P. Francisco García-Huidobro B.
© EDITORIAL NUEVA PATRIS S.A.
Portada: Imagen de san Vicente realizada en terracota por el P. Ángel Vicente Cerró.
P. Francisco García-Huidrobro B.
anhelo de todos los hombres.
de acogida y cobijo.
plenitud y felicidad.
Presentación
El P. Francisco García-Huidobro, que fue seminarista y sacerdote palotino en sus primeros años de vida sacerdotal, nos regala este libro sobre San Vicente Pallotti.
Editorial Nueva Patris, de la comunidad de los Padres de Schoenstatt, la comunidad sacerdotal a la que pertenece el P. Pancho García-H. desde 1965, agradece este valioso aporte sobre quien inspiró al P. Kentenich, fundador de Schoenstatt, en muchas cosas que él asumió del santo romano, entre ellas, una parte importante de la misión de Schoenstatt, a saber, la confederación apostólica universal, así como también frases que inspiran y recuerdan la Alianza de Amor y el carácter instrumental de quienes se consagran a María; Mater habebit curam (la Virgen cuidará), etc. El lema que motiva la Campaña de la Virgen Peregrina, impulsada por el siervo de Dios, Joao Luis Pozzobon, también está tomado de Pallotti: ‘Ella es la gran Misionera; Ella obrará milagros’.
San Vicente Pallotti es para todo schoenstatiano un referente ineludible (‘cuarto punto de contacto’). Normalmente encontramos una imagen suya en los santuarios de Schoenstatt.
Este original escrito sobre la persona y misión de San Vicente Pallotti, complementa un libro anterior que nuestra casa editorial editó el 2006: El padre José Kentenich y San Vicente Pallotti.
A casi 50 años de la canonización de este insigne sacerdote, doctor en teología y filosofía, pionero del apostolado de los laicos, nos congratulamos de asumir y proyectar su legado, para la infinita gloria de Dios.
P. José Luis Correa Lira
Director Editorial Nueva Patris
I.
ELEGIDO PARA UNA MISIÓN SECULAR
La Providencia Divina suscito a un humilde hijo de Dios, para convocar a una renovación de la vida de la Iglesia y hacerlo profeta de un nuevo estilo. Así condujo al sencillo sacerdote diocesano Vicente Pallotti, a ser el precursor de la Acción Católica; el Dios de la Vida dispone la conducción de la Iglesia por impulsos que tienen como ejecutores a hombres y mujeres que auscultan el tiempo escuchando la voz de Dios. En las encrucijadas de la historia, Dios suscita personalidades que muestran nuevos rumbos y encarnan el mensaje.
Son los santos los que hacen historia. Estos que reciben el encargo, se dejan plasmar por el Dios Alfarero y dejan huellas para las generaciones que les seguirán. Ellos se han encontrado con el Dios que habla a su pueblo y han sido su intérprete. Sus corazones son una braza que tomó el fuego y lo trasmiten con ojos iluminados indicando el ideal.
La historia de los santos va dejando huellas muy sentidas en la gente que se inspira en sus vidas marcadas por una gran inquietud por Dios. El sentido de la vida se relaciona con la búsqueda del Altísimo. Algunos, parecen extender los brazos en un cuarto oscuro tratando de asir cosas que den pistas, otros llevan los ojos iluminados y el corazón como una braza que no permite detenerse cuando la tensión es bien genuina y el corazón esta lleno de fuego. Se trata de esos grandes personajes que surgen en cada época. Estos, que con su vida estremecida, abren un camino que empezará a ser transitado por peregrinos con ansia de felicidad y de infinito.
Las grandes figuras históricas se van construyendo a partir de un gran amor que plasma su personalidad y que va escudriñando un ideal. Fue la característica del insigne navegante Cristóbal Colon, quien movido por un anhelo de conquistar lejanos horizontes encontró tierras nuevas, en las que se sembró el Evangelio. Otros se han entusiasmado con la maravillosa creación y han mirado hacia las estrellas para descubrir el derrotero de los astros en millones de años luz. Si han buscado con sabiduría podrán afirmar, con asombro, que el hábitat de los humanos parece único y privilegiado. Es una forma de adorar al Creador.
Las personalidades históricas más grandes no son aquellas que descubrieron leyes de la naturaleza, como las ondas de la televisión, ni los que dominaron países por la fuerza de los instrumentos bélicos. Los más grandes se volvieron a sus contemporáneos con soluciones nuevas para el progreso personal. Confucio en China, Sócrates en Grecia, ayudaron a vivir mejor. Pero quien verdaderamente es el más grande es Jesucristo, quien educó para la felicidad y ofreció un camino de esperanza que va creando alegría en el corazón.
Desde la Anunciación, en la pequeña aldea de Nazaret de Galilea, cada época ha tenido emisarios que han ayudado, en los escenarios de las distintas culturas, a encontrar la clave para seguir creciendo. Han sido varones y mujeres que han conocido bien la textura de cada pueblo, han elaborado el entramado de tensiones y han mostrado una luz nueva hecha de ejemplaridad y personalización.
La simplicidad y la alegría fueron el viento Franciscano que renovó la Edad Media, complicada en requerimientos aristocráticos y feudales. Humanismo y autenticidad llenan la vida cristiana, después que Teresa de Avila, sorprende con su grandeza de mujer realista y conocedora de los repliegues del alma.
Para el siglo XXI se requiere un hombre que haga de la globalización su fascinación evangélica y que transforme los espacios siderales en anhelos del Dios, que puede llenar la nostalgia de infinito de nuestro tiempo. Un hombre que identifique la guerra de las galaxias, en el interior de los espíritus humanos, que luchan por encender o por apagar el fuego que Cristo ha traído al mundo. Este elegido que ahora se presenta se llama VICENTE PALLOTT I. Vivió hace más de un siglo y medio y tiene hoy la actualidad del que conoce las fibra de que estamos hechos, pero sobretodo es experto en el Amor incondicional que ofrece “el Dios rico en misericordia”.
Nació para crear el cauce en el que aparecería Schoen-statt. Así lo destinó la Providencia, que en comunidad y mentor de su espíritu sembró vida nueva. El era un fundador muy desconocido, cuando un signo providencial llevó al P. Kentenich a iluminar su figura y destacarlo, tal vez mejor que nadie. El lo ha ubicado en un sitial de honor, pues reconoce la grandeza de su misión para este tiempo, confundido pero rico en grandes anhelos, nuestro santo trae una llamada para enriquecer la Iglesia y llevarla a ser luz del mundo. El puede ofrecer un cauce que, con nuevas fuerzas vitales, vigorice y entrelace los esfuerzos apostólicos con eficacia surgida del corazón de Dios.