocen el honor y la integridad del individuo. Ahora me van a tomar mis huellas vegetales, me van a hacer investigaciones y a lo mejor me dan tormento.