Título original: NO ME JUDAS SATANAS!!, publicado en Popular1 #255, enero de 1995
César Martín, 1995
Retoque de cubierta: Titivillus
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
Parece inevitable, cuando un fenómeno masivo se apaga, es necesario dejar pasar diez o quince años para que las masas vuelvan a interesarse por el tema. En la pasada década todo lo que tenía que ver con los 70 se miraba con recelo. Vimos nacer y morir a un grupo ya legendario como Hanoi Rocks y a casi nadie le importó: su error: llegar demasiado pronto, faltaban todavía unos cuantos años para que el mundo volviese a aceptar a bandas influenciadas por Alice Cooper y New York Dolls. Tampoco quedaba demasiado bien hablar de Cheap Trick, los pobres Kiss subsistían arrinconados en el ghetto heavy, Travolta se veía obligado a rodar películas de aerobic, la música de Zeppelin se consideró una anticualla del pasado hasta casi finales de la década, Aerosmith perdieron gran parte de aquellos años humillados por la prensa y al borde de la autodestrucción… en fin, los ejemplos serían incontables. Y con la entrada en los 90, lo inimaginable, ¡todo es 70’s! El director del momento (Tarantino) se declara fan de Tony Manero y devuelve a Travolta a la cima de la industria, el Grunge recupera parte de la estética y el sonido de los 70, nadie se atreve a poner en duda la importancia histórica de Kiss, Sabbath, Zep y Aerosmith, los nuevos grupos versionean otra vez a Cheap Trick en los conciertos (Terrorvision el mes pasado en Zeleste 2 sin ir más lejos, con la clásica “Surrender”), se habla constantemente de Parliament-Funkadelic, por fin pueden encontrarse camisetas de “Starsky y Hutch” y hasta vuelve la fiebre “Star Wars”, con más juguetes, libros, cómics y la cuarta parte de la serie en el horizonte. Quienes amamos aquella inolvidable década tenemos motivos para sentirnos felices. Y entre todas estas inesperadas recuperaciones, destaca el retorno de una de las pesadillas de los cinéfilos serios y sesudos, un género que parecía muerto y enterrado pero que ha resurgido de sus cenizas con más fuerza que nunca: la Blaxploitation. Temblad fans de Wenders y Kieslowski, que los negrazos con gabardinas de cuero hasta el suelo y peinados afro de medio metro vuelven a reinar en la pantalla.
César Martín
Blaxploitation
NO ME JUDAS SATANAS!! - 255
ePub r1.0
Titivillus 08.10.2020
Blaxploitation
Ha sido una de las muchas sorpresas que nos ha brindado esta década y no ha surgido de una forma premeditada, sino de un modo totalmente natural. Una referencia aquí, otra referencia allá... Faith No More iniciando algunos shows del tour de “Angel Dust” con el tema central de “Shaft”, los líderes de la escena rap reivindicando aquellos viejos films en las entrevistas, una nueva generación de cineastas negros que han creado una “Blaxploitation 90’s”... y de la noche a la mañana, los inevitables homenajes, como el que le dedicaron al protagonista de “Shaft”, Richard Roundtree, en la última ceremonia de los MTV Awards, y nuevos pases televisivos en toda clase de canales (¡TVE incluida!) de las pelis más emblemáticas de aquel género que tanto nos divirtió en el pasado. Una oportunidad única para desenpolvar bandas sonoras mágicas, como las de “Superfly” y “Car Wash”, y de paso pillar al vuelo en TV pelis tan difíciles de localizar como “Black Caesar”.
La Blaxploitation (o “Black Exploitation”), por si alguien no está familiarizado con el tema, es la etiqueta que agrupa a toda una serie de films de principios de los 70 fabricados por negros y dirigidos a sus hermanos de raza, que sin embargo triunfaron masivamente entre todo tipo de públicos: blancos, negros, pobres, ricos, etc. Eran películas con mucha acción, buenas dosis de sexo, una estética horterísima y bandas sonoras excepcionales. Fue un fenómeno que se quemó rápido y dio lugar a unas cuantas pelis maravillosas y mucha basura. A grandes rasgos, la Blaxploitation englobaba odiseas cinematográficas de superdetectives negros masculinos (“Shaft”) y femeninos (“Cleopatra Jones”), verdaderas apologías de las drogas y la violencia (“Superfly”), locuras cargadas de humor (“Car Wash”) y terror del más kitsch que uno pueda imaginar (“Blacula”). El paso del tiempo no podía borrar ese legado tan valioso, y como os decía, no sólo vuelven a emitirse aquellos films, sino que además existe una nueva Blaxploitation adaptada a los tiempos que vivimos, me refiero a películas como “New Jack City”, “Boy N’ the Hood”, “Ricochet”, “Colors”, “Trespass”, etc. Ahora en lugar de Ron O’Neal (“Superfly”), Richard Roundtree (“Shaft”) o Tamara Dobson (“Cleopatra Jones”) tenemos a Ice-T, Ice Cube, Wesley Snipes & Co., el rap ha desplazado al soul en las bandas sonoras, y la estética va acorde con los 90, pero la esencia es la misma: violencia, sexo, tensiones raciales y, por encima de todo, el orgullo negro. Y por si eso no fuese suficiente, encima existen vínculos familiares; un ejemplo: el director de “New Jack City”, Mario Van Peebles, es hijo de Melvin Van Peebles, que escribió, dirigió y protagonizó en el 71 un film pionero de la Blaxploitation. “Sweet Sweetback’s Baadasssss Song”, la primera película que narraba la historia de un antihéroe de color: un fugitivo de la justicia que a pesar de ser negro y no hacer el bien, se ganaba la simpatía de los espectadores, tal como ocurriría poco tiempo después con “Superfly”, “Black Caesar” y otros muchos films.
La Blaxploitation nació para acabar de un plumazo con un montón de años de humillaciones cinematográficas en donde el negro siempre quedó relegado a papeles de criado o de payaso estúpido (como bien denunciarían Public Enemy en su tema “Burn, Hollywood, Burn”). Es triste recordar, por ejemplo, cómo la Reina del jazz y del blues, Billie Holiday, fue arrinconada en su debut como actriz en un papel de sirvienta de una pija blanca que no tenía ni la mitad de clase que ella. Shaft y Cleopatra Jones llegaron en plena época de Panteras Negras, movilizaciones sociales a favor de los negros e himnos como el clásico de James Brown “Say It Loud! - I’m Black and I’m Proud” (“Dilo fuerte - Soy negro y estoy orgulloso”). De pronto el negro era el héroe de la película y los blancos quedaban retratados como unos ineptos integrales. Se buscaba el impacto directo, y los propios directores de color explotaron una serie de tópicos que no beneficiaban en nada a los de su raza, poniendo en un pedestal a gangsters drogadictos, negrazos con potencia sexual sobrehumana, horteras callejeros, etc., pero, que coño, ¡yo no cambiaría eso por nada!, teniendo a camorreros como Richard Roundtree y Ron O’Neal ¿quién puede querer al cursi de Sidney Poitier?