Notas
El padre Kentenich se basó en esta oración del cardenal belga D. Mercier (1851-1926),que fue profesor de filosofía en Lovaina desde 1906, y arzobispo de Mecheln desde 1907.
Olegario González de Cardedal, Raíz de la esperanza, Salamanca, 1995, p. 33.
José Kentenich, 1961
Ibid, 1963
Ibid, 1927
Bruno Forte, Siguiéndote a ti, luz de la vida, Salamanca 2004, p.125
Olegario González de Cardedal, Dios, Salamanca 2004, p.277
Amadeo Cencini, La formación permanente, Madrid 2002, p.119-120
Oración compuesta en latín por el Papa Inocencio III hacia 1216, traducida al castellano por el jesuita José Luis Blanco Vega.
Olegario González de Cardedal, Dios , op. cit., p.311
J.Ratzinger, El espíritu de la liturgia, Madrid 2001, p.212-213
Ibidem, 216
Bruno Forte, op. cit., p.160.
José Kentenich, 1937
Bruno Forte, op. cit., p. 153.
José Kentenich, 1963
José Kentenich, Hacia el Padre, Santiago 1976,p.21
Ibidem, 27
Ibidem, 70
Juan Pablo II, Orientale Lumen,
José Kentenich, 1961
Bruno Forte, Siguiéndote a ti, luz de la vida, op.cit., p.24
Amedeo Cencini, Por amor, con amor, en el amor, Salamanca 2004, p.242.
José Kentenich, 1951
Olegario González de Cardedal, Raíz de la esperanza, op.cit., p.455.
O.González de Cardedal, Cuatro poetas desde la otra ladera, p.543
Olegario González de Cardedal, La entraña del Cristianismo, Salamanca 1997,p. 547
José Kentenich, 1952.
Juan Pablo II, Orientale Lumen, 16
José Kentenich, 1963.
José Kentenich, 1952
José Kentenich, 1964
José Kentenich, 1963
Cf. Julián Marías, Mapa del mundo personal, Madrid 1994, p.85
Bruno Forte, Siguiéndote a ti, luz de la vida, op. cit., p.144-145
Juan Pablo II, Laudes con el Papa, Madrid 2003,p.76
Olegario González de Cardedal, Raíz de la esperanza, op. cit., p.31
Julián Marías, La perspectiva cristiana, Madrid 2000, p.84
Olegario González de Cardedal, Raíz de la esperanza, op.cit., p.119
Jean Guitton, Mi testamento filosófico, Madrid 1998, p.157-159
Bruno Forte, Siguiéndote a ti, luz de la vida, op. cit., p.154
Olegario González de Cardedal, Raíz de la esperanza, op. cit., p.393
J.Loew, Dio incontro all uomo, Bolonia 1984, p. 9.
José Kentenich, 1954.
San Agustín, In Epistolam Joannis ad Parthos: PL XXXV, IV,
Olegario González de Cardedal, La entraña del cristianismo, op.cit. , p. 47 - 48
Henri J.M. Nouwen, El regreso del hijo pródigo, Madrid 1999, p.135-136
José Kentenich, 1928
P. Patricio Moore Infante
© Editorial Nueva Patris S.A.
Diseño y diagramación: Margarita Navarrete M.
Quieres saber si tú has recibido el Espíritu Santo, entonces pregunta a tu corazón si está en él el amor a los hermanos, ya que el amor no puede existir sin el Espíritu de Dios.”
San Agustín
Espíritu Santo,
eres el alma de mi alma.
Te adoro humildemente.
Ilumíname, fortifícame,
guíame, consuélame.
Y en cuanto corresponde al plan
del eterno Padre Dios
revélame tus deseos.
Dame a conocer
lo que el Amor eterno desea de mí.
Dame a conocer lo que debo realizar.
Dame a conocer lo que debo sufrir.
Dame a conocer lo que silencioso,
con modestia y en oración
debo aceptar, cargar y soportar.
Sí, Espíritu Santo,
dame a conocer tu voluntad
y la voluntad del Padre.
Pues toda mi vida
no quiere ser otra cosa,
que un continuado y perpetuo Sí
a los deseos y al querer
del eterno Padre Dios. Amén.
Oh, Espíritu Santo,
tú, el alma de mi alma, te adoro.
Ilumíname,
guíame, fortifícame.
Dame a conocer lo que debo saber,
dame a conocer lo que debo realizar,
dame a conocer tus mandamientos.
Yo te prometo
entregarme totalmente a tus mandatos
y aceptar lo que para mí
tengas planificado.
Dame a conocer sólo tu voluntad.
Desiré Mercier
Presentación
El Espíritu Santo y la oración
¿ C ómo rezar en pleno siglo XXI? ¿Cómo rezar en ciudades habitadas por millones de personas sin silencio ni tiempo para Dios? ¿Cómo rezar en una época tan difícil de comprender? ¿Dónde está Dios en los atentados terroristas, en las catástrofes naturales, en los que mueren de hambre y en las guerras sin sentido? Precisamente rezando se puede comenzar a vislumbrar ciertas respuestas a preguntas tan esenciales. Necesitamos recuperar nuestra capacidad de meditar y hablar con Dios, para dar respuestas profundas y sólidas a las grandes interrogantes de nuestro tiempo. Sin la oración verdadera jamás tendremos buenas soluciones a los desafíos actuales.
La oración es la fuente de la fe viva, sin ella no hay relación de amor con el Espíritu Santo. Una fe sin conversación con Dios se convierte en monotonía, obligación, ritualismo vacío. El Espíritu Santo es el manantial de esa fuente que riega el jardín de nuestra alma donde Jesús se pasea y recrea.
Cuando los apóstoles se acercan a Jesús para pedirle que les enseñe a orar, el Señor los sorprendió con una respuesta deslumbrante: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, hágase tu voluntad en el cielo y en la tierra…” (Mt 6,9-10) . De esta manera el mismo Jesús nos coloca ante lo que para él es lo fundamental: Que Dios es Padre y que nuestra tarea permanente consiste en descubrir, vivir y seguir su voluntad. El tema de fondo de esta oración, rezada por primera vez por el padre José Kentenich en Pentecostés de 1965, consiste en pedir que el Espíritu Santo nos regale el don de descubrir y realizar la voluntad del Padre.
En un mundo complejo y difícil de comprender, donde es muy fácil perder el rumbo, donde todo es posible, donde abundan los medios y son escasos los fines, donde hay muchas preguntas sin respuestas, discernir la voluntad de Dios se ha transformado en una tarea de gigantes. ¿Cómo descubrir el paso de Dios por nuestras vidas en los tiempos que vivimos? ¿Cómo elegir el camino correcto ante mil bifurcaciones posibles? Ante estas preguntas esenciales rezamos al Espíritu Santo para que nos ayude en esta gran empresa que dura toda la vida.