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Richard Ford - Manual para viajeros por el País Vasco y Navarra y lectores en casa

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Richard Ford Manual para viajeros por el País Vasco y Navarra y lectores en casa
  • Libro:
    Manual para viajeros por el País Vasco y Navarra y lectores en casa
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
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    1845
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Manual para viajeros por el País Vasco y Navarra y lectores en casa: resumen, descripción y anotación

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Navarra

El mejor período para visitar Navarra es en los meses de verano, ya que allí las primaveras son lluviosas, y los inviernos fríos en las zonas montañosas. Las ciudades carecen de atractivos, pero el paisaje silvestre posee encantos para el deportista, el artista y el naturalista, mientras que para el soldado británico la zona fronteriza tiene el atractivo de ofrecer los sitios de algunas de las más reñidas batallas y de los más gloriosos triunfos con que el Duque concluyó la campaña peninsular.

El Reino de Navarra es otro de los primitivos y pequeños reinos independientes de que se compone el conjunto de la actual monarquía española. Es la antigua Vasconia. Nav es un prefijo ibérico frecuente que significa «llanura bajo colinas», y ésta es la mejor descripción que cabe hacer de esta provincia. Formada como un cuadrado irregular, de 80 millas de longitud por 60 de anchura, está limitada al norte por los Pirineos: la población no pasa, en total, de trescientas mil personas, y es en su mayor parte pastoral y agrícola. El Ebro, que fluye hacia el sudeste, y el Bidasoa, que corre hacia el oeste, son sus principales vías fluviales, y reciben el agua de los pequeños afluentes de la montaña. El reino se divide en cinco Merindades o departamentos, cada uno de los cuales tiene su pequeña capital. Se distribuyen de la siguiente manera: Pamplona, al norte; Tafalla, al sur; Olite, en el centro; Estella, al este, y Sangueza, al oeste. La barrera norte es muy montañosa, por componerse de las laderas occidentales de los Pirineos, que bajan hasta el océano desde Monte Perdido, y estos valles y cañadas silvestres y accidentados se convirtieron en las fortalezas naturales de los invictos nativos, cuando se retiraron ante el avance de los romanos y los moros. Encontraron a su Pelayo contra estos últimos en Garci Ximénez, e hicieron causa común con los montañeses de Aragón hasta el año 842, cuando Iñigo Arista fue elegido rey de Navarra en Pamplona, mientras que las libertades nacionales eran garantizadas por los famosos Fueros de Sobrarbe. El reino lleva por armas «gules y cadenas de oro» en memoria de las hazañas de Sancho II el fuerte, quien rompió las cadenas de la tienda del general moro en las Navas de Tolosa. Navarra fue incorporada a Castilla en 1512 por Fernando el católico, en parte por la fuerza y en parte también por el engaño (véase Prescott, Ferd. and Isab., cap. 24): Jean d’Albret, el heredero legítimo, había sido abandonado por sus aliados franceses, que se aprovecharon de su ruina al ser dividido el territorio, ya que Fernando se apoderó de todo lo que había al sur de los Pirineos mientras la parte situada al norte de éstos pasaba, con Enrique IV, a la corona de Francia. La parte francesa es interesante para los ingleses por haber sido durante largo tiempo posesión del Príncipe Negro, y también por formar el escenario de muchas de las deliciosas narraciones de Froissart.

Las comunicaciones entre Navarra y Aragón al norte del Ebro pasan por un paisaje desolado, mientras que las del sur de los Pirineos son extremadamente montañosas y difíciles, hasta el punto de que apenas pasa por allí nadie, aparte de los contrabandistas. Los navarros viven muy encerrados en sí mismos, cada uno en su propio valle, que, para ellos, es el mundo entero. Aquí, ya sea en el prado verde o en la boscosa ladera del monte, cuidan de sus rebaños, mientras que, en las llanuras, más templadas, aran la tierra y trabajan en los viñedos. Los vinos de Peralta, Azagra y Cascante son merecidamente populares. Estos sencillos campesinos, lejos de las ciudades, tienen pocas necesidades y pocos vicios. Para ellos «lo principal es el agua, el pan, la ropa y una casa con que cubrir las vergüenzas», y su maldición es la costumbre del contrabando, que todo lo corrompe y que su intrincada frontera favorece. El paisaje es alpino y pintoresco. La pesca de la trucha y la caza son allí excelentes. Las montañas no son tan altas como las de Aragón, aunque el Altobiscar llega a los 5380 pies de altura y el Adi a los 5218. Los valles son bellos, sobre todo los de Baztán, que, en árabe, significa el Jardín, Santisteban y Cincovillas. En el primero vivían los Agotes, que, parecidos a los Cagots de Luchon, han sido durante mucho tiempo un acertijo para los historiadores y los amigos de las antigüedades. Perseguidos a ambos lados de los Pirineos como «malditos», su casta era proscrita en España por faltarles Limpieza de Sangre, por lo que nadie quería casarse o asociarse con «seres de sangre no limpia». De esta manera a estos parias se les negaban incluso los sacramentos, y no se les permitía entrar en las iglesias, excepto por la puerta lateral. Monsieur Ramón hace derivar absurdamente esta palabra de Cagot, o sea Caas Goth, «hijos de los godos», lo cual, lejos de ser una vergüenza, es la más honrosa descendencia en España. De María lee en Caas Goth, Caçadores, o sea «cazadores de los godos». Ducange, en la voz Gagoti, da también los nombres de Cacosi, Caqueux, que no son probablemente otra cosa que desagradables epítetos franceses, ni tienen más relación con la verdadera etimología que con la palabra griega κακοζ . Se les llama en la antigua Flor de Navarra de 1074 Caffos. Gafo significa leproso, del hebreo Cafah, deformado, tullido, de donde el término árabe de oprobio Kafir, alguien que se rebela contra Dios. Gafo adquirió precedencia entre las cinco palabras de difamación que, en español, podían llevar al que las usaba a los tribunales, pues combinaba en sí los horrores de una lepra físicamente infecciosa con la tacha moral de la herejía, que afectaba tanto al cuerpo como al alma. De esta manera la maldición de Gehazi llegó a ser el castigo común, en los documentos españoles medievales, para todos los que rompían los acuerdos. El tiempo, que ha curado esta lepra (poniendo en su lugar el bocio), ha suavizado el corazón de los perseguidores, y, a medida que iba cediendo el odium theologicum, la piedad hacía su aparición, hasta que los Agotes se pudieron mezclar con los campesinos, y ahora son más bien tema de conversación que gente existente en la realidad, y materia literaria más que de persecución. Ciertamente, hay tan poca diferencia en su aspecto y en su trato que en la práctica ya están casi absorbidos: algunos de ellos son molineros en el Baztán, mientras otros habitan el barrio de Bozate, en el valle de Aiztun. Hay quien piensa que los agotes son un resto de los arrianos que huyeron, refugiándose aquí, en los siglos VI y VII. Otros, y con más probabilidad, piensan que son los descendientes de los protestantes Albigenses, que se escondieron en estas montañas seis siglos más tarde huyendo de la espada de Simón de Montfort y de las hogueras de Santo Domingo. Como se les trataba de herejes, les cayó encima el apodo extra de Gafos, que es el peor que existe en el idioma español (compárese con Gavacho), de la misma manera que eran llamados a veces por los moros Christaos, o sea cristianos. Otros les consideran restos de judíos y perseguidos. Es evidente, en cualquier caso, que una mácula de herejía.

Los montañeses de Navarra son notables por sus ligeras y activas formas físicas, sus costumbres morigeradas, su capacidad de resistencia ante las dificultades y las privaciones, su valor individual y su gusto por las aventuras peligrosas. Su educación moral la constituyen la caza, el contrabando y un poco también el robo, y de esta manera se templan sus musculosos miembros y se agudiza su independencia de linces. Es natural, por lo tanto, que hayan sido siempre guerrilleros de primera categoría. Puestos, por causa de su situación geográfica, en las fronteras de Francia, Aragón y Castilla, y habiendo sido, alternativamente, víctima de todos y cada uno de éstos, la necesidad les ha forzado a estar siempre en guardia contra sus vecinos, a quienes temen y odian. De esta manera arde en sus corazones un espíritu de nacionalismo que late con indeleble memoria en torno a agravios nunca olvidados o perdonados. De sus leyes más antiguas data un sistema de vigilancia y defensa que es, en resumidas cuentas, un armisticio armado. De la misma manera, en sus

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