La Santa María fue la única nao y la más grande de las tres embarcaciones empleadas por Cristóbal Colón en su primer viaje al Nuevo Mundo en 1492. Fue uno de los tres primeros barcos del mundo en atravesar el océano atlántico y en verificar parcialmente la redondez de la tierra. Los otros barcos de la expedición eran dos carabelas: La Niña y La Pinta.
La nao Santa María es un tratado encargada por el Ministerio de Marina de España en 1892 para conmemorar el IV descubrimiento del continente americano. Contando con los estudios del historiador y capitán de navío, D. Cesáreo Fernández Duro, y basándose en los planos de la obra de Rafael Monleón, Arquitectura naval, se eligió la nao Santa María para que protagonizara esta fiesta naval, celebrada en La Rábida en julio de 1892.
Cesáreo Fernández Duro dirigió los estudios arqueológicos que le permitieron la reconstrucción de la histórica nave. En este tratado encontramos descritos a la perfección la complejidad del proyecto; los instrumentos de navegación, el modo de vida de la tripulación, las características de la nave y otras cuestiones de interés.
AA. VV.
La Nao Santa María. Memoria de la Comisión Arqueológica Ejecutiva, 1892
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Titivillus 12.10.17
Título original: La Nao Santa [capitana de Cristóbal Colón, en el descubrimiento de las Indias Occidentales, reconstituida por iniciativa del Ministerio de Marina]. Memoria de la Comisión Arqueológica Ejecutiva, 1892. [Y estudios auxiliares para la reconstitución de la Nao.]
AA. VV., 1892
Autores: Comisión Arqueológica Ejecutiva, Cesáreo Fernández Duro & Rafael Monleón y Torres
Ilustraciones: Rafael Monleón y Torres
Editor digital: Titivillus
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INSTRUMENTOS DE QUE SE SIRVIÓ COLÓN EN SUS VIAJES
DE QUE SE SIRVIÓ COLÓN EN SUS VIAJES
E l aparato que se emplea para estimar la velocidad de las naves, llamado por los marineros españoles Corredera, no se generalizó hasta los fines del siglo XVII, aunque antes se hubieran ensayado diversos mecanismos. D. Amonio de Gaztañeta escribía todavía: «No puedo dejar de decir con qué pocos fundamentos se discurre entre algunos navegantes el conocimiento de lo que una nao navega de distancia, pues algunos, haciéndose astrólogos judiciarios, solamente se atienen a su conjetura, sin más fundamento que sólo mirar a la espuma que deja la nao con su movimiento… Otros hay que la distancia ajustan solamente con echar un pedazo de palo o astilla por la proa de la nao, algo distante, y luego, así que empareje la astilla con él, camina para popa según la astilla; hecho esto hace la consideración: “si yo caminara en tierra según aquí, lo que podía caminar en una hora sería…”; y con este discurso ajusta el camino que hace en la navegación. Otros hay que hacen unas señales en el costado, de medidas determinadas, y luego echan un palo por la proa, y emparejando a la primera señal empiezan a contar, y según fueron contando y a qué señal llegan, hacen la conjetura de lo que camina una nao».
El conocimiento de las propiedades de la embarcación y el juicio de los hombres experimentados sobre la fuerza de los vientos y demás accidentes, era en efecto de lo que se servían para calcular la marcha y a lo que hubo de acudir Cristóbal Colón al atreverse a penetrar en el Atlántico, perdiendo de vista por la popa las costas de las islas Canarias.
Desde un principio lo indica con claridad su diario, apuntando a 8 de Agosto de 1492 «que hubo entre los pilotos de las tres carabelas opiniones diversas donde estaban, y la suya salió más verdadera», y repite en los sucesivos haberse propuesto llevar dos cuentas, poniendo en una menos leguas de las que andaba «por si el viaje fuese luengo, no se espantara ni desmayara la gente».
Mucho confiaba en su criterio y en su autoridad para imponerlo a los pilotos, pues lo mismo que él podían apreciar la velocidad de las carabelas por rutina, y mejor debían de conocer las propiedades de barcos de su pertenencia en que antes habrían navegado. El propósito de contar menos leguas era contrario a la regla que observaban los españoles, calculando más largo el camino a fin de no aventurar el encuentro de la tierra, sobre todo de noche. Acaso por lo mismo lo adoptó, teniendo presente cuanto pudiera influir en la imaginación el exceso, al hacer camino por un paralelo sin que la diferencia de latitud lo afectara.
«De Leste Oeste (enseñaban las disciplinas) no se da altura ninguna porque el polo (yendo contino por este via) ni se alza ni se abaja mas en una parte que en otra; e asi el que Leste Oeste navegare, la cuenta de su camino es a su arbitrio, considerando lo que el navío puede andar según el tiempo y navío y la carga fueren».
Ello es que a 1.º de Septiembre escribía D. Cristóbal: «Aquí descubrieron sus puntos los pilotos; el de la Niña se hallaba de las Canarias 440 leguas; el de la Pinta 420; el de la Santa María 400 justas», y en 1.º de Octubre volvía a decir: «el piloto de la Santa María tenía hoy en amaneciendo que habían andado desde la isla de Hierro hasta aquí 578 leguas; la cuenta menor que el Almirante mostraba a la gente eran 584, pero la verdadera que juzgaba y guardaba era 707».
La última cuenta era de tal modo aproximada a la verdad, que avistada la isla Guanahaní al cabo de treinta y tres días de viaje y de un trayecto de más de mi leguas; trazando la derrota en carta de las modernas, resulta error no ya pequeño, considerado el tiempo y los elementos de que las carabelas disponían, sino sorprendente hoy mismo con todos los adelantos conseguidos.
En el viaje de vuelta lo tuvo mayor, así por los rumbos al Nordeste, que requerían apreciación de apartamiento del meridiano, como por los temporales que dificultaban la estima de la marcha. El 10 de Febrero de 1493 dice el Diario:
«En la carabela carteaban o echaban punto Vicente Yáñez y los pilotos Sancho Ruiz y Pero Alonso Niño y Roldán, y todos ellos pasaban mucho adelante de las islas Azores, al Este, por sus cartas, y navegando al Norte ninguno tomaba la isla de Santa María, ques la postrera de todas las de los Azores, antes serían delante cinco leguas e fueran en la comarca de la isla de la Madera o de Porto Santo. Pero el Almirante se hallaba muy desviado de su camino, hallándose mucho más atrás quellos, porque esta noche le quedaba la isla de Flores al Norte y al Este iba en demanda a Nafe, en África y pasaba a barlovento de las isla de la Madera de la parte del Norte. Así quellos estaban más cerca de Castilla quel Almirante con 150 leguas. Dice que mediante la gracia de Dios desque vean tierra se sabrá quien estaba más cierto».