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Richard Ford - Manual para viajeros por Andalucía y lectores en casa. Granada

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Richard Ford Manual para viajeros por Andalucía y lectores en casa. Granada
  • Libro:
    Manual para viajeros por Andalucía y lectores en casa. Granada
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    ePubLibre
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    1845
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Manual para viajeros por Andalucía y lectores en casa. Granada: resumen, descripción y anotación

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De Sevilla a Granada

Hay muchas formas de hacer este viaje. La primera, por vapor hasta Cádiz y Málaga y de allí en la diligencia. La segunda, a caballo por zonas silvestres hasta Osuna. La tercera, en diligencia hasta Córdoba y luego a caballo por las montañas, por Alcalá la Real. Hay, finalmente, una cuarta, y ésta es quizá la mejor para las damas, en coche hasta Andújar y luego directamente hasta Jaén, o en la diligencia de Madrid hasta Bailén, y de allí en la diligencia que baja hasta Granada.

De Sevilla a Granada por Córdoba

Váyase en la diligencia hasta Córdoba, luego se alquilarán caballos y se irá así por las montañas. Los caminos son malos, las posadas no mejores. Cuídese de ir bien provisto de comida. El paisaje es alpino y está lleno de pintorescos castillos y lugares famosos en las escaramuzas moro-hispánicas.

La serranía de Ronda

El amasijo de montañas de las que Ronda es el centro y capital yace a la izquierda de la cuenca del Guadalquivir, entre el mar y el reino de Granada. Los distritos tanto de Ronda como de Granada constituyen una sucesión alpina de colinas y valles: aunque sólo están separadas por unas pocas leguas de las llanuras de Sevilla y Málaga, la diferencia, tanto en el clima como en la geografía, es sumamente chocante; así, mientras que en la tierra caliente las cosechas de trigo se acaban hacia mediados de mayo, las de la Vega de Granada siguen verdes en pleno junio. Estas montañas constituyen la barrera que divide la zona central de la del sur, y son una especie de prolongación de la gran cadena de montañas llamada Sierra Morena.

Los caminos, como cabría esperar, son empinados y ásperos; muchos son prácticamente intransitables incluso para las mulas. En otros tiempos los españoles no quisieron nunca que su frontera sevillana fuera demasiado accesible a los moros, y ahora el miedo a facilitar una invasión francesa les impide mejorar las comunicaciones, incluso donde esto sería posible a pesar de la apatía española y de la naturaleza alpina del terreno. Las cabras y los contrabandistas siguen siendo los ingenieros de caminos de la Serranía, y, a pesar de que los Rondeños se parecen quizá a nuestros montañeros galeses por sus tendencias caprinas, también es cierto que parecen desenvolverse mejor. Las distancias las damos aproximadamente y en millas alpinas. Las posadas y alojamientos en general no son mejores que los caminos, y están hechos a la medida de las naturalezas férreas y la capacidad de digerir el aceite y el ajo de los contrabandistas y los ladrones, que, a semejanza de la gamuza, se encuentran en su elemento entre la comida indigesta y los precipicios. El viajero deberá ocuparse de la comida, o proband., como diría la gran autoridad en la materia que es nuestro capitán Dalgetty: el caballero que desee visitar estos hambrientos lugares debiera «avituallarse bien de víveres» para tres días por lo menos, ya que nunca se sabe cuándo y dónde dará con una comida tolerable.

Ronda y Granada son como arañas situadas en medio de una maraña de complicadas comunicaciones con otras ciudades. Sus sierras nevadas son reservas de agua para las Tierras calientes, y los frutos y la vegetación que se encuentran en las frescas colinas son dignos de Suiza; de esta forma, el botánico encontrará desde un despliegue de los líquenes más resistentes de los Alpes hasta la naranja y la caña de azúcar, que florecen en las zonas marítimas. El artista y el deportista se encontrarán en su elementos en estas regiones silvestres, que sólo pueden ser visitadas en mula o a caballo. Esta serranía deberá visitarse preferentemente en verano, porque en otras épocas el frío es demasiado penetrante, o las tremendas lluvias colman los torrentes, haciendo imposible el paso.

La fuerza natural del país ha ofrecido desde tiempo inmemorial lugares para la construcción de buenas «fortificaciones de colina», cuyo tipo es claramente oriental. La descripción de lo que estas construcciones de fenicios y cartagineses eran en tiempos de Julio César sigue siendo válida. «Oppidorum magna pars ejus provinciae montibus fere munita, et natura excellentibus locis est constituta, ut simul aditus ascensusque habeat difficiles; ita ab opugnationibus natura loci distinentur, ut civitates Hispaniae non facile ab hostibus capiantur» (Hirt., «B. H.», 8). Así vemos que Astapa y otros dieron ejemplo a Gerona y Zaragoza, y durante la guerra contra los franceses éstos se vieron constantemente acosados por los Guerrilleros de las montañas, que, buenos tiradores al amparo de las rocas, les ofrecían más plomo que oro. El enemigo era muy precavido, por lo tanto, cuando se trataba de atacar estas colmenas sin miel de los abejorros rondeños, que se lanzaban a una guerra subrepticia, la guerrilla o guerra pequeña, muy adecuada al carácter tanto del país como de sus habitantes. Los guerrilleros de Ronda rivalizaban con los de las provincias vascas, Navarra y Cataluña, pero las mismas causas producen por doquier los mismos efectos. Los duros y activos montañeses, criados en un país difícil y áspero, conocían a la perfección la manera de defender sus pasos de Roncesvalles, mientras que la cercanía de Gibraltar llenaba la región de contrabandistas, buena materia prima para el bandido, latro factioso y guerrillero.

Los contrabandistas de Ronda cuentan entre los mejores y más pintorescos de esta numerosa tribu española; su ilegal actividad constituye, en realidad, el único sistema verdadero, activo y bien organizado en toda la Península. El señor Macgregor, en su informe comercial sobre España, publicado en Londres en 1843, calcula que, en total, hay unas trescientas mil personas interesadas, directa e indirectamente, en esta actividad. Todo el mundo contrabandea de una forma o de otra, pero también es cierto que ésta es la única manera posible de corregir las anomalías y los errores de las aduanas y el Ministerio de Hacienda; en esta tierra mal gobernada las normas fiscales son tan ingeniosamente absurdas, complicadas e irritantes, que el comerciante honrado y amigo de la legalidad se ve tan incordiado en sus actividades como estimulado el que prefiere la ilegalidad; la imposición de derechos prohibitivos y excesivos sobre artículos que la gente necesita y, por lo tanto, ha de obtener de una forma o de otra, salta a la vista de la manera más desconcertante en todas las fronteras de España, particularmente en las de Cataluña, Andalucía y Portugal; en todas ellas el azote fiscal conduce a violaciones del orden, perjuicios al comerciante honrado y pérdidas para el tesoro; los enormes beneficios tientan a los campesinos, desviándolos de las ocupaciones legítimas y haciéndoles holgazanes, ladrones y feroces, cuando bajo un sistema más inteligente habrían seguido siendo virtuosos y diligentes; es la maldición de España y de los españoles, porque fomenta bandas de hombres armados, activos y audaces hasta la temeridad, que conocen bien el terreno y están siempre listos para cualquier violencia. Surgen de sus guaridas, como elementos que son de desorden, siempre que el horizonte político se oscurece, de la misma manera que el ave marina sale de su escondido hogar para anunciar la tempestad. El contrabando habitúa al español, ya de por sí bien dispuesto a ello, a romper las leyes y desafiar a la autoridad constituida, y aumenta su tendencia previa, natural y nacional, a menospreciar y no respetar la legalidad.

Un odio muy arraigado a las restricciones aduaneras, que duelen al estómago, es cosa natural en el corazón humano, tanto como el recelo a los impuestos sobre las prendas de vestir lo es en el alma femenina; por estrictas que sean las leyes, serán desobedecidas de una forma o de otra, y en España esta desobediencia no es considerada en absoluto un crimen digno de censura, sino, todo lo más, una falta convencional, no una tacha moral, un

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