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ADAPTACIÓN DIGITAL HTML Adán Farías CONCEPTO Y DISEÑO GRÁFICO Con el apoyo de: BibloAmigos ISBN: 978-958-5419-90-2 Bogotá D. C., diciembre de 2017 © Hugo Jamioy © 2010, Ministerio de Cultura –Biblioteca de los Pueblos Indígenas de Colombia © 2017, De esta edición: Ministerio de Cultura –
Biblioteca Nacional de Colombia © Presentación: Iván Hernández A. Material digital de acceso y descarga gratuitos con fines didácticos y culturales, principalmente dirigido a los usuarios de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas de Colombia. Esta publicación no puede ser reproducida, total o parcialmente con ánimo de lucro, en ninguna forma ni por ningún medio, sin la autorización expresa para ello.
D ANZANTES DEL VIENTO DE Hugo Jamioy es un libro muy importante para la poesía colombiana. Escrito en español y en camënt
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á, nos revela realidades que están muy lejos de nuestro entendimiento y nuestro corazón.
Hugo Jamioy nació en el valle de Sibundoy, en el departamento del Putumayo. Supongo que el poeta escribe sus poemas en su lengua y los traduce luego al español. No sé; sin embargo, en una ocasión tuve la fortuna de escucharlos leídos por él, en su lengua. A pesar de que no entendía nada, tuve la sensación de estar, no en un recital de poesía en medio de una ciudad que no se calla y que no duerme, sino de asistir a un ritual sagrado, en un lugar apartado bosque adentro. Aunque oía palabras, esa voz suya no era la de un hombre, sino la de un pueblo, la de un territorio; la voz de la naturaleza. / La voz de los pueblos / son sus cantores: /un pueblo mudo / es un pueblo muerto». / La voz de los pueblos / son sus cantores: /un pueblo mudo / es un pueblo muerto».
Por lo general, la poesía que estamos habituados a leer trata de otros temas, de otros mundos, otras leyes. Las palabras que el poeta indígena utiliza ahora en Danzantes del viento, aunque parecen las mismas que utilizamos nosotros, no lo son. Tal vez se parecen a las que pronunciábamos de niños, cuando las palabras no habían perdido su verdad y su fuerza. A pesar de su sencillez y su naturalidad, nos cuesta mucho ingresar a ese mundo que el poeta nos presenta: sentimos asombro, desconfianza de que algo importante pueda nombrarse así; aquí no hay conceptos ni teorías; no hay grandes revelaciones, verdades profundas ni terribles; tampoco grandes revoluciones en los procedimientos estilísticos. Las palabras de Danzantes del viento son limpias, naturales. ¿De qué otra manera el poeta habría podido tratar las cosas sencillas, las cosas que pasan todos los días, aquellas de las que tenemos tan poca conciencia? Sí, este libro trata de cosas simples, de cosas que por razones muy extrañas la humanidad está a punto de olvidar.
Sus palabras se refieren al día y a la noche; a los amaneceres y las lluvias; a los ojos de Tima y Yuina, sus dos hijas; a las orquídeas y los jazmines; a sus ojos, que son como dos anturios; al silencio de los montes y al canto de los pájaros. «Tengo una montaña en la cabeza; / sólo escucho cantos de pájaros / y gritos de animales» (Humberto Ak’abal). Para ingresar a ese mundo que propone el poeta Jamioy es indispensable moverse por las páginas del libro con delicadeza y naturalidad, como los peces en el agua, como los pájaros en el cielo. Es necesario caminar despacio, detenerse, hacer silencio; sobre todo, hacer silencio en el alma. Sólo entonces escucharemos la voz agradecida del pájaro que canta a pesar de la lluvia, aceptaremos de buen grado que somos una más entre las innumerables especies de la creación. Si escuchamos con atención esas palabras que el poeta nos dice, sentimos que de pronto algo que estaba muy escondido en nuestro corazón comienza a salir a flote; sentimos que hemos recobrado la inocencia que estaba perdida o muy olvidada; que hemos abandonado, por unos instantes, este mundo confuso, ruidoso y contradictorio en el que vivimos, y que hemos ingresado en otro en el que la luz, el silencio, la verdad y la belleza son aún posibles.
Estos poemas hablan de valores que han permitido a los hombres sobrevivir, y que, a pesar de su importancia, hoy son muy pocas las comunidades que rigen su vida por ellos; estos valores son indispensables también para la conservación del planeta. Se trata de valores éticos y estéticos, morales, sociales y ecológicos, cuyos fundamentos son el respeto y la verdad. En Danzantes del viento la vida es sólo un camino hacia lo otro: «y cuando doble la loma /camino a la oscuridad, / el viento me estará recordando / que hay cosecha en mi corazón». En Danzantes del viento la vida no es sino una cadena en la que los sueños, los recuerdos de su pueblo, de su familia, se prolongan hasta el infinito. El poeta siente que debe escuchar las voces que lo unen al pasado y a la vida, sólo entonces sus pasos no serán ciegos. Que para poder escuchar la noche y su silencio, la voz del viento y de las aves, la voz de lo que calla y de lo que huye, es necesario oír con humildad la voz de los mayores, la de la madre Tierra, la del yagé, que son sabias, y a todos cuidan y a todos aconsejan.
Acercarse a las palabras del poeta indígena es una manera de reconocer que el otro existe, y que merece nuestra aceptación y nuestro respeto. Que nuestras diferencias con otros mundos y otros seres son grandes, y que esa creencia de que pertenecemos a una raza privilegiada no es sino una muestra más de nuestra ignorancia, de nuestra ceguera y de nuestra torpeza: Analfabetas A quién llaman analfabetas, ¿a los que no saben leer los libros o la naturaleza? Unos y otros algo y mucho saben. Durante el día a mi abuelo le entregaron un libro: le dijeron que no sabía nada. Por las noches se sentaba junto al fogón, en sus manos giraba una hoja de coca y sus labios iban diciendo lo que en ella miraba. I VÁN H ERNÁNDEZ A.