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Juan Manuel Zapatero - La Rabia

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Juan Manuel Zapatero La Rabia

La Rabia: resumen, descripción y anotación

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En este pequeño tratado de divulgación sobre la rabia, Juan Manuel Zapatero aúna sus conocimientos científicos y su facilidad comunicadora para proporcionar al público general un compendio sobre los diagnósticos de la enfermedad y sus tratamientos, así como sobre los tipos de inmunizaciones disponibles, las estadísticas más recientes y la normativa legal, correspondientes al momento de su publicación. El libro está escrito en 1915, y con él el autor quiere dotar al público lector de herramientas para que pueda protegerse de la terrible enfermedad de la rabia de un modo racional y no sobre la base de prejuicios y miedos. Considera el autor un deber de humanidad tratar de acorralar a la horripilante hidrofobia. Aunque su primera preocupación son las personas, las páginas del librito destilan también amor por los animales, y una gran compasión por aquellos contagiados de rabia, a los que se refiere en sus descripciones como los enfermos.

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LA RABIA

GENERALIDADES E s antigua su historia tan antigua que se pierde en las - photo 1

GENERALIDADES

E s antigua su historia; tan antigua que se pierde en las nebulosidades de los tiempos de Aristóteles.

De entonces, hasta ahora, se la considera como afección morbosa que se comunica al hombre por la mordedura de animales rabiosos, y que en él hace estallar, después de incubarlos, extraordinarios síntomas nerviosos, preludios de una fiera muerte.

Remlinger, el docto director del Instituto Pasteur, de Constantinopla, la define: «Enfermedad infecciosa, específica, común al hombre y a los animales».

CAUSAS DE LA RABIA

P ara el vulgo son muchas, para la ciencia es una tan solo.

La mala alimentación de los perros, sus descuidos higiénicos, ¡hasta la lactancia en las perras y demás hembras de animales han sido tomadas como causa determinante!

La ciencia ve únicamente la acción bactérica.

Sus puntos de apoyo son robustos, aunque hasta la fecha no haya dado ciertísimamente con el agente productor.

Babés creyó encontrarlo en el bulbo raquídeo bajo la forma de unos extraños nódulos; Gehuchten supúsolos en una lesión rara de las células de los ganglios espinales; Xegrí, en 1903, dio un paso más avanzado describiendo sus corpúsculos típicos en el tejido nervioso del asta de Ammon, de animales muertos de rabia.

Noguchi, Hideyo Noguchi, el japonés bacteriólogo del Instituto «Rockefeller», ha sido el último y más notorio adivino del productor rábico.

Trabajando con trozos de cerebro y médula rabiosos, en los mismos trozos infectos, ha logrado descubrir unos corpúsculos de dos clases: «granulares minúsculos, y pleomórficos cromatoides», con los que ha producido la hidrofobia por transmisión.

CONTAGIO DE LA RABIA

N o se busque la rabia sin el contagio.

¡La rabia espontánea no existe!

En los animales, la puerta de entrada puede fácilmente pasar desapercibida: los pelos ocultan bien una herida, a veces intensa. Tal perro de lujo, tal animal asiduamente cuidado por su dueño, que según él no ha tenido contacto alguno con otro que pudiera tararlo, ha podido serlo por una rata, por un ratón, etc.

Ahí, en estos casos, narrados al azar, van los fundamentos de la creencia, difícil de desarraigar, en la rabia espontánea.

Tributarios de tal creencia son, igualmente, los que suponen que forzosamente ha de realizarse el contagio mediante una previa mordedura; caso que, si bien es el más frecuente, no excluye la posibilidad de un lamido impuro, de un arañazo infeccionado; arañazo que no llama la atención y encierra la muerte; lamido que barnizando los «padrastros» de los dedos, las erosiones apenas notorias, llévala de modo idéntico.

Hay sofista, más o menos intencioso, que suele interrogar al médico: Si la rabia no es espontánea ¿cómo apareció el primer caso?

No es este el lugar para discutir teorías pertinentes al hecho; bastará que respondamos por nuestra cuenta que esa pregunta se ha lanzado de continuo para todas las enfermedades infecciosas; que eso de alambicar causas primas es, al presente, utópico; que pretender en un segundo solucionar lo que a fuerza de siglos la ciencia descubre, pasa de ridículo.

Una incertidumbre se ha de solventar en el contagio. Es la referente a que este se haga por la vía digestiva.

Tal vía no lo es de transmisión. Salvo las reservas que imponga su valor nutritivo, la carne y la leche de animales confirmadamente rabiosos, podrán usarse sin temor a la rabia; mas no es conveniente usarlas.

ANIMALES FACTIBLES DE RABIAR

E s el perro el depositario por excelencia del virus rábico, mas no es el exclusivo.

Si por su intervención recibe el hombre la enfermedad el 93 por 100 de las veces, el gato dásela el 5 por 100, y otras especies zoológicas, regálanla el 1 por 100.

Curioso es, que solo los peces, reptiles y batracios se muestran refractarios al morbo.

Los pájaros son asequibles a la rabia experimental; el lobo, el zorro, el chacal, el caballo, el asno, el mulo, el buey, el carnero, el cerdo, la cabra, el tejón, la ardilla, el camello, el ciervo, la rata, el ratón y el hurón, lo son en grado sumo a la rabia clínica.

MORTALIDAD DE LA RABIA

N o todos los afectos de contagio contraen la rabia, sí es cierto que una vez esta declarada termina con la vida, del que la padece, si este es ser humano. Se estima en un 15 por 100 la cifra de los que, mordidos por un perro evidentemente rabioso y no cuidados, rabiaron a su vez; este tanto por ciento se eleva al 60 por 100 si el mordedor es un lobo, y al 90 por 100 si sobre ser un lobo el trasmisor, mordió en la cara.

Según Pasteur y Hogyes, los perros siguen en su contagio análoga proporción.

INCUBACIÓN DE LA RABIA

P ara que aparezca, en el sujeto contagiado precisa transcurra tiempo.

¿Cuánto?

Lejos está la incubación de la rabia de tener la fijeza de plazo que en otras enfermedades se observa.

De manera general puede afirmarse que el estallido viene cuando el virus, que ha ido cultivándose de capa en capa de los troncos nerviosos, llega a los centros.

Cuando la distancia del sitio de infección a ellos sea corta, la incubación lo será igualmente; y del propio modo habrá de ser más larga, si la distancia lo es.

Por eso las heridas de cara son más graves, y lo son menos las de los pies.

El número de mordeduras, su profundidad, sus dimensiones, la riqueza del lugar en ramas nerviosas (heridas de los dedos de la mano), aumentan la rapidez de la explosión.

Como cifras extremas, pueden darse de una parte quince días, y de otra, hasta dos o tres años.

Claro es que la inmensa mayoría de los sucedidos acaecen del trigésimo al sexagésimo día después de la mordedura.

MORDEDURAS Y HERIDAS RABIOSAS

H ay un falso juicio que sostiene tienen las lesiones algo raro que las diferencia de las demás.

No hay tal.

Ni son más dolorosas ni tardan más en cicatrizar ni, y esto es contundente, el más minucioso examen bacteriológico de la serosidad de la herida es capaz, de proporcionar el menor indicio.

¿DÓNDE ESTÁ EL VIRUS RÁBICO?

D os sitios lo guardan, sobre todo.

Las glándulas salivales del animal mordedor y su sistema nervioso.

Son susceptibles de tenerlo las mamas, el páncreas, las glándulas lagrimales, aunque no tiene esto importancia práctica.

Tal cual se encuentra el virus en la saliva o en los centros nerviosos, se le llama «virus de paso» (virus de rue), y cabe extenuarlo por el calor, luz, desecación, dilución y paso por el organismo de monos y pájaros que son poco afines.

Cabe, asimismo, exaltarlo, pasándolo por conejos, ratas, gatos, etc.

La saliva del atacado es virulenta cuatro o cinco días antes de aparecer la enfermedad.

FORMAS DE RABIA

D os formas se disputan la manifestación de los accidentes rábicos en el hombre y en los animales.

La forma furiosa y la forma paralítica.

Sin embargo, entre estos dos tipos fundamentales existen muchos y muy variados intermedios.

Tal variedad de maneras lleva a la dificultad del diagnóstico en más de una ocasión, sobre todo en la rabia canina, de aspecto clínico verdaderamente proteiforme.

EL CADÁVER DE LOS RÁBICOS

P erdería el tiempo quien guiándose por el resultado de una autopsia en un animal que sucumbió a la hidrofobia, pretendiera ratificarla.

Podría, haciendo el examen necrópsico, micrológico, descubrir los corpúsculos de que antes hablamos; pero no hallaría otros datos firmes.

En el hombre vería a lo más lesiones agónicas sin valor, y en los otros seres zoológicos dejaría de encontrar (60 por 100 de las veces) el dato que más bulle entre las gentes, la presencia de cuerpos extraños en el estómago; los que, aunque estuviesen, no son concluyentes, porque otros sucesos que en la vida de los animales pasan, los hacen estar.

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