Nota
EL EMBRUJO DEL MICRÓFONO Y LAS HIJAS DE GRACIA , ¿UNA LITERATURA MENOR?
Tal como lo ha dicho María Teresa Uribe, “[…] el acceso de las mujeres al mundo de la educación superior levantó, como era de esperarse, una reacción fenomenal. Los obispos volvieron a la carga y, con ellos, los conservadores; pero en este tema no estaban solos, pues los acompañaron muchos liberales ‘progresistas’ comprometidos con la transformación de los tradicionalismos. Y así, contra las mujeres que pretendieron educarse se desató una especie de guerra santa, que empezaba en sus propias familias y terminaba con la oposición de buena parte de las autoridades civiles, religiosas, militares y culturales, pasando por la crítica de sus pares femeninas y de sus compañeros varones.
No fue fácil para ellas ingresar a la universidad, pero llegaron para quedarse. Según Marcos Palacio, en 1935 hubo en Colombia solo cincuenta y cuatro mujeres matriculadas en la universidad, pero veinte años más tarde la cifra había ascendido a cuatro mil”.
Moreno, Magda
El embrujo del micrófono; Las hijas de Gracia / Magda Moreno. -- Medellín: Editorial EAFIT, 2017.
316 p.; 21 cm. -- (Colección Rescates)
ISBN 978-958-720-346-2
1. Novela colombiana. I. Tít. II. Serie
C863 cd 21 ed.
M843
Universidad EAFIT- Biblioteca Luis Echavarría Villegas
EL EMBRUJO DEL MICRÓFONO
Primera edición por Tipografía Bedout, 1948
LAS HIJAS DE GRACIA
Primera edición por Editorial Bedout, 1951
COLECCIÓN RESCATES
Primera edición en la colección Rescates
© H EREDEROS MAGDA MORENO
© EDITORIAL EAFIT
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EDITORA : Carmiña Cadavid Cano
DISEÑO DE COLECCIÓN : Alina Giraldo Y.
ILUSTRACIONES : Alejandro García Restrepo
ISBN : 978-958-720-346-2
ISBN EPUB : 978-958-720-345-5
DISEÑO DE EPUB: Hipertexto - Netizen Digital Solutions
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En la década de los cuarenta, durante la cual comienza a publicar Magdalena Moreno Ceballos (1900-1964), autora de las novelas breves El embrujo del micrófono (1948) y Las hijas de Gracia (1951), y del ensayo Dos novelistas y un pueblo (1960), varios y excelentes escritores antioqueños publicaban trabajos que dejaron una imagen de nuestra región, de la ciudad y las provincias antioqueñas, desde su muy particular punto de vista. Hubo también mujeres que escribieron con juicio y dedicación por esas calendas: Sofía Ospina de Navarro, María Eastman, Enriqueta Angulo, Fita Uribe, Isabel Carrasquilla y María Cano entre otras. Su trabajo, que se ha estudiado durante los últimos años, demuestra que aunque se ocuparon del mismo terruño y la misma gente, su mirada le aporta un cariz especial y muy particular a la imagen de la primera mitad del siglo XX .
Casi todos los escritores varones dieron cuenta en sus textos del mundo de afuera, de las luchas del hombre con la tierra, del hombre con el hombre, de los amores de los hombres, los trabajos de los hombres… Aunque algunas escritoras de la época escribieron sobre la guerra o la política (asuntos masculinos por entonces), como Ana María Martínez de Nisser, quien en su Diario describió los sucesos de la revolución en la provincia de Antioquia (1843), los temas de las demás escritoras respondían, en su gran mayoría, a los feudos que la sociedad les asignaba: el mundo de adentro de la casa, las intimidades de las cocinas y también de las almas, los problemas amorosos, la literatura infantil, la vida común de la gente común.
Magda Moreno entraba en su madurez cuando salió a la luz El embrujo del micrófono, en 1948. Se sabe que publicó artículos y crónicas desde antes en la revista Letras y encajes (1926-1959). Por aquel entonces corrían tiempos tramposos para las mujeres: en los países que combatieron en la Segunda Guerra Mundial, ellas, que pudieron con capacidad y eficiencia ocupar los puestos que los hombres debieron dejar en la industria y en el comercio, fueron devueltas a sus casas tras el espejismo y la promesa de una vida de hogar feliz; el viejo demonio del “ángel del hogar”, como en la época victoriana, volvía a recluir y a aniquilar los sueños de independencia y autorrealización de las mujeres, vestido ahora de delantal floreado, uñas largas y perfectas, electrodomésticos flamantes y una sonrisa feliz de dientes blancos.
La vieja consigna de la mujer en la casa se aferraba con verdadero ahínco en la Medellín de entonces; las que trabajaban fuera del hogar lo hacían por necesidad y las que estudiaban algo más que la secundaria eran percibidas como unas “bachilleras” que ponían de cabeza esta “Tacita de plata” tan brillada por ellas; ponían, de paso, en peligro la unión familiar, el alma del marido y la estabilidad de la sociedad. No era menuda carga.
Pese a esto, el grupo de muchachas que se había “arrimado” al maestro Tomás Carrasquilla en la década de los treinta, logró publicar obras de valor, como la de Sofía Ospina de Navarro, el ejemplo más notable entre ellas. Cercano a las mujeres, el maestro alentó al grupo de muchachas escritoras que empezaba a publicar en la revista Cyrano , en Letras y encajes, en otros periódicos y revistas de la época, como bien lo descubrió Paloma Pérez Sastre en su Antología de escritoras antioqueñas , 1919-1951 , publicada en el año 2000.
En su libro Kafka, por una literatura menor , Guilles Deleuze y Félix Guattari desarrollan el concepto de “literatura menor” para hablar de las obras escritas por una minoría en una lengua mayor (los judíos checos en alemán, por ejemplo); una minoría que escribe en una lengua “ajena”, lo que la hace una literatura marginal. Podría decirse que la poca oportunidad de escribir y publicar que tuvieron las mujeres, la sanción social que era para ellas mucho más restrictiva que para los hombres, debió ofrecerles una mayor dificultad a la hora de escribir, de expresar, como si en verdad estuvieran escribiendo en una lengua ajena o (lo que es un descubrimiento que haríamos luego) inventando un lenguaje cifrado, en clave. En ese sentido, es una escritura revolucionaria, es una escritura colectiva, es la escritura de “las mujeres” leídas como colectivo.
Sin embargo, en muchas oportunidades el término literatura menor se ha referido a obras que no tienen la envergadura canónica para ser tenidas en cuenta, que son “obritas”, sin muchas pretensiones o alcances. Obras como la de Magda Moreno y las de las otras escritoras de los primeros cincuenta años del siglo XX en Antioquia, han sido catalogadas por la crítica oficial de esta manera.