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Vicente Riva Palacio - Los Ceros

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Vicente Riva Palacio Los Ceros

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Los Ceros retratos picarescos de personajes de la época en su mayoría - photo 1

Los Ceros, retratos picarescos de personajes de la época —en su mayoría escritores—, constituye una obra sin parangón en la literatura mexicana por la incisiva erudición y gozosa ironía de que hace gala su autor.

El espíritu mordaz y punzante de estas semblanzas —cuya autoría se desconoció durante el siglo pasado; habría que esperar hasta nuestros días, para que la notable investigadora Clementina Díaz y de Ovando identificara al escritor que se ocultaba detrás del enigmático seudónimo Cero— halla su plena expresión en esta edición que reúne por primera vez todos los artículos publicados originalmente con el título de Los Ceros en el periódico La República el año de 1872. Por ello, puede considerarse la versión definitiva a la que acudirán quienes disfrutan de la sátira, la parodia y el humor de Vicente Riva Palacio.

Vicente Riva Palacio Los Ceros Galería de Contemporáneos ePub r10 Titivillus - photo 2

Vicente Riva Palacio

Los Ceros

Galería de Contemporáneos

ePub r1.0

Titivillus 01.02.16

Título original: Los Ceros

Vicente Riva Palacio, 1872

Litografías: Santiago Hernández

Prólogo: Clementina Díaz y de Ovando

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

Los retratos del General Clementina Díaz y de Ovando En 1929 la meritoria - photo 3

Los retratos del General Clementina Díaz y de Ovando En 1929 la meritoria - photo 4

Los retratos del General

Clementina Díaz y de Ovando

En 1929, la meritoria editorial Cultura en su serie Clásicos Mexicanos publicó de Vicente Riva Palacio, Cuentos del general con un prólogo de mi maestro Manuel Toussaint, ilustre historiador y crítico del arte colonial, literato y gran conocedor y admirador de Riva Palacio, a quien agradezco el haberme convertido en devota constante y apasionada de este liberal, claro varón de las letras mexicanas y defensor de la integridad nacional, nacido en la ciudad de México en 16 de octubre de 1832, y muerto en Madrid el 22 de noviembre de 1896.

En el enjundioso «Prólogo» a Cuentos del general, Toussaint en unas pocas líneas trazó este insuperable perfil de Riva Palacio:

La vida de don Vicente Riva Palacio podría formar, ella sola, un volumen lleno de las más variadas aventuras. Puede decirse que su propia vida tuvo más lances que la más movida de sus novelas. Su figura nos aparece como la de aquellos próceres del Renacimiento italiano en quienes avasallaba la universalidad de conocimientos y la universalidad de sus actividades. Letrado, orador, jurisconsulto, historiador, dramaturgo, poeta, crítico, y a la vez guerrillero, funcionario público y periodista para concluir su vida como uno de los más completos diplomáticos que haya enviado México a representarlo en Europa.

Además Riva Palacio cultivó con gran éxito la sátira, díganlo, si no entre otras, sus colaboraciones en La Orquesta, periódico omniscio, de buen humor y con caricaturas (1867-73), en El Ahuizote, «Semanario feroz, y aunque de buenos instintos; pan, pan; vino, vino: palo ciego y garrotazo de credo, y cuero y tente tieso», en donde hizo trizas al presidente Sebastián Lerdo de Tejada y no dejó hueso sano a sus ministros.

Este espíritu zumbón y alborozado, libre de la ferocidad ahuizotil, hace acto de presencia en Los Ceros. Galería de contemporáneos, libro cardinal en la copiosa obra del general Riva Palacio, obra de la que me ocuparé de inmediato.

El pseudónimo fue muy popular en el diecinueve y, a fines del siglo, fue aún más socorrido.

Si algo le placía a Riva Palacio era el disfraz, el despistar al público, a los lectores. Y así alguna vez fue «el General», en otras ocasiones «Juan de Jarras», «Leporello», «Vicente», «Rosa Espino», la dulce poetisa. También recurrió a las iniciales «R. E.», «V. R. P.» y se ocultó bajo el más conocido y famoso de sus embozos: «Cero».

La República, periódico político y literario, dirigido por el novelista y minero Pedro Castera, empezó a publicar a partir del 3 de enero de 1882, y durante los meses de febrero a marzo, una serie de retratos de diferentes literatos titulados Ceros y firmados por «Cero», así como varias tradiciones en verso de algunas calles de la ciudad de México, y unos cuantos Ceros referidos a la vida cotidiana de la ciudad capital.

«Cero» desde su primera colaboración hizo suya la filiación filosófica de La República: el krausismo.

En esos días el diario de Castera y La Libertad, el periódico de Justo Sierra, defensor acerado del positivismo, estaban enfrascados en una lucha encarnizada y sin cuartel: idealismo vs escuela positiva.

La controversia entre La República y La Libertad está trabada a Los Ceros y explica muchos de los pinchazos que, con su «alfiler de oro», Riva Palacio encajó a los comtianos, muy principalmente a Justo Sierra, cuya semblanza no puede entenderse sin tomar en cuenta esa pugna de carácter filosófico.

No es exagerado afirmar que animados, estimulados por el éxito de «Cero», pronto hicieron su aparición en La República para unirse a la lucha en favor del idealismo y condenar el positivismo, los autores que signaban orgullosamente sus artículos y composiciones poético-satíricas con los pseudónimos aumentativos o diminutivos de «Cero»: «Otro Cero», «Cerón», «Cerote», «Cerazo», «Cerillo», «Cerito», «Cerotito».

Todo este tropel de aguerridos «Ceros» la emprendió impetuosamente contra los positivistas de La Libertad; naturalmente, éstos pagaron con la misma moneda, poniendo pintos y regados a los metafísicos.

Mientras día a día se enconaba la querella entre krausistas y positivistas, «Cero» puso en solfa al aprendiz de dandy, al afrancesado «Duque Job», Manuel Gutiérrez Nájera; también a Justo Sierra, a Juan de Dios Peza y a Juan Antonio Mateos.

Según como les había ido en la feria, los retratados endilgaron la autoría a aquellos escritores de los cuales se creían malquistos. Los lectores, por su parte, se preguntaban quién sería ese «Cero» que publicaba tan interesantes semblanzas, en las cuales daba a conocer a muchos de los literatos mexicanos en artículos que rebozaban gracia, ingenio, vaporosa ironía, singular talento, sin que el picor de la chanza llegara al insulto o a la grosera caricatura, ya que no entraba jamás a saco en la vida privada; hacía, eso sí, inigualables parodias basadas en el chiste de buena ley y, con gran erudición censuraba o alababa y, de paso, educaba.

Tal opinaba «Cerito» el 31 de marzo en La República.

Concluyo por suplicarle

al estimable don Pedro

nos regale con frecuencia

un artículo de «Cero»,

una preciosa semblanza

de las que con raro ingenio,

con erudición prolija,

chispeante, alegre, ligero

nos deleita su lectura

y corrije sus defectos.

Poco a poco, en virtud de la gracia, del desparpajo y de los rasgos señalados con elogio por algunos de los comentaristas de los Ceros, entre otros «Safir» (Hilarión Frías y Soto), Manuel Caballero, o «Cerito», y compañeros, se empezó a traslucir que el autor de los Ceros de La República no podía ser sino el general Vicente Riva Palacio.

La Libertad, el 26 de enero al referirse en sus «Ecos políticos y literarios» al artículo de «Cero» del día 25, sin decir el nombre proporcionaba datos más que suficientes para resolver el acertijo: méritos literarios y políticos y militares del general Riva Palacio. Además para que no hubiera dudas mencionaba al periódico

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