30. La alianza en el marco del Movimiento
L a alianza de amor concreta del 18 de octubre de 1914 descansa sobre la ley fundamental del mundo. De ahí su validez general en el marco de la historia universal de salvación. Es simultáneamente una irrupción dinámica de vida, y por eso tiene una tendencia inmanente a proyectarse en estructuras y formas concretas.
El presente texto de 1928 es un temprano testimonio de este proceso. El Movimiento se había generado a partir de la alianza con la Santísima Virgen y difundido después de la Primera Guerra Mundial. Había llegado entonces la hora de organizarse. La primera “constitución” fue el Estatuto de la Federación de Hörde, de agosto de 1919. Un año más tarde la Liga redacta también su propio Estatuto. Sobre esta base jurídica trabajó el P. Kentenich en los años veinte, procurando que el Movimiento creciera en amplitud y profundidad, hasta que en 1926 las Hermanas de María se constituyen en primer Instituto. Estructura y forma de éstas pasaron a ser modelo para los demás institutos. Característico del año 1928 es que en el texto que seguirá no aparezca aún en absoluto el Instituto como elemento estructural del Movimiento.
En ese proceso de formación del Movimiento, que se va ramificando en Liga, Federación e Instituto, la alianza desempeña un papel especial y ocupa un lugar destacado en el pensamiento del P. Kentenich. No sólo en relación con la Federación de sacerdotes, a quienes se refiere sobre todo este texto, sino con todas las federaciones de la Obra de Schoenstatt. Para el P. Kentenich la alianza es la forma de vida clásica del schoen-stattiano: santidad, perfección de estado sin vínculos obligatorios, fundada plenamente en la generosidad. Sin embargo el P. Kentenich es suficientemente realista como para reconocer que esa forma de vida a la larga sólo puede existir complementada con otra forma previa –la Liga– y con comunidades que tengan seguros jurídicos mayores, los Institutos.
De ahí que en el presente texto merezca especial atención, por una parte, cómo el P. Kentenich advierte que el espíritu ha de expresarse en la forma y, por otra, cómo procura diligentemente que la forma no sofoque el espíritu. En esta tensión se enmarca la presentación de la alianza y de su desarrollo en el texto; una herencia para todas las generaciones venideras.
El texto ha sido publicado en: Allgemeine Prinzipienlehre der Apostolischen Bewegung von Schönstatt (Principios generales del Movimiento Apostólico de Schoenstatt) , al cuidado de Herta Schlosser, Vallendar-Schönstatt, 1999, 42 – 60.
La estructura de la alianza
A. Articulación del Movimiento según grado de la causa formal
Pasemos ahora a la causa formalis Como tal mencioné, basándome en la historia, el espíritu comunitario mariano y apostólico. Teniendo en cuenta el mayor o menor grado en que se presente la causa formalis , se puede pensar en diversas formas de organización.
1. Colaboradores de la liga
Entre nosotros, a los colaboradores de la liga se les exige el grado más mitigado del espíritu mariano y apostólico. Desde nuestro punto de vista, en ellos ponemos el grado más bajo de la causa formal del espíritu comunitario mariano y apostólico. Se exige el espíritu comunitario a los colaboradores de la liga sólo en la medida en que se lo exige a todo católico que haya asumido su catolicismo. En efecto, toda persona católica ha de tener también algo de espíritu comunitario y apostólico, cultivando en tal y cual oportunidad la vinculación a la Santísima Virgen. Este es pues el grado más bajo.
2. Miembros de la liga
Un segundo grado: Damos por supuesto que las personas que pertenecen a este nivel del Movimiento poseen un espíritu apostólico y mariano más fuerte. Observaremos que en ellos el espíritu apostólico está desarrollado al punto de motivarlos a trabajar apostólicamente en sus grupos de profesionales. Por eso esperamos de ellos una mayor conciencia de comunidad, porque de lo contrario no se hubieran decidido a esta actividad apostólica más intensa y permanente. Cuanto más haya aumentado en ellos la conciencia católica, tanto más fuertemente se consolidará, junto con dicha conciencia, también la conciencia mariana. Aquí estamos ante personas en las cuales la causa formal se ha configurado en un grado superior.
3. Miembros de la Federación Apostólica
En el tercer nivel tenemos personas en quienes la causa formal está configurada de manera muy especial: en ellas existe un neto espíritu comunitario, un neto espíritu apostólico y un profundo espíritu mariano.
B. La Federación Apostólica
Para nosotros la Federación Apostólica reviste particular encanto y valor. ¿Qué sentido tiene la Federación para nosotros en cuanto sacerdotes? Hoy por la mañana hablamos muy detalladamente sobre el apostolado de los laicos y sobre el movimiento del apostolado de los laicos. Nosotros, los sacerdotes de Federación, ¿a qué aspiramos? Pío XI define la Acción Católica como participación en el apostolado jerárquico. El pueblo católico debe participar del apostolado de la Iglesia. En el centro de todo el apostolado ha de estar siempre el sacerdote. La cuestión del apostolado de los laicos no es tanto una cuestión organizativa cuanto pastoral. Por eso quien quiera organizar el apostolado de los laicos tiene que disponer primero del clero necesario.
Dando un paso más les digo que todas las corrientes de la Iglesia que quieran perdurar, han de descansar sobre las espaldas del clero diocesano. Precisamente por el lugar que ocupa el clero diocesano en el orden jerárquico. Así pueden comprobarlo en Holanda, donde el Movimiento de ejercicios espirituales y el Movimiento litúrgico progresan mejor que en nuestro país, justamente porque allí descansan sobre el clero. Por eso, ¡primero ganar al clero!
Así pues nosotros no sólo tenemos derecho de existir dentro del Movimiento Apostólico sino que somos los portadores de él. En el Movimiento se ha apostado todo a una sola carta: el clero diocesano. Si éste falla, se acabó todo. Esto constituye una nueva motivación para nosotros, los que nos hemos ido arraigando en el Movimiento desde sus fundamentos. Una motivación a comprender muy profundamente nuestra tarea dentro del Movimiento. ¿A qué aspira nuestra Federación apostólica de sacerdotes? Les doy dos definiciones que iluminan nuestra misión desde diferentes ángulos.
1. Espíritu comunitario
No se trata de que nosotros seamos sacerdotes de primera clase, y todos los demás sacerdotes serían entonces de segunda clase. Porque tenemos una meta que no está por encima de la de los demás sacerdotes: Aspirar a la perfección de estado. Todo sacerdote ciertamente debe aspirar igualmente a la perfección de estado.
¿Para qué nos reunimos en comunidad? Cuando se nos pregunte lo que nosotros, los sacerdotes, queremos en la Federación, digamos: “Lo que cualquier sacerdote quiere para sí, eso mismo queremos alcanzarlo en comunidad; en una comunidad lo más estrecha e íntima posible”. Vale decir que no tenemos ningún objetivo que esté por encima del de los demás sacerdotes diocesanos. ¿Acaso todo sacerdote no debe aspirar a la perfección de estado y al apostolado universal? ¡Sin duda! ¿Acaso todo sacerdote no debe tener espíritu mariano? ¡Sin duda!
Pero no todos son aptos para la comunidad (he aquí el punto). Quizás haya un sacerdote muy santo, muy eficiente y exitoso en su pastoral; pero no es apto para nosotros, por carecer del grado de espíritu comunitario que nosotros exigimos.
2. Comunidad de jefes
Una segunda definición, que reviste validez general y coloca la Federación en el marco de las corrientes modernas, destacando con mayor fuerza su originalidad. No sólo vale para nosotros, los sacerdotes, sino para todos los que quieran pertenecer a la Federación. Defino la misión de la Federación de la siguiente manera:
Tarea de la Federación es preparar una comunidad de jefes que estén en medio del mundo. Una comunidad de rasgos nuevos, dispuesta a la acción, con un decidido espíritu de orden religiosa y fuerte tinte mariano. Una comunidad que en estrecha conexión con la Iglesia y con Schoenstatt se consuma al servicio de la renovación moral y religiosa del mundo en Cristo.