Título original: NO ME JUDAS SATANAS!!, publicado en Popular1 #275, septiembre de 1996
César Martín, 1996
Retoque de cubierta: Titivillus
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
Hacía tiempo que el No Me Judas no estaba dedicado a una mastodóntica superbanda de los 60 o los 70. Después de pasearnos por el enloquecido mundo de Aleister Crowley y de visitar el planeta de los simios, es un buen momento para rememorar una de esas grandes historias rockeras que a todos nos gustan en la tradición de Zeppelin o Beach Boys, con los ingredientes adecuados: Rock’n’Roll, violencia, sexo, drogas, alcohol, accidentes, asesinatos, Mafia, acosos policiales, egomanías fuera de control, maldiciones del más allá y extravagancias propias de mega-estrellas con complejo de semidioses. Un cúmulo de deliciosa carroña que adorna el historial de la banda sureña pionera por excelencia: The Allman Brothers Band, los hippies más peligrosos que surgieron del verano del amor.
César Martín
The Allman Brothers Band
NO ME JUDAS SATANAS!! - 275
ePub r1.0
Titivillus 23.10.2020
The Allman Brothers Band
Quienes tienen la osadía de meter a todos los hippies en el mismo saco, y tacharlos de blandos, cursis, ñoños e inofensivos, deberían haber acompañado a los Allman Brothers en una de sus giras. Les habrían visto bañarse desnudos en lagos, colgándose con drogas alucinógenas y con groupies de todos los tamaños y colores, pero también habrían tenido acceso a su faceta menos amable y divertida, cuando las drogas les sentaban mal y empezaba el mal rollo. Más que con el hippismo en general, yo relacionaría a los Allmans con esas legendarias bandas de forajidos que asolaban el Viejo Oeste, destrozándolo todo a su paso. Estos tíos eran sureños y en el sur se ven las cosas de otra forma. No estamos hablando de un grupo implicado en su realidad social, con ganas de cambiar el mundo, como los californianos Jefferson Airplane, ¡para nada! El problema de Vietnam estaba ahí, pero no todos los rockeros lo afrontaban del mismo modo. Los Jefferson trataban de mostrarle al mundo el horror de esa guerra, igual que Jane Fonda u otros personajes populares que hicieron campaña contra la política del gobierno. Los Allmans por el contrario cogían directamente un rifle y se agujereaban un pie para no tener que defender la patria (eso hizo Gregg Allman. convenientemente asesorado por su hermano Duane ¡y le salió bien!).
A los Allmans les interesaban una serie de cosas muy determinadas: su música, sus drogas, sus motos, su dinero y sus mujeres. Todo lo demás simplemente no existía. Eran seis tíos con personalidades muy definidas. Teníamos a Duane Allman, el líder absoluto, devorador incansable de todo tipo de sustancias chungas (¡cualquier cosa!, si podía metérselo dentro y le provocaba un efecto potente, ahí estaba él esperando su ración), aficionado a recorrer las carreteras en su Harley Davidson, mujeriego, guitarrista inigualable, y maestro entre los maestros; hasta el mismísimo Clapton se dejó influir por su estilo con el “bottleneck”. Su hermano Gregg creció bajo su estela, siguiéndole como si fuese un padre y un gurú espiritual: Duane le pedía que se pegase un tiro en un pie, y él se pegaba el tiro en el pie, Duane le ofrecía una mujer, y él follaba con esa mujer… sin embargo, tras la muerte de Duane, Gregg perdió su punto de apoyo, y ahí fue cuando inició su escalada hacia el infierno de los excesos (drogas, dinero, egomanía), de donde hoy, en 1996, todavía no ha logrado regresar: su vida ha sido una locura sin límite, que le ha costado muchas desgracias: problemas con la poli a causa de sus tratos con la Dixie Mafia (la Mafia sureña), sobredosis que han estado a punto de borrarle del mapa en varias ocasiones (llegó a estar clínicamente muerto durante algunos minutos a causa de una de ellas) y el desprecio de sus fans, amigos y colegas de profesión, debido a su comportamiento en los momentos más bajos de su vida, cuando declaró contra un camello de confianza para saltarse una condena carcelaria o como cuando se convirtió en novio oficial de Cher y dejó al grupo a un lado.
Igual de controvertida ha sido la trayectoria de Dickey Betts, motorista camorrero que antes de unirse al grupo se dedicaba a recorrer el país sobre dos ruedas, enfundado en una chaqueta de cuero negra, adornada con una frase en su espalda que decía: “Eat Shit” (“Come mierda”), dedicada a todo aquel que se cruzase en su camino. De aquellos años en la vida del gran Dickey se cuentan muchas anécdotas, la más graciosa tiene que ver con un incidente en el que se vio envuelta una pobre vaca: nuestro vándalo favorito se encontraba inmerso en su “road movie” particular recorriendo las carreteras de América sin un centavo en el bolsillo, y cuando vio una vaca en un prado decidió matarla y comérsela, y bien, se cargó al animal de un balazo y se encontraba en plena faena cortándolo con su cuchillo cuando la poli le pilló y fue arrestado: este suceso refleja bastante bien lo increíblemente primitivo que podía llegar a ser el colega Dickey. Su misión en el grupo, cuando fue fichado, consistía en cubrirle las espaldas con su guitarra a Duane, una tarea ingrata para cualquier músico con ansias de destacar, ya que nadie en el mundo podía hacerle sombra a Duane Allman sobre un escenario. Pero Dickey ejerció bien su papel, hasta que Duane falleció y él se vio obligado a tocar también los fragmentos de cada tema que solía interpretar el desaparecido guitarrista; Dickey cumplió de maravilla, pero con el paso de los años se dio cuenta de que la gente seguía recordando a Duane como si aún estuviese vivo y nadie le prestaba atención a él, resultado: habitaciones de hotel demolidas casi cada noche (cisternas de WC arrancadas de cuajo, muebles partidos por la mitad, etc.), broncas callejeras con cualquiera que le mirara mal e incluso el destrozo en alguna ocasión de las oficinas de la agencia de management que llevaba los asuntos legales del grupo. Todo eso, y los inevitables excesos con las drogas y el alcohol, que en la actualidad siguen causándole problemas.
¿Y que se puede decir de Butch Trucks?, el batería blanco del grupo (los Allmans siempre han tenido dos baterías), que se pasó toda la década de los 70 hundiendo sus puños en los cuerpos de quienes le retaban a pelear en cualquier bar de mala muerte. Otro caso extremo el suyo: tardó un buen puñado de años en sentar la cabeza y dejar de buscar camorra. Lo suyo era tocar beber y pegar. Las mujeres y las drogas también ocupaban un buen lugar en su ranking de preferencias, pero donde hubiese una buena pelea, ahí es donde deseaba estar. Al principio, este tipo de incidentes no le importaban a nadie si exceptuamos a Butch y al pobre tío que recibía sus puñetazos, pero cuando el grupo llegó a la cima, resultaba embarazoso para sus compañeros verle siempre en los periódicos envuelto en escándalos tan cutres.
El otro batería, Jaimoe, un músico de color fanático del jazz que introdujo a toda la banda en la música de