Título original: NO ME JUDAS SATANAS!!, publicado en Popular1 #244, febrero de 1994
César Martín, 1994
Retoque de cubierta: Titivillus
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
Casi sin darnos cuenta hemos consumido diez años desde el nacimiento de un movimiento que a nadie parece importarle ahora, pero que en su día le alegró la vida a mucha gente, especialmente a aquellos que no conectaban con el pop de la época ni con el heavy más arquetípico. Hablo del Glam de los 80. Si echáis la vista atrás recordaréis que fue más o menos entre finales del 83 y principios del 84 cuando se dieron a conocer a nivel internacional todos aquellos grupos: Hanoi Rocks, Twisted Sister, Motley Crue, W.A.S.P., Wratchild, Ratt, etc. Y por lo que parece no llueven los homenajes. Kurt Cobain no ha mostrado un especial interés en intervenir en el Lp de despedida de W.A.S.P., y Perry Farrell definitivamente no tiene previsto reunir a Twisted Sister para incluirlos en su próximo Lollapalooza. La credibilidad de aquella pandilla de encantadores pintones está por los suelos estos días. Hanoi Rocks es el único grupo glammy de los 80 que goza del respeto y la admiración de las nuevas generaciones, los demás son sólo un mal recuerdo del pasado para la mayoría. Y es una lástima, porque salieron cosas muy buenas de aquello. Un puñado de discos que conservan su fuerza, una actitud juerguista y cachonda que no abunda precisamente en la actualidad, y un sentido del humor que se echa en falta en estos tiempos de confrontaciones raciales y dramas existencialistas que vivimos. Sin olvidar algo importantísimo que poca gente ha tenido en cuenta a la hora de referirse a aquel movimiento: si ahora podemos disfrutar de unos Aerosmith rejuvenecidos y de un auge del Rock duro es en parte gracias a aquellos grupos que son despreciados por media humanidad. Ni recuerdo la cantidad de veces que Ratt y Mötley Crüe alabaron a Aerosmith en las entrevistas. Los consideraban sus maestros, a pesar de lo mal que quedaba hablar de ellos en esos tiempos, y animados por la admiración que les profesaban los nuevos grupos glammys, Steven Tyler y Joe Perry pusieron la maquinaria de la Aeroforce de nuevo en marcha (no exagero, ellos mismos lo reconocieron en su momento). La aportación musical de aquellos grupos puede ser más o menos discutible, pero lo que nadie puede negar es que jugaron un papel importantísimo en el retorno de Aerosmith y en el nacimiento de otro movimiento: el hard rock callejero angelino de finales de los 80. Así que para celebrar que un buen día todos aquellos tipos decidiesen maquillarse como putones baratos y recuperar la esencia del glam menos sofisticado, rendiremos homenaje a la banda más camorrera del universo Twisted Fuckin’ Sister .
César Martín
Twisted Sister
NO ME JUDAS SATANAS!! - 244
ePub r1.0
Titivillus 16.10.2020
Twisted Sister
Pienso en Twisted Sister y sólo me vienen a la cabeza buenos recuerdos. Eran el antídoto ideal contra las depresiones y el aburrimiento. Parecían recién salidos de un cómic, no había nadie mejor que ellos para alejarte del deprimente mundo de los adultos. Un par de acordes y un gruñido del malhablado Dee Snider era todo lo que necesitabas para olvidar la realidad cotidiana y disfrutar de la fantasía glam barriobajera de estos cinco neoyorquinos maquillados. Supieron adaptar el concepto de los primeros Kiss a los 80 y entretener a una generación demasiado joven como para haber conocido a los primeros héroes del glam. Nunca llegaron a contar con el respaldo de la crítica, siempre tan aguafiestas y tan incapacitada para comprender este tipo de fenómenos. Tampoco hizo falta, la verdad. Twisted Sister se ganaron rápidamente a una numerosa audiencia de “sick motherfuckers” repartidos por todo el globo, que seguimos sus pasos con verdadera devoción.
No eran la mejor banda del mundo, eso lo sabíamos. Otros tocaban mejor que ellos y, de acuerdo, es posible que sus canciones no pudiesen competir con el repertorio de Lennon y McCartney. Pero, es curioso, recuerdo con más cariño sus discos que los de muchos artistas pretendidamente “serios” de la época. “I Wanna Rock”… aquello sí que era un himno adolescente, ¿y qué me decís de “We’re Not Gonna Take it”, “S. M. F.” y “You Can’t Stop Rock’n’Roll”? Se decía de ellos que eran heavies, pero yo no veía ahí más que Rock’n’Roll pandillero del de toda la vida, inspirado en Sweet, Alice Cooper, Kiss, Gary Glitter, Stones y docenas de artistas más. Estos tipos no eran unos críos, cuando triunfaron llevaban ya diez años pateándose los clubs de New York y alrededores, y por lo tanto era un poco absurdo buscar sus raíces en Judas Priest. El metal no iba con ellos, ni tampoco eran una banda glammy al uso. Se maquillaban, sí, y estaban influenciados por las muñecas del Glitter-Rock, pero tenían pinta de auténticos animales (¡imposible encontrar un rasgo de feminidad ahí!) y su sonido era mucho más duro que el de Sweet, Slade & Co.
El éxito les llegó de golpe. Tras muchos años en la oscuridad, se encontraron un buen día liderando a la mitad de los adolescentes de la nación. Un hit-single les sacó del arrollo y les transformó en figuras públicas. Eran rudos, sucios, cachondos y malhablados. Cada vez que Dee Snider abría la boca se dirigía a los adolescentes agobiados por su entorno (los padres, los maestros, la sociedad en general) y sabía cómo ganárselos. Todo fue bien hasta que el globo se hinchó demasiado y los niñitos de tres años aprendieron a pronunciar las palabras Twisted Sister. Ese fue el principio del fin. Tal como les pasó a Kiss tiempo atrás, los Sisters descubrieron de pronto que un tanto por ciento muy elevado de su nuevo público estaba formado por niños en edad de acudir al parbulario, y por supuesto intentaron aprovechar el invento (estamos hablando de ratas de barrio, tipos que llevaban toda su puta vida sin ver un centavo, ¿qué esperabais?, si su futuro estaba en el mundo infantil, no se iban a quedar de brazos cruzados). Para los críos, Dee Snider era un teleñeco feo y enorme que hacía cosas raras, y les divertía. Como se vería más tarde, ése no era el camino a seguir. El exceso de popularidad acabó con ellos. Perdieron credibilidad entre el público rockero, la gente dejó de acudir a sus conciertos y TS intentaron desesperadamente recuperar a sus antiguos fans despojándose del maquillaje y grabando hard rock del montón, pero ésa fue su sentencia de muerte y un triste día nos quedamos sin la banda que tanto nos divirtió y nos entretuvo a lo largo de esa amuermante década. Supongo que era inevitable, cuando un grupo se ve involucrado en un follón de esas dimensiones, tiene sus días contados. ¡Nunca te fíes de un niño!, las tiernas criaturas que a principios del 85 soñaban con Dee Snider, a final de año ya le habían cambiado por el dibujo animado de moda.
Si tenemos en cuenta esos diez largos años que pasó el grupo actuando en baretos de mala muerte e intentando en vano salir del anonimato, no resulta extraño que cuando la industria musical les tendió una mano, ellos se tomasen el brazo entero. La existencia de